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¿Por qué se llama filigrana en orfebrería?

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Posiblemente muchas veces en nuestro lenguaje coloquial, hemos escuchado el término “filigrana”. Se le vincula casi inmediatamente con el oficio de la platería, sin embargo, también se ha utilizado para expresar o describir ciertas habilidades que demandan un gran dominio técnico de orden meticuloso, o para referirse en sentido figurado a aquello de suma fragilidad y delicadeza. En este sentido, es interesante explorar qué nos dice el diccionario y la historia en relación con el significado de este término, especialmente en el contexto de la orfebrería y la platería.

La mayoría de los diccionarios, incluyendo el de la Real Academia Española de la Lengua, señalan que se denomina filigrana a la obra formada de hilos de oro o plata, unidos y soldados con mucha perfección y delicadeza. Si bien existen otras acepciones para la palabra, como la señal transparente en el papel o un arbusto en Cuba, nuestro enfoque principal está en su significado dentro del trabajo de los metales preciosos.

¿Quién inventó la técnica de filigrana?
La historia del filigrana se remonta al Egipto en donde el papiro era utilizado como base, siendo también notable en Oriente Medio y China.

La palabra proviene del latín filum, que significa hilo, y granum, que significa grano. Esta etimología nos da una pista fundamental sobre la naturaleza de la técnica: se basa en el uso de finísimos hilos de metal. Estos hilos suelen ser entorchados (retorcidos sobre sí mismos) y luego aplanados para crear superficies brillantes que capturan la luz. Posteriormente, son manipulados con gran habilidad para formar intrincados y delicados adornos que recuerdan a los encajes bordados.

La creación de una pieza de filigrana implica un proceso meticuloso. Los hilos de metal se doblan, curvan y entrelazan siguiendo diseños preestablecidos, ya sean formas orgánicas libres o patrones geométricos. Estos elementos filigranados se unen y sueldan cuidadosamente para dar estabilidad y sustento a la obra final. El resultado es una estructura que es a la vez ligera, aireada y visualmente compleja, demostrando el extraordinario dominio técnico de los artesanos, conocidos como “filigraneros”.

Índice de Contenido

Antecedentes Técnicos de la Filigrana a Través de la Historia

El desarrollo de la orfebrería es una constante en la historia de muchas culturas antiguas, tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo. Civilizaciones como la egipcia, china, griega, fenicia, así como las culturas andinas, centroamericanas y mesoamericanas, mostraron un notable avance metalúrgico que sentó las bases para técnicas sofisticadas como la filigrana.

Los primeros pasos en el trabajo de los metales fueron, como es lógico, más rudimentarios. Se comenzó con el conocimiento de los metales nativos y sus propiedades. El golpeo directo para adelgazar pequeños trozos de metal y crear láminas delgadas fue una técnica inicial clave. Este proceso permitió descubrir la maleabilidad y el punto de fusión, propiedades esenciales que darían origen a las diversas técnicas de platería que conocemos hoy.

A medida que los orfebres adquirieron más experiencia, los resultados estéticos de sus creaciones mejoraron notablemente. Pasaron de objetos simples y toscos a piezas de gran refinamiento. Uno de los avances técnicos más significativos fue el desarrollo del proceso de la cera perdida. Esta técnica permitió crear formas mucho más complejas y detalladas de lo que era posible únicamente mediante el martillado o el modelado directo del metal.

En el contexto de la cera perdida, los artesanos descubrieron que podían modelar finos hilos de cera maleable para crear patrones intrincados. Estos patrones de cera se utilizaban para crear moldes, que luego se llenaban con metal fundido. El resultado eran piezas metálicas que replicaban la delicadeza de los hilos de cera originales. A este antiguo procedimiento, que logra un efecto similar al de la filigrana pero utilizando cera en lugar de metal directamente, se le ha llamado “falsa filigrana”.

Si bien el nombre técnico puede generar debate, la “falsa filigrana” precolombina es un testimonio de la increíble destreza técnica de los antiguos orfebres americanos. Lograron obras de una exquisitez y refinamiento que aún hoy asombran, utilizando los recursos y conocimientos disponibles en su época. La importancia radica en el legado material y la maestría demostrada, independientemente de si el hilo inicial era de metal o de cera.

La Filigrana en América Antes de la Conquista

El continente americano fue cuna de culturas con un desarrollo metalúrgico sobresaliente. Se estima que el oficio de la orfebrería tuvo sus orígenes en el territorio del actual Perú, extendiéndose gradualmente hacia otras regiones de Sudamérica, Centroamérica y Norteamérica.

