El Arte Jesuítico Guaraní: Estética Propia

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Durante mucho tiempo, la narrativa predominante sostuvo que el arte producido en las misiones jesuíticas guaraníes era simplemente una imitación del barroco europeo traído por los misioneros. Se creía que los talentosos artesanos guaraníes eran excelentes copistas, capaces de replicar fielmente las imágenes y estilos dictados por los jesuitas. Sin embargo, investigaciones recientes, como las llevadas a cabo por el investigador argentino Darko Sustersic, desafían esta visión, proponiendo que los guaraníes no solo poseían una destreza técnica admirable, sino que también imprimieron una estética propia a sus creaciones, forjando un arte original que merece ser reconocido en la historia universal.

¿Cómo era el arte jesuitico Guarani?
Los guaraníes hacían algo muy diferente, más geométrico y rígido. Sus primeras esculturas eran cilíndricas, más parecidas a los troncos, que, para el gusto barroco de los jesuitas, era todo echado a perder, arruinado, pero para el gusto moderno, son más interesantes", dijo el experto.

Esta nueva perspectiva sugiere que la interacción entre la cultura guaraní y la jesuítica fue un proceso mucho más complejo y de mutua influencia de lo que se pensaba, lejos de ser una simple imposición de una cultura dominante sobre una dominada. Las evidencias encontradas en la escultura, por ejemplo, revelan características distintivas que no se alinean completamente con los modelos europeos de la época.

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Una Estética Única Forjada en la Misión

Según los estudios de Sustersic, la habilidad de los guaraníes para trabajar la madera les permitió tomar elementos de las imágenes europeas, pero adaptarlos e introducir otros propios. Esto explica por qué, al comparar las estatuas guaraníes con sus supuestos modelos europeos, se encuentran diferencias notables. Los guaraníes, diestros en el manejo de la madera, no se limitaron a la copia literal.

Una de las características más llamativas de esta estética guaraní es la forma cilíndrica de las primeras imágenes escultóricas. Sustersic las denominó "estatuas-horcón", ya que conservaban la forma del tronco del árbol del que surgían. Además, algo distintivo era que las cabezas y las manos de estas figuras a menudo se hacían por separado para poder ser ensambladas. Esta particularidad no era meramente estética, sino que respondía a una necesidad práctica: facilitaba el desmontaje y traslado de las imágenes en caso de ataque, incendio o necesidad de huir rápidamente.

Aunque no todas las estatuas seguían este patrón macizo y cilíndrico; algunas presentaban túnicas ahuecadas, mostrando una evolución o variación en las técnicas y formas. Pero quizás la característica más profunda y reveladora de la estética propia guaraní se encuentra en la dirección de la mirada de las imágenes. A diferencia del estilo barroco europeo, donde las figuras a menudo miran al cielo en éxtasis o contemplación divina, las imágenes guaraníes miran al espectador. Este detalle, aparentemente menor, es fundamental para entender la cosmovisión guaraní. Para ellos, las imágenes de los santos no eran meros objetos de contemplación, sino entidades con las que se podía dialogar, rezar y establecer una comunicación directa. Esta "mirada al espectador" refleja el deseo guaraní de interacción y diálogo con lo sagrado, no solo de observación pasiva.

Comparando las imágenes, se hace evidente que hubo un proceso de selección y resistencia por parte de los guaraníes. Adoptaron elementos del estilo barroco, como el tratamiento del movimiento en las telas, pero rechazaron otros, como la dirección de las miradas. Este acto de selección implica una capacidad creadora y una afirmación cultural, no una sumisión total.

Durante mucho tiempo, se negó al artista guaraní la capacidad de invención, basándose en que no podían replicar perfectamente el estilo barroco europeo. Sin embargo, Sustersic argumenta que lo que hacían era algo muy diferente: más geométrico, más rígido, más cercano a la forma original del material, como los troncos. Lo que para el gusto barroco jesuita del siglo XVII y XVIII podía parecer "echado a perder" o "arruinado", para una sensibilidad moderna resulta mucho más interesante y original.

La aceptación de esta estética por parte de los jesuitas, al menos en etapas avanzadas de las misiones, se evidencia en la fachada del templo de Concepción. Allí, el hermano Brasanelli, un maestro de arte jesuita con más de veinte años de experiencia en las misiones, incluyó seis imágenes de escultores nativos realizadas en el estilo guaraní. Tres de estas estatuas aún se conservan hoy en el Museo Enrique Udaondo en Luján, Argentina.

Pesebres con Identidad Propia

Otro descubrimiento notable que respalda la existencia de una estética guaraní distintiva se encuentra en las figuras de los niños Jesús de los pesebres del siglo XVII. No se parecían a los niños Jesús barrocos europeos, que se representan desnudos, sonriendo y con las manitos alzadas, como jugando. Los niños Jesús guaraníes estaban envueltos, de manera similar a las representaciones bizantinas, pero la envoltura llegaba solo hasta la cintura, dejando las manos libres, a diferencia de la tradición bizantina que los envuelve hasta el cuello. Esta particularidad no tiene paralelo en el arte europeo de la época barroca, lo que sugiere que fue una creación o adaptación local, otra manifestación de la estética propia guaraní.

