¿Qué es lo más representativo de Texcoco?

El Brillo Ancestral: Orfebrería Mexicana

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México es una tierra de riqueza cultural y artística inigualable, y entre sus expresiones más sublimes se encuentra la tradición milenaria del trabajo con metales preciosos: la orfebrería y la platería. Esta práctica, que se remonta a tiempos inmemoriales, no es solo una manifestación de habilidad técnica, sino un espejo de la historia, las creencias y la identidad de un pueblo. El brillo del oro y la plata ha acompañado a México desde sus civilizaciones más antiguas hasta la actualidad, tejiendo un legado que perdura.

¿Qué caracteriza a la ciudad de Texcoco?
Texcoco en la actualidad es un municipio que se encuentra conectado al Distrito Federal por una carretera corta de 25 kilómetros y dos carreteras públicas de 36 kilómetros de longitud. Texcoco carece de industria que pueda absorber a la creciente demanda de trabajo.

Aunque hoy Texcoco es conocido por su centro histórico, con edificaciones como la Catedral, la Iglesia de Santo Domingo o el Jardín Municipal, testigos de épocas pasadas, la historia de esta región, corazón del antiguo Acolhuacan, se entrelaza con la presencia de artesanos altamente cualificados. En ciudades importantes del México prehispánico, como lo fue Texcoco en su esplendor, el manejo de materiales valiosos era común, no solo para la creación de herramientas o armamento, sino fundamentalmente para la elaboración de objetos suntuarios, rituales y símbolos de poder.

Índice de Contenido

Las Raíces Prehispánicas: Maestros del Metal

Antes de la llegada de los europeos, las culturas mesoamericanas, particularmente los mixtecos y mexicas (aztecas), alcanzaron un nivel de maestría en la orfebrería que asombró a los conquistadores. Utilizaban principalmente oro, plata, cobre y aleaciones como el tumbaga. No conocían el hierro, lo que hacía aún más impresionante su habilidad para trabajar metales más blandos.

Los artesanos prehispánicos, conocidos como teocuitlapitzque (fundidores de oro), dominaban técnicas sofisticadas como la fundición a la cera perdida (una técnica compleja que permitía crear piezas huecas y detalladas), el martillado, el repujado, el alambrado (filigrana) y la incrustación de piedras preciosas y semipreciosas como el jade, la turquesa y la obsidiana.

Las piezas creadas no eran meros adornos; tenían un profundo significado religioso y político. Se elaboraban pectorales, orejeras, narigueras, anillos, collares, cascabeles y adornos para vestimenta y tocados que representaban deidades, animales míticos o símbolos cósmicos. Estos objetos eran usados por la nobleza y los sacerdotes, y muchos eran ofrendas en templos y entierros. La riqueza y el simbolismo de estas piezas evidencian el alto estatus de los orfebres en la sociedad prehispánica.

La Fusión Cultural en la Colonia

Con la Conquista, el panorama de la metalurgia cambió drásticamente. Los españoles, ávidos de oro y plata, intensificaron la minería. Si bien la orfebrería prehispánica sufrió un declive inicial debido a la destrucción de templos y la apropiación de metales, las técnicas indígenas no desaparecieron por completo. Se fusionaron con las tradiciones europeas, dando origen a la rica platería colonial.

Durante la Colonia, la plata se convirtió en el metal predominante, impulsada por las vastas minas descubiertas en lugares como Taxco, Zacatecas y Guanajuato. Se establecieron gremios de plateros bajo la supervisión de la Corona, y se importaron estilos y herramientas de España. La platería colonial mexicana se caracterizó por su opulencia, influenciada por el barroco y el churrigueresco.

Se crearon objetos religiosos de gran tamaño y detalle (cálices, custodias, candelabros), vajillas suntuosas para la élite, marcos de espejo, muebles y joyas que reflejaban el estatus social. Los plateros novohispanos adaptaron las técnicas europeas, pero a menudo les imprimieron un sello propio, incorporando motivos locales o manteniendo ciertas habilidades indígenas. Las ciudades virreinales importantes, incluida la Ciudad de México (cercana a Texcoco), se convirtieron en centros de producción de platería de alta calidad.

Del México Independiente a la Modernidad

Tras la Independencia, la producción de plata continuó siendo vital para la economía mexicana. La orfebrería y platería atravesaron diversas etapas, adaptándose a los estilos de cada época, desde el neoclásico hasta el art nouveau y el art déco. Sin embargo, fue en el siglo XX cuando la platería mexicana vivió un renacimiento particular, especialmente en Taxco, Guerrero.