Al comparar la obra de las antiguas culturas andinas, centroamericanas y mesoamericanas, se aprecian numerosas semejanzas tanto en las técnicas empleadas como en la estética de las piezas. Representaban a menudo a sus deidades, así como elementos de la naturaleza: flora, fauna y figuras zoomorfas. Los metales utilizados inicialmente incluían oro, plata y cobre puros, a los que posteriormente se sumaron aleaciones como la tumbaga (una mezcla de oro y cobre).

Como se mencionó, la técnica de fundición a la cera perdida fue fundamental. Los antiguos orfebres americanos alcanzaron un dominio impresionante de este procedimiento. Modelando finos hilos de cera, creaban patrones detallados que luego se convertían en metal. Esta habilidad para replicar la delicadeza de los hilos de cera es lo que vincula estas obras precolombinas con el concepto de filigrana, aunque se les denomine “falsa filigrana” por no usar directamente hilos metálicos.

El Mestizaje de la Técnica en la Época Colonial

La llegada de los españoles al Nuevo Mundo trajo consigo un intercambio cultural y técnico significativo. En el ámbito de la platería, este encuentro dio lugar a un fascinante fenómeno de mestizaje. Uno de los principales intereses de los conquistadores era la riqueza representada por los metales preciosos, lo que propició la llegada gradual de plateros españoles que se establecieron en los virreinatos, principalmente en Nueva España (México) y Perú.

Estos plateros europeos trajeron consigo las técnicas practicadas en el Viejo Mundo, entre ellas la filigrana elaborada directamente con hilos de metal. Rápidamente, los artesanos indígenas, poseedores de una gran habilidad en el trabajo de los metales, asimilaron estas nuevas técnicas. Sin embargo, el acceso a la profesión no fue sencillo para ellos, ya que las leyes coloniales restringían inicialmente el oficio a plateros certificados que debían demostrar su dominio técnico mediante exámenes rigurosos.

Se documenta la existencia de obra de platería colonial en filigrana desde 1517, aunque no se especifica el tipo de objeto, sugiriendo que pudo ser joyería. Las primeras piezas elaboradas con esta técnica en América colonial estaban destinadas a la clase alta española, que sentía una particular predilección por la joyería de filigrana, considerada un símbolo de estatus y refinamiento.

Los diseños traídos por los plateros europeos tenían una fuerte influencia del estilo mudéjar, caracterizado por la fusión de elementos islámicos y cristianos en el arte. Este estilo continuó desarrollándose en los virreinatos de Nueva España, Perú y Nueva Granada (hoy Colombia), adaptándose a los materiales y contextos locales.

Con el paso del tiempo, la estética de la filigrana en cada región de América fue evolucionando. Aunque la influencia española se mantuvo a través de la transmisión generacional del conocimiento a los plateros mestizos, se fueron incorporando características particulares en los diseños. Estos nuevos elementos a menudo reflejaban el sentimiento de identidad nacional y la añoranza de las raíces propias de cada región, dando lugar a estilos distintivos.

La Filigrana en la Actualidad: Un Panorama Regional

Hoy en día, la técnica de la filigrana se mantiene viva y floreciente en varias partes de América Latina, con algunos países destacando como centros de producción tradicional:

  • Perú: La filigrana es considerada prácticamente la “técnica nacional”. Se practica en diversas regiones del país, produciendo una amplia variedad de objetos de plata y oro.
  • Colombia: El pueblo de Mompox es particularmente reconocido por su filigrana. Los artesanos de Mompox son famosos por la fineza y delicadeza de sus joyas, a menudo realzadas con la belleza de las esmeraldas colombianas.
  • Ecuador: La provincia de Chordeleg es un referente importante. Cuenta con un numeroso gremio de plateros dedicados a la elaboración y comercialización de filigrana, que atrae a visitantes interesados en la artesanía local.

Otros países sudamericanos como Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay y Venezuela también cuentan con artesanos que practican la filigrana, aunque quizás a menor escala que los centros principales mencionados. En Centroamérica también hay presencia de esta técnica.

En México, la platería ha tenido un desarrollo significativo desde la época colonial, llegando a ser uno de los principales productores mundiales de plata. Sin embargo, la industrialización de la producción ha relegado en cierta medida las técnicas artesanales como la filigrana a