En el rico manto de la Virgen de la Esperanza Macarena, entre bordados de oro y sedas, un detalle capta la mirada y susurra una historia de devoción y tragedia: las singulares mariquillas verdes que adornan su pechera. Estas cinco pequeñas joyas no son solo un ornamento de incalculable valor material y sentimental, sino un símbolo poderoso de un vínculo inquebrantable forjado a principios del siglo XX entre la imagen sagrada y una de las figuras más luminosas y trágicas de la tauromaquia española.

El mundo de los toros, especialmente en las primeras décadas del siglo pasado, gozaba de un esplendor y una relevancia social difíciles de imaginar hoy día. Sus figuras eran ídolos de masas, comparables, o incluso superiores, a las estrellas deportivas de la actualidad. En este firmamento, brillaba con luz propia un joven predestinado a la gloria: José Gómez Ortega, conocido universalmente como “Joselito el Gallo”.

Joselito el Gallo: Niño Prodigio y Figura Cumbre
La vida de Joselito parecía escrita para el ruedo desde su nacimiento en Gelves. Proveniente de una estirpe con profundas raíces taurinas –nieto, hijo y hermano de toreros–, llevaba el arte en la sangre. Su precocidad era asombrosa; con tan solo seis años ya lidiaba con reses y a los ocho toreó una becerra. Su debut profesional con becerras llegó con apenas doce años en Jerez de la Frontera, y dos años después, su número de becerradas ascendía a 36. Su ambición le llevó a negarse a torear novillos en Madrid y Sevilla, pidiendo enfrentarse directamente a toros, una audacia que cautivó al público.
La alternativa la tomó con solo 17 años en Sevilla, de manos de su propio hermano, Rafael Gómez el Gallo. Ese mismo año, 1912, la confirmó en Madrid. A partir de entonces, su carrera fue meteórica. Fue el primer torero en superar las cien corridas en una sola temporada, un hito que subraya su extraordinaria capacidad y demanda.
Su figura, junto a la de Juan Belmonte, definió la llamada Edad Dorada del Toreo. La rivalidad entre ambos no era solo un duelo en la arena, sino un motor que les impulsaba a superarse constantemente, elevando el arte a cotas insospechadas. Se cuenta que, en un año en que Belmonte viajó a América, Joselito tuvo una de sus peores temporadas, lo que evidencia cuán fundamental era esa competencia para su propia excelencia.
La devoción que despertaba Joselito era tal que sus seguidores en Sevilla llegaron a financiar la construcción de la plaza de toros la Monumental en el barrio de Nervión, con un aforo superior al de la Maestranza, como un coliseo dedicado a su ídolo. Trágicamente, la vida de esta plaza estuvo íntimamente ligada a la suya, decayendo tras su muerte.
El Regalo de la Devoción: Las Mariquillas
Más allá de los ruedos y la fama, Joselito el Gallo albergaba una profunda y sincera devoción por la Virgen de la Esperanza Macarena. Era un hermano benefactor de la Hermandad y sus gestos de fe eran conocidos. Fue en 1913, poco después de tomar la alternativa, durante un viaje a París, una ciudad que frecuentaba, donde adquirió un presente muy especial para la Virgen de sus amores.

Las crónicas de la época, e incluso las cartas que Joselito enviaba a su madre desde la capital francesa, recogen el momento. Entró en una joyería, probablemente una de prestigio en un gran bulevar, con la intención de comprar un regalo para una amiga. Allí, su mirada se posó en unas piezas singulares: unos broches femeninos, muy de moda entre la alta sociedad parisina de la época, con un diseño atrevido y juvenil, en pleno estilo art decó, una vanguardia artística que emergía en París paralelamente al cubismo o el fauvismo.
Adquirió cinco de estos broches. Contrariamente a la creencia popular, estas joyas no son esmeraldas. Se trata de cinco broches compuestos por pétalos de cristal de roca francés de color verde, engarzados en oro blanco y rematados por brillantes. Su nombre popular, "mariquillas", deriva de su forma que recuerda a la flor de la mariquita o verónica.
El torero entregó estas joyas a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, figura clave en la Hermandad en aquel tiempo, probablemente en las vísperas de la imposición de la corona de oro a la Macarena en 1913. Originalmente, las mariquillas disponían de una lanceta para fijarse a la ropa. Sin embargo, en algún momento posterior, se les incorporaron unos muelles. Este añadido, aparentemente simple, tuvo un efecto extraordinario: el movimiento de la Virgen al ser llevada en procesión hace que las mariquillas tiemblen, creando la ilusión de que la imagen está respirando, un detalle que ha conmovido a generaciones de sevillanos y devotos.
Aunque inicialmente se barajó la posibilidad de que sustituyeran el tradicional puñal de dolor que luce la Virgen en el pecho, o que se alternaran, lo cierto es que desde aquel momento las mariquillas se integraron de manera fundamental en la iconografía de la Macarena. Su disposición más común es de tres en el lado izquierdo y dos en el derecho, aunque a lo largo del tiempo se han colocado de diversas maneras, incluso las cinco juntas sobre el corazón en ocasiones especiales como su traslado a la Catedral para la Coronación. La Virgen las luce siempre, excepto en Cuaresma, cuando se viste de hebrea, y a veces en noviembre, mes de luto.
La notoriedad de estas joyas es tal que la Hermandad posee otro juego más pequeño que a veces se coloca a la Virgen del Rosario, y se ha confeccionado un collar-cíngulo con tres flores similares. Se han convertido en las joyas quizás más reconocidas de la Semana Santa sevillana, replicadas incluso como recuerdos.