Figuras como William Spratling, un artista estadounidense que llegó a Taxco en la década de 1930, quedaron fascinados por la tradición platera local y establecieron talleres que revitalizaron la industria. Spratling y otros plateros modernistas crearon diseños innovadores, a menudo inspirados en motivos prehispánicos y la flora y fauna mexicana, pero con líneas limpias y funcionales. Esto catapultó la platería mexicana al reconocimiento internacional.

Hoy en día, México sigue siendo uno de los principales productores de plata del mundo, y la tradición artesanal de la orfebrería y platería se mantiene viva. Existen talentosos artesanos y diseñadores que continúan utilizando técnicas ancestrales y modernas para crear piezas únicas, desde joyas contemporáneas hasta objetos decorativos y utilitarios.

Técnicas Clave en la Orfebrería Mexicana

El arte de trabajar los metales preciosos implica un dominio de diversas técnicas que han sido perfeccionadas a lo largo de siglos. Algunas de las más representativas en México incluyen:

  • Fundición a la Cera Perdida: Un modelo se esculpe en cera, se cubre con material refractario, se calienta para derretir la cera y se vierte el metal fundido en el hueco resultante. Permite crear formas complejas y huecas.
  • Martillado: Dar forma a una lámina de metal golpeándola con martillos. Es fundamental para crear recipientes y superficies curvas.
  • Repujado: Crear diseños en relieve sobre una lámina de metal utilizando cinceles y punzones desde el reverso.
  • Cincelado: Decorar la superficie del metal con cinceles para crear texturas o patrones grabados.
  • Filigrana: Consiste en soldar finos hilos de metal, a menudo retorcidos, para formar intrincados diseños calados.
  • Calado: Recortar partes de una lámina de metal para crear patrones perforados.

Preguntas Frecuentes sobre la Platería Mexicana

El mundo de la platería puede generar muchas dudas, especialmente al adquirir piezas. Aquí respondemos algunas preguntas comunes:

¿Cómo identificar la plata mexicana auténtica?
La plata genuina en México suele llevar sellos o contrastes que indican su pureza. El más común es ".925" o "Sterling", que significa que la aleación contiene un 92.5% de plata pura y un 7.5% de otros metales (generalmente cobre) para darle dureza. Otros sellos pueden incluir el nombre del taller o artesano, y a veces, un número de registro.

¿Qué significa la plata .925?
Significa que por cada 1000 partes del metal, 925 son de plata pura. Es el estándar internacional para la plata de ley (sterling silver) y garantiza una alta calidad.

¿La platería de Taxco es la única importante en México?
Aunque Taxco es mundialmente famoso y un centro histórico clave, la platería se produce en muchas otras regiones de México, cada una con sus estilos y tradiciones. Ciudades como Zacatecas, Guadalajara y la Ciudad de México también tienen una rica historia platera.

¿Cómo cuidar y limpiar mis piezas de plata?
La plata tiende a empañarse (oxidarse) con el tiempo debido a la reacción con el azufre en el aire. Se recomienda guardar las piezas en lugares secos, preferiblemente en bolsas de tela o cajas forradas para limitar la exposición al aire. Para limpiarlas, se pueden usar paños especiales para pulir plata o soluciones limpiadoras específicas, siguiendo siempre las instrucciones del producto.

¿Cuál es el valor de una pieza de platería mexicana?
El valor depende de varios factores: el peso del metal, la pureza (si es .925 o superior), la complejidad del diseño, la técnica utilizada, la reputación del artesano o taller, y si es una pieza antigua o de diseño único. Una pieza artesanal elaborada con técnicas complejas y un diseño original tendrá un valor artístico y económico superior al simple valor del metal.

La Orfebrería como Legado Vivo

Desde los ornamentos que adornaban a los tlatoanis en ciudades como la antigua Texcoco, simbolizando su conexión con lo divino y terrenal, hasta las elegantes joyas y objetos decorativos que hoy se crean en talleres modernos, la orfebrería y la platería mexicanas son un testamento de la creatividad, la habilidad y la perseverancia de sus artesanos. Es un legado que se adapta, se renueva, pero nunca pierde su esencia, ese brillo que cuenta historias de siglos, de culturas y de la profunda relación de México con sus metales preciosos.

Visitar los centros históricos, como el de Texcoco con sus edificios emblemáticos, nos conecta con el pasado. Imaginar la vida en esos tiempos nos permite apreciar el contexto en el que florecieron artes como la metalurgia. Aunque los tesoros de oro y plata precolombinos de la región se encuentran hoy en museos, y la producción de platería se concentra en otros puntos del país, la historia de la orfebrería es parte intrínseca de la identidad cultural mexicana, un arte que sigue deslumbrando al mundo.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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