Arte en el Contexto de las Misiones

La producción artística guaraní-jesuítica se desarrolló a lo largo de la existencia de las misiones, aproximadamente desde 1610 hasta la expulsión de los jesuitas en 1768. Sin embargo, su influencia no terminó allí. El estilo y ciertos elementos persistieron en una imaginería doméstica y popular que se mantuvo viva mucho después del fin formal de las reducciones.

Las misiones jesuíticas guaraníes, también conocidas como reducciones, fueron un conjunto de treinta pueblos fundados a partir del siglo XVII en la vasta Provincia Paraguaria del Virreinato del Perú. Estas misiones se extendieron por regiones que hoy forman parte de Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay. El objetivo principal era la evangelización de los guaraníes y pueblos afines, pero el modelo jesuítico fue mucho más allá de lo religioso, creando una estructura social, económica y cultural única.

Los jesuitas adoptaron y adaptaron la estructura social preexistente de los guaraníes, que se organizaban en *tekuas* (aldeas) y seguían a líderes como los *karaís* (profetas) en la búsqueda de la mítica *Tierra Sin Mal*. Los misioneros supieron vincular la cosmovisión católica del "camino al paraíso" con el *aguyé*, el camino de la perfección guaraní. Esta integración, aunque no exenta de tensiones, permitió la unificación de muchos guaraníes bajo la protección de las leyes españolas, mediada por los jesuitas.

La vida en las misiones estaba altamente organizada. Cada reducción seguía un plano similar: una gran plaza central flanqueada por la iglesia, la residencia de los padres, talleres y viviendas de los indígenas dispuestas en líneas geométricas. Las casas, construidas con piedra y madera local, tenían un diseño que, si bien inicialmente respetaba las estructuras de parentesco extensivo guaraní, evolucionó hacia la imposición de la familia restringida a finales del siglo XVII.

Económicamente, las misiones combinaban las prácticas agrícolas tradicionales guaraníes (maíz, batata, mandioca, yerba mate, algodón) con la introducción de la ganadería. Funcionaban como unidades económicas independientes, basadas en el trueque y con un régimen mixto de propiedad: la propiedad individual privada (*avamba'e*) para el sustento familiar y la propiedad colectiva (*tupambaé*, "tierra de Dios") trabajada comunitariamente para el algodón, trigo y legumbres.

Esta estructura económica y social facilitó el desarrollo de una amplia gama de oficios y talleres especializados en cada reducción: desde el trabajo del hierro y la plata, la carpintería, la panadería, hasta el chapado en oro, la elaboración de vajillas, telas, sombreros e instrumentos musicales. Fue en este entorno de especialización donde florecieron las artes, incluyendo la escultura, la pintura y, de manera muy destacada, la música.

¿Cuáles fueron los pueblos fundados por los jesuitas en el departamento guaraní?
Ubicación geográficaNúmeroNombreLugar actual1San Ignacio Guazúdepartamento de Misiones2Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúadepartamento de Itapúa3Santo Toméprovincia de Corrientes4San Francisco de Borjaestado de Río Grande del Sur

La Música: Un Pilar Fundamental

La música y el canto ocuparon un lugar central en el proceso de evangelización y en la vida cotidiana de las misiones. Los jesuitas reconocieron la "inclinación natural por los sonidos europeos" de los guaraníes y la utilizaron como una "potente arma de conversión". Cada pueblo misionero contaba con su coro y orquesta, con niños y jóvenes participando desde la escuela y adultos desde la iglesia.

Los guaraníes se convirtieron en eximios cantantes y músicos, destacando en instrumentos como el arpa y el violín. Reproducían y adaptaban textos musicales religiosos y profanos. Obras anónimas en guaraní como "Hara Vale Hava" o composiciones de europeos como Domenico Zipoli (quien vivió en Córdoba, Argentina) y Martin Schmid formaban parte del repertorio. Las misiones fueron cuna de una rica tradición musical que aún hoy se aprecia.

Además de la música, la danza también era una parte importante de las festividades, con danzarines que ensayaban desde jóvenes e incluso incorporaban melodramas. El término "barroco jesuítico" en la música busca describir el sincretismo sonoro y visual de esta época, aunque la realidad fue un proceso cultural complejo, lleno de tensiones y adaptaciones.

