¿Cuántas piezas del tesoro del delfín hay en el Museo del Prado?

El Tesoro del Delfín en el Museo del Prado

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El Museo Nacional del Prado alberga colecciones que abarcan siglos de historia del arte, desde la pintura y la escultura hasta las artes decorativas. Entre estas últimas, destaca con luz propia un conjunto de una riqueza y singularidad excepcionales: el Tesoro del Delfín. Esta colección, legada a la institución en un momento clave de su historia, representa no solo la suntuosidad de las cortes europeas de los siglos pasados, sino también un testimonio invaluable de la maestría alcanzada en el arte de la orfebrería y la platería.

Visitar la sala dedicada al Tesoro del Delfín es adentrarse en un mundo de brillo, color y formas exquisitas, donde cada pieza cuenta una historia de lujo, poder y habilidad artesanal. Es una oportunidad única para admirar de cerca objetos que fueron concebidos tanto por su valor intrínseco, derivado de los materiales preciosos, como por su inmenso valor artístico, forjado por las manos de los más talentosos orfebres de su tiempo.

¿Quién cedió el tesoro del delfín al Museo del Prado?
De nuevo instaladas en el Real Gabinete, las alhajas son cedidas por Isabel II al Real Museo de Pinturas, denominado posteriormente Museo Nacional del Prado, considerando que su valor artístico prima sobre su rareza mineralógica, lo que se realiza en 1839 en medio de una gran polémica.
Índice de Contenido

¿Qué es el Tesoro del Delfín?

El Tesoro del Delfín es un conjunto de vasos, copas, jarrones y otros objetos suntuarios, muchos de ellos realizados con piedras duras y semipreciosas montadas en oro y plata. Su nombre proviene de Luis de Francia (1661-1711), conocido como el Gran Delfín, hijo del rey Luis XIV de Francia. Esta colección formaba parte originalmente de su patrimonio y, tras su muerte, pasó a manos de su hijo Felipe V de España, el primer rey Borbón, llegando así a España.

El conjunto que hoy podemos admirar en el Museo del Prado es uno de los más completos y significativos que se conservan a nivel mundial, abarcando un amplio periodo cronológico que va desde el siglo XVI hasta el XVIII. Esto permite observar la evolución de los estilos artísticos, las técnicas de orfebrería y los gustos de la realeza a lo largo de tres centurias. Las piezas son reflejo del esplendor del Renacimiento, el Barroco y los inicios del Rococó, manifestado en la riqueza de los materiales, la complejidad de los diseños y la perfección de la ejecución.

Composición del Tesoro en el Prado

La pregunta sobre cuántas piezas componen el Tesoro del Delfín en el Museo del Prado es recurrente. Según la información disponible, el conjunto es excepcional y está compuesto por un total de ciento un estuches. Sin embargo, no todas estas piezas se exhiben simultáneamente o de la misma manera. Actualmente, veintitrés de estas piezas están expuestas de forma destacada en la sala del Tesoro del Delfín, permitiendo a los visitantes una contemplación más directa y detallada de su belleza y sofisticación.

Los ciento un estuches a los que se hace referencia no contienen necesariamente una única pieza cada uno; en muchos casos, un estuche puede albergar un conjunto de objetos o ser el continente para proteger una pieza especialmente delicada. Por lo tanto, aunque el número de estuches es ciento uno, el número total de objetos individuales podría ser mayor. La cifra de veintitrés corresponde a las piezas que, por su importancia, fragilidad o interés, se seleccionan para la exposición permanente en la sala dedicada a este tesoro.

Es importante comprender que la colección completa va más allá de lo que se ve a simple vista en la sala de exposición. Los estuches y su contenido, aunque no siempre expuestos, forman parte integral de este legado histórico y artístico, custodiado y conservado por el museo.

La Llegada del Tesoro al Museo del Prado: Una Historia de Valor y Controversia

La presencia del Tesoro del Delfín en el Museo del Prado no fue su destino inicial en España. Al llegar al país, la colección fue albergada en el Real Gabinete de Historia Natural, donde se valoraba principalmente por la rareza y el valor intrínseco de las piedras y metales que la componen. Era vista más como una colección de objetos preciosos desde un punto de vista mineralógico o de curiosidad científica que como un conjunto de obras de arte.