El Legado de un Vínculo Inmortal
El destino, trágico e inesperado, quiso que la vida de Joselito el Gallo se segara prematuramente. El 16 de mayo de 1920, a pesar de estar anunciado en Madrid, Joselito presionó para torear en Talavera de la Reina junto a su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. El toro “Bailador”, un astado pequeño y cornicorto pero de embestida compleja, le encontró tras refugiarse en las tablas. Una cogida fatal en el muslo derecho, seguida de una cornada en el bajo vientre mientras estaba en el aire, acabó con su vida.
La noticia conmocionó a España entera. La reacción de Francisco Arjona “Guerrita”, otro ídolo del toreo, al enterarse de la muerte de Joselito fue lapidaria: “Se acabaron los Toros”. La ciudad de Sevilla se volcó en un duelo multitudinario para despedir a su ídolo. Es un hecho cargado de simbolismo que, el día de su muerte, la Virgen de la Esperanza Macarena se vistió de luto por primera vez en su historia, un gesto que subrayaba la profundidad del vínculo entre el torero y la imagen.
El cortejo fúnebre de Joselito partió de la Alameda y se dirigió a la iglesia de San Gil, sede entonces de la Hermandad de la Macarena, antes de continuar hacia el Cementerio de San Fernando. Allí reposa en un mausoleo impresionante, obra maestra del escultor valenciano Mariano Benlliure. Este monumento funerario, considerado uno de los mejores de la época contemporánea en España, representa un grupo de porteadores llevando el cuerpo inerte del torero, y delante, presidiendo la escena, una escultura de su gran devoción: la Virgen de la Macarena, un recordatorio eterno del amor que Joselito le profesaba.
La Hermandad de la Macarena ha mantenido viva la memoria de Joselito. Conserva en su museo la túnica de nazareno con la que acompañaba a la Virgen en Semana Santa. Y como testimonio perenne de esta singular relación, recientemente se erigió una escultura del torero, obra de Martín Nieto, justo frente a la Basílica, al lado de la imagen a la que tanto amó. Esta estatua no solo honra al torero, sino que inmortaliza la conexión entre Joselito el Gallo y la Macarena, y cómo la fama internacional del diestro contribuyó a proyectar la devoción por la Virgen más allá de los límites de su humilde barrio sevillano.
Preguntas Frecuentes sobre las Mariquillas y la Macarena
¿Qué son exactamente las mariquillas de la Macarena?
Son un conjunto de cinco broches antiguos, estilo art decó, compuestos por pétalos de cristal de roca francés de color verde, engarzados en oro blanco y rematados con brillantes. No son esmeraldas, aunque popularmente se asocian con esta gema por su color.

¿Quién regaló las mariquillas a la Virgen de la Macarena y cuándo?
Fueron un regalo del célebre torero José Gómez Ortega, “Joselito el Gallo”, a la Virgen de la Esperanza Macarena. Las adquirió en París en el año 1913 y las entregó a la Hermandad.
¿Por qué son tan importantes las mariquillas para la Macarena?
Más allá de su valor material, son un símbolo de la profunda devoción de Joselito el Gallo, una figura clave en la historia de Sevilla y la tauromaquia. Su diseño con muelles crea la ilusión de que la Virgen "respira", lo que añade un profundo significado emocional para los devotos. Se han convertido en un elemento distintivo de la iconografía de la imagen.
¿Son las mariquillas las únicas joyas importantes de la Virgen?
La Virgen posee un amplio ajuar de joyas y mantos de gran valor. Sin embargo, las mariquillas son quizás las más conocidas y reconocidas por el público debido a su singular historia y su conexión con Joselito.
¿Quién fue el escultor de la imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena?
La autoría exacta de la imagen de la Virgen sigue siendo un misterio histórico y objeto de debate entre los historiadores del arte. Tradicionalmente se ha atribuido al taller de Pedro Roldán en el siglo XVII. Algunas teorías apuntan a su hija, Luisa Roldán, conocida como La Roldana, una de las primeras escultoras españolas reconocidas, basándose en similitudes estilísticas con otras obras suyas. Otras hipótesis mencionan a artistas como Hita del Castillo o Juan de Mesa. No existe un consenso definitivo.
Así, las cinco mariquillas verdes sobre el pecho de la Virgen de la Esperanza Macarena son mucho más que un adorno. Son cristal engarzado con historia, un latido que recuerda la pasión de un torero legendario, la fe de un pueblo y un vínculo eterno entre el arte efímero del ruedo y la devoción imperecedera por una imagen.
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