¿Qué es la ORFEBRERÍA visigoda?

El Tesoro de Guarrazar: Coronas y Misterios

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La orfebrería visigoda representa uno de los capítulos más fascinantes y menos conocidos del arte antiguo en la península ibérica. Entre las joyas que han sobrevivido al paso del tiempo, destaca por encima de todas el Tesoro de Guarrazar. Este conjunto excepcional no es solo una colección de objetos preciosos, sino un testimonio directo de la riqueza, la fe y las turbulencias de la Alta Edad Media.

Hallado de forma accidental en 1858 en las proximidades de Guadamur, cerca de Toledo, el tesoro emergió de la tierra en lo que se identificó como una necrópolis visigoda. La magnitud y la calidad de las piezas encontradas lo catapultaron de inmediato a la relevancia histórica, siendo considerado el tesoro más importante de su época en el contexto europeo. Las investigaciones posteriores sugieren que el lugar del hallazgo no era un simple cementerio, sino parte de un complejo religioso o palacial significativo.

¿Cuál es el significado de una corona votiva?
Las coronas votivas eran elementos donados a la Iglesia por parte de reyes o nobles de la alta aristocracia para ser colgadas sobre los altares, siendo ofrecidas a Cristo, la Virgen o los santos, con el propósito de que estos actuasen como protectores de los dominios de los oferentes.

La razón de que un tesoro de tal valor fuera ocultado en este lugar sigue siendo objeto de debate, pero la hipótesis más aceptada apunta a la invasión musulmana de la península ibérica en el año 711. Ante la inminente llegada del ejército islámico, se cree que los objetos, que probablemente estaban en uso en el santuario local o fueron trasladados desde Toledo, fueron enterrados de forma planificada para protegerlos, no para ser desmantelados y vender su material. Esta circunstancia es crucial, ya que explica por qué las piezas fueron halladas (las que sobrevivieron) completas, conservando su integridad artística e histórica.

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El Tesoro de Guarrazar: Un Legado Disperso

Lamentablemente, el descubrimiento del tesoro no estuvo exento de problemas. Los halladores iniciales, más interesados en el valor material del oro y las piedras preciosas que en su significado histórico o artístico, intentaron vender las piezas, a menudo fragmentándolas o alterándolas. Esta avaricia tuvo consecuencias devastadoras: se estima que aproximadamente dos tercios del tesoro original fueron destruidos. Además, la dispersión de las piezas restantes complicó su estudio y preservación.

A medida que las autoridades tuvieron conocimiento del hallazgo e iniciaron investigaciones, la venta ilegal de las piezas se dificultó. Algunas de ellas, provenientes de lo que se conoce como el segundo lote del descubrimiento, fueron regaladas a la reina Isabel II, pasando a formar parte de las colecciones reales. Hoy en día, las piezas supervivientes del Tesoro de Guarrazar se encuentran repartidas entre varias instituciones importantes. La mayor parte de ellas, incluyendo algunas de las coronas más famosas, se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (MAN). Otras piezas significativas se custodian en el Museo de Cluny en París y en el Palacio Real de Madrid.

El Misterio de la Corona de Suintila: Una Joya Desaparecida

Entre las piezas más destacadas del Tesoro de Guarrazar se encontraba la Corona de Suintila. Este rey visigodo, que reinó a principios del siglo VII, habría donado esta magnífica corona como ofrenda. La corona formó parte del segundo lote del tesoro y, como mencionamos, fue entregada a la reina Isabel II. Desde el Palacio Real de Madrid, donde se guardaba en la Armería Real, el rastro de esta valiosa pieza se perdió trágicamente.

El 4 de abril de 1921, la Corona de Suintila fue objeto de un robo. A pesar de los esfuerzos de la policía, la corona nunca pudo ser recuperada. Desde aquel lamentable suceso, la Corona de Suintila se encuentra desaparecida, constituyendo uno de los grandes enigmas de la historia de la orfebrería y el arte visigodo. Su pérdida priva al mundo de un elemento crucial para comprender plenamente el conjunto de Guarrazar y la magnificencia de las donaciones reales de la época.