Sin embargo, esta percepción cambió con el tiempo. Fue Isabel II quien tomó la trascendental decisión de ceder estas alhajas al Real Museo de Pinturas, institución que posteriormente sería conocida como el Museo Nacional del Prado. Esta cesión tuvo lugar en 1839 y no estuvo exenta de polémica.

La razón principal detrás de esta transferencia fue el reconocimiento de que el valor artístico de estas piezas primaba sobre su rareza mineralógica. Es decir, se entendió que la maestría de los orfebres, el diseño, la técnica y el acabado de los objetos eran su característica más relevante, digna de ser exhibida y estudiada en un museo de arte, junto a las grandes obras pictóricas y escultóricas.

La controversia que rodeó esta cesión pudo deberse a varios factores: la disputa entre instituciones (el Gabinete de Historia Natural y el Museo de Pinturas) por la posesión de una colección tan valiosa, la discusión sobre la naturaleza misma de los objetos (¿arte o curiosidad natural?) o incluso cuestiones políticas de la época. A pesar de ello, la decisión de Isabel II prevaleció, enriqueciendo enormemente el patrimonio artístico del Prado y permitiendo que, desde entonces, generaciones de visitantes puedan admirar estas joyas de la orfebrería.

Significado Artístico y Patrimonial

El Tesoro del Delfín no es solo un conjunto de objetos caros; es un compendio de la historia de las artes decorativas, de las técnicas de orfebrería y del gusto de la alta nobleza y la realeza europea de los siglos XVI, XVII y XVIII. La habilidad con la que se trabajaron las piedras duras (como ágatas, jaspes, lapislázuli) para convertirlas en vasos o recipientes, y la maestría con la que se montaron en estructuras de oro y plata, a menudo decoradas con esmaltes y gemas, es simplemente asombrosa.

Estas piezas eran símbolos de estatus, poder y refinamiento. Eran exhibidas en gabinetes de curiosidades o en las cámaras del tesoro de los palacios, destinadas a impresionar a los invitados y a demostrar la riqueza y el buen gusto de sus propietarios. Al estar en el Prado, estas obras se recontextualizan como ejemplos supremos de artesanía artística, siendo estudiadas y admiradas por su belleza formal y su perfección técnica.

¿Cuántas piezas del tesoro del delfín hay en el Museo del Prado?
Los visitantes del Prado tienen la ocasión de disfrutar del conjunto excepcional de los ciento un estuches que, junto con los veintitrés expuestos en la sala del Tesoro del Delfín, constituye uno de los más completos del mundo, con ejemplares de los siglos XVI al XVIII.

Su presencia en el museo subraya la importancia de la orfebrería y la platería como disciplinas artísticas mayores, a la par de la pintura o la escultura. Permite entender la interconexión entre las diferentes artes y oficios en la creación de ambientes suntuosos y en la definición del gusto de una época.

Tipos de Objetos en el Tesoro del Delfín

Aunque no podemos detallar aquí cada una de las ciento un piezas o los veintitrés objetos expuestos, podemos describir los tipos de objetos que típicamente componen un tesoro real de esta naturaleza y época, y que se encuentran representados en la colección del Prado:

  • Vasos y Copas: Numerosos recipientes, a menudo tallados en una sola pieza de piedra dura (cristal de roca, ágata, jaspe, lapislázuli), con asas y bases de oro o plata ricamente decoradas.
  • Saleros y Perfumadores: Objetos de uso ceremonial o decorativo, elaborados con materiales preciosos y diseños intrincados.
  • Monturas: Piezas de orfebrería (oro y plata) diseñadas para realzar y contener piedras duras, porcelanas exóticas u otros objetos de valor.
  • Joyas y Ornamentos: Aunque la colección se centra más en vasos y objetos de gabinete, también puede incluir elementos más próximos a la joyería suntuaria.

Cada objeto es el resultado de un complejo proceso creativo y técnico, que involucraba a talladores de piedra, orfebres, esmaltadores y engastadores de gemas. La calidad de la ejecución es tan elevada que muchas de estas piezas son verdaderas esculturas en miniatura, obras maestras de precisión y belleza.