Organización Militar y el Fin de una Era

Las misiones no solo fueron centros de arte y cultura, sino también de poder militar. Constituyeron un freno efectivo a las incursiones de los bandeirantes portugueses, cazadores de esclavos. Los guaraníes, reconocidos como hombres libres por la Corona española, formaron milicias armadas y entrenadas en tácticas de guerra modernas, combinadas con sus conocimientos de la selva. La victoria en la batalla de Mbororé en 1641 fue un hito crucial. Estas milicias participaron activamente en conflictos regionales, desde campañas contra otras tribus hasta asedios a la Colonia del Sacramento y la supresión de la Segunda Revolución Comunera del Paraguay, demostrando un poder militar considerable.

Sin embargo, el fin de las misiones llegó con los cambios políticos en Europa. Las reformas borbónicas en España y la política regalista llevaron a la expulsión de la Compañía de Jesús de todos los dominios españoles en 1767. Aunque se intentó reemplazar a los jesuitas con otras órdenes o administradores seculares, ninguna logró mantener el complejo sistema de las reducciones. La población disminuyó drásticamente debido a la migración, las enfermedades y la desintegración de la estructura social y económica. A pesar de ello, la memoria y algunos vestigios del arte y la cultura persistieron.

Legado y Reconocimiento Actual

Hoy en día, la extraordinaria obra de las misiones jesuíticas guaraníes es reconocida a nivel mundial. Varios de los sitios que ocuparon estas reducciones han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, preservando las impresionantes ruinas como testimonio de esta civilización única.

Los sitios declarados incluyen São Miguel das Missões en Brasil (desde 1983), y la extensión de esta declaración en 1984 para abarcar las misiones argentinas de San Ignacio Miní, Santa Ana, Santa María la Mayor y Nuestra Señora de Loreto. Posteriormente, en 1993, se sumaron dos misiones en Paraguay: Jesús de Tavarangué y Santísima Trinidad del Paraná.

Estas ruinas son la prueba tangible de una historia de encuentro cultural, adaptación y selección y resistencia, donde el arte no fue una simple copia, sino la expresión creativa de un pueblo que, bajo circunstancias excepcionales, forjó una estética con identidad propia. El arte jesuítico guaraní es, por tanto, un capítulo fascinante y original en la historia del arte universal.

Comparativa: Barroco Europeo vs. Arte Guaraní-Jesuítico

CaracterísticaBarroco Europeo (General)Arte Guaraní-Jesuítico
Forma EsculturaCurvilínea, con énfasis en el movimiento y dramatismo.Inicialmente cilíndrica, formas geométricas, rigidez notable.
Mirada de las FigurasA menudo hacia el cielo, en éxtasis o contemplación divina.Directa, miran al espectador, invitando al diálogo.
Brazos y Cabezas (Escultura)Integrados al bloque principal.A menudo hechos por separado y ensamblables (razones prácticas y estéticas).
Representación Niño JesúsGeneralmente desnudo, jugando, sonriente.Envuelto hasta la cintura (distinto de bizantino o europeo).
Base ArtísticaSeguimiento de cánones y modelos europeos establecidos.Selección y resistencia de modelos europeos, desarrollo de una estética propia.

Preguntas Frecuentes sobre el Arte Jesuítico Guaraní

¿Los guaraníes solo copiaban el arte europeo?

No. Investigaciones recientes, como las de Darko Sustersic, demuestran que los guaraníes, si bien se inspiraron en modelos europeos, desarrollaron una estética propia y aplicaron un proceso de selección y resistencia, adaptando o rechazando elementos según su propia cosmovisión y necesidades prácticas.

¿Qué hace único al arte guaraní-jesuítico?

Entre sus características únicas se encuentran la forma cilíndrica de algunas esculturas ("estatuas-horcón"), la posibilidad de ensamblar cabezas y manos, la mirada de las figuras que miran al espectador (buscando diálogo), un estilo más geométrico y rígido que el barroco europeo, y representaciones distintivas como la del Niño Jesús envuelto solo hasta la cintura.

¿Qué papel tuvo la música en las misiones?

La música fue fundamental. Se utilizó como una herramienta clave para la evangelización, aprovechando el talento natural de los guaraníes. Se formaron coros y orquestas, y se interpretaron y compusieron obras musicales, convirtiéndose en un pilar cultural de las misiones.

¿Las misiones jesuíticas guaraníes tenían organización militar?

Sí. Para defenderse de los ataques de los bandeirantes y participar en conflictos regionales, los guaraníes de las misiones formaron milicias armadas y entrenadas, demostrando un poder militar significativo.

¿Por qué terminaron las misiones jesuíticas?

Las misiones finalizaron principalmente debido a la expulsión de la Compañía de Jesús de los dominios españoles en 1767, ordenada por el rey Carlos III en el contexto de las reformas borbónicas y el regalismo. Esto llevó a la desintegración del sistema social, económico y cultural de las reducciones.

¿Quedan vestigios de las misiones hoy en día?

Sí. Varios de los sitios donde se ubicaron las misiones jesuíticas guaraníes han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y sus ruinas pueden visitarse en Argentina, Brasil y Paraguay.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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