Las Coronas Votivas: Ofrendas de Fe y Poder

Muchas de las coronas halladas en el Tesoro de Guarrazar, como la de Suintila o la de Recesvinto, son clasificadas como "coronas votivas". Pero, ¿qué significa exactamente este término? Las coronas votivas eran objetos de lujo, a menudo de oro y profusamente decorados con piedras preciosas y perlas, que los reyes, la alta aristocracia o la jerarquía eclesiástica donaban a las iglesias. No estaban destinadas a ser llevadas en la cabeza, sino a ser colgadas sobre el altar o en lugares destacados del templo, como ofrendas a Cristo, la Virgen o los santos.

El propósito de estas donaciones era invocar la protección divina sobre los dominios, la persona o la familia del oferente. Eran un acto de piedad y, al mismo tiempo, una demostración pública de riqueza, poder y legitimidad. El texto proporcionado menciona la existencia de una oración específica para la consagración de estas coronas en el Liber Ordinum de la liturgia hispánica del siglo VII, lo que subraya su importancia ritual. La oración, sencilla y directa, pide que la corona "sirva para adornar vuestra casa y sea a honor vuestro un adorno del altar", confirmando su función decorativa y de ofrenda.

¿Dónde está la corona de suintila?
¿Quieres participar en estudios de investigación para ayudar a mejorar Wikipedia?Corona de SuintilaCreaciónSiglo VIIUbicaciónDesconocida (robada del Palacio Real de Madrid en 1921)EstiloArte visigodoMaterialOro, piedras preciosas y semipreciosas, perlas y cristales de colores

Otro ejemplo importante de este tipo de piezas proviene del Tesoro de Torredonjimeno, hallado en Jaén en 1926. Este tesoro también incluía fragmentos de coronas votivas, como la dedicada a las Santas Justa y Rufina de Sevilla. A través de la comparación con las coronas de Guarrazar, se han podido reconstruir hipotéticamente estas piezas, mostrando inscripciones con los nombres de los santos a los que iban dedicadas, y posiblemente, el nombre del oferente.

¿Coronas para el Altar o para el Rey? Un Debate Historiográfico

Si bien la función principal de las coronas de Guarrazar parece ser la de ofrendas votivas, ha existido un debate histórico sobre si los reyes visigodos también utilizaban algún tipo de corona como parte de sus insignias de poder, es decir, como regalia. Las fuentes clásicas, como Isidoro de Sevilla, mencionan el uso de coronas por parte de emperadores bizantinos y algunos reyes germánicos, diferenciándolas de la diadema romana.

El uso de la corona como símbolo real entre los visigodos parece haber comenzado con Leovigildo (siglo VI), quien, según Isidoro, fue el primero en adoptar vestimentas y un trono de estilo real, y en aparecer coronado en sus monedas. Esto podría interpretarse como la adopción de la corona como regalia o simplemente como una imitación de la iconografía imperial bizantina para legitimar su poder.

Sin embargo, los testimonios directos sobre el ceremonial de coronación visigodo son escasos y poco detallados. El relato de la unción de Wamba en el Liber Historiae Wambae no menciona la imposición de una corona. La tendencia historiográfica actual se inclina a pensar que las magníficas coronas halladas en Guarrazar y Torredonjimeno eran exclusivamente votivas, destinadas a la iglesia como ofrenda, y que si los reyes visigodos usaban algo en la cabeza como símbolo de poder, sería más bien una diadema o un aro sencillo, no estas pesadas y elaboradas piezas.

La Corona de Recesvinto: Un Tesoro en Madrid

Una de las piezas más icónicas y representativas del Tesoro de Guarrazar es la Corona de Recesvinto. A diferencia de la corona de Suintila, que se perdió en el robo de 1921, la Corona de Recesvinto ha tenido un destino más afortunado. Aunque el texto proporcionado no lo afirma explícitamente para cada pieza individual, sí indica que "la mayor parte de ellas [las piezas de Guarrazar] se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (MAN)". Dada la preeminencia y el estado de conservación de la Corona de Recesvinto, es prácticamente seguro que se encuentra entre esta "mayor parte".