Tabla Comparativa: El Tesoro en dos contextos

Para entender mejor la transformación en la percepción y ubicación del Tesoro del Delfín, podemos comparar su situación antes y después de su traslado al Museo del Prado:

AspectoAntes (Real Gabinete)Después (Museo del Prado)
UbicaciónReal Gabinete de Historia NaturalMuseo Nacional del Prado
Fecha de TrasladoN/A1839
Motivo Principal de ValoraciónRareza mineralógica, valor intrínseco de materialesValor artístico, maestría de la orfebrería
Percepción DominanteColección de curiosidades, científica/naturalistaColección de obras de arte, histórica/artística
Institución CesionariaN/AIsabel II
Número de EstuchesCiento unoCiento uno (Colección completa)
Número de Piezas ExpuestasVariable (probablemente diferente enfoque)Veintitrés (Exposición actual en sala específica)

Esta tabla ilustra cómo la colección pasó de ser vista primariamente por la composición de sus materiales a ser valorada por la habilidad humana que los transformó en objetos de arte. Este cambio de perspectiva fue fundamental para su reubicación en una institución dedicada a las bellas artes.

La Sala del Tesoro del Delfín

El Museo del Prado ha dispuesto una sala específica para la exposición de este valioso conjunto. Esta sala está diseñada para garantizar la seguridad y la conservación de las piezas, al tiempo que permite a los visitantes admirarlas en las mejores condiciones posibles. La iluminación, la disposición de las vitrinas y la museografía están pensadas para realzar la belleza y los detalles de cada objeto.

En esta sala se encuentran expuestas las veintitrés piezas seleccionadas, consideradas entre las más destacadas o representativas del conjunto. La experiencia de contemplar estas obras de cerca permite apreciar la delicadeza de la talla de las piedras, la complejidad de las monturas de metal y el brillo de los esmaltes y las gemas. Es un espacio que invita a la contemplación detallada y a la admiración del lujo y la habilidad artesanal de épocas pasadas.

Preguntas Frecuentes sobre el Tesoro del Delfín

¿Cuántas piezas del Tesoro del Delfín hay en el Museo del Prado?

El conjunto completo custodiado por el Museo del Prado consta de ciento un estuches. De estos, actualmente se exponen veintitrés piezas en la sala dedicada al Tesoro del Delfín. Es importante distinguir entre el número de estuches (101) y el número de piezas expuestas (23), ya que el número total de objetos individuales podría variar.

¿Quién cedió el Tesoro del Delfín al Museo del Prado?

El Tesoro del Delfín fue cedido al Real Museo de Pinturas (actual Museo Nacional del Prado) por Isabel II. La cesión se formalizó en 1839.

¿Por qué se trasladó el Tesoro del Delfín al Prado?

Isabel II decidió trasladar el Tesoro del Delfín del Real Gabinete de Historia Natural al Real Museo de Pinturas considerando que su valor artístico era más relevante que su rareza mineralógica. Se reconoció así su naturaleza como obras de arte y no solo como objetos preciosos o curiosidades naturales.

¿De qué siglos son las piezas del Tesoro del Delfín?

Las piezas que componen el Tesoro del Delfín abarcan un periodo que va desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. Esto permite apreciar diferentes estilos y técnicas de orfebrería a lo largo de tres centurias.

¿Es el Tesoro del Delfín una colección importante a nivel mundial?

Sí, el conjunto del Tesoro del Delfín que se conserva en el Museo del Prado es considerado uno de los más completos y excepcionales del mundo en su género, destacando por la calidad de sus piezas y su amplitud cronológica.

En conclusión, el Tesoro del Delfín es una colección fascinante que ofrece una ventana al esplendor de las cortes europeas y a la cumbre de la orfebrería y la platería entre los siglos XVI y XVIII. Su historia, marcada por un cambio de percepción de su valor, desde lo mineralógico a lo artístico, culmina en su actual ubicación en el Museo del Prado, donde es admirado como un testimonio invaluable del ingenio y la habilidad humanos aplicados a los materiales más preciosos. Un tesoro que, sin duda, merece una visita detallada para apreciar cada uno de sus brillantes detalles.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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