Por lo tanto, respondiendo a la pregunta, la Corona de Recesvinto se conserva actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, donde es una de las piezas estrella de su colección de arte visigodo, permitiendo a los visitantes admirar la sofisticación técnica y artística de la orfebrería de la época y reflexionar sobre el poder y la fe de los reyes que las ofrecieron.

Comparativa: Tesoro de Guarrazar vs. Tesoro de Torredonjimeno

Aunque el Tesoro de Guarrazar es el más famoso, el Tesoro de Torredonjimeno es otro ejemplo crucial de orfebrería visigoda y de la práctica de las coronas votivas.

CaracterísticaTesoro de GuarrazarTesoro de Torredonjimeno
Lugar de HallazgoGuadamur (Toledo)Torredonjimeno (Jaén)
Año de Hallazgo18581926
Piezas Notables (Mencionadas)Coronas de Suintila, RecesvintoCorona de Santas Justa y Rufina
Función PrincipalCoronas Votivas (mayoría)Coronas Votivas
Destino Actual PrincipalMuseo Arqueológico Nacional (Madrid), Cluny (París), Palacio Real (Madrid)Museo Arqueológico Provincial (Córdoba), Museo Arqueológico Nacional (Madrid), Museu d’Arqueologia de Catalunya (Barcelona)
Estado de ConservaciónParcialmente destruido (aprox. 2/3 perdidos) y dispersoFragmentado y disperso

Preguntas Frecuentes sobre el Tesoro de Guarrazar y las Coronas Votivas

¿Qué es el Tesoro de Guarrazar?

Es un importante conjunto de orfebrería visigoda, principalmente coronas votivas y cruces, hallado en 1858 en Guadamur, Toledo. Es considerado el tesoro más relevante de la Alta Edad Media en Europa.

¿Dónde está la corona de recesvinto?
La corona forma parte del tesoro de Guarrazar, llamado así por el lugar donde se encontró, el yacimiento de Guarrazar, situado en la localidad de Guadamur (Toledo).

¿Por qué es importante el Tesoro de Guarrazar?

Su importancia radica en el número, calidad y significado histórico y artístico de sus piezas, que ofrecen una visión única de la orfebrería, la religión y la realeza del reino visigodo en Hispania.

¿Qué le ocurrió a la Corona de Suintila?

La Corona de Suintila formaba parte del Tesoro de Guarrazar. Fue robada del Palacio Real de Madrid en 1921 y se encuentra desaparecida desde entonces.

¿Qué es una corona votiva?

Una corona votiva es una ofrenda de lujo (generalmente de oro y piedras preciosas) donada por reyes o nobles a la Iglesia para ser colgada en los templos, simbolizando devoción y buscando protección divina. No estaban destinadas a ser llevadas puestas.

¿Se utilizaban las coronas votivas para coronar a los reyes visigodos?

Aunque la corona pudo haber sido un símbolo de poder en la realeza visigoda a partir de Leovigildo, la mayoría de los historiadores actuales consideran que las magníficas coronas de Guarrazar y Torredonjimeno eran exclusivamente votivas, destinadas a ser ofrendas religiosas, no parte del ceremonial de coronación.

¿Dónde puedo ver piezas del Tesoro de Guarrazar hoy?

La mayor parte de las piezas se exhiben en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Otras se encuentran en el Museo de Cluny en París y en el Palacio Real de Madrid.

¿Dónde se encuentra la Corona de Recesvinto?

La Corona de Recesvinto, una de las piezas centrales del Tesoro de Guarrazar, se conserva actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, donde es una de las principales atracciones de la colección.

Un Legado que Perdura

El Tesoro de Guarrazar, a pesar de su dramática historia de descubrimiento, destrucción y dispersión, sigue siendo un pilar fundamental para el estudio de la orfebrería y la historia visigoda. Las coronas votivas, como la de Recesvinto que podemos admirar hoy, nos hablan de un mundo donde la fe y el poder real se entrelazaban, manifestándose en objetos de una belleza y riqueza extraordinarias. Aunque la Corona de Suintila permanezca perdida, el legado del Tesoro de Guarrazar perdura, ofreciéndonos valiosas pistas sobre un reino que sentó las bases de la Hispania medieval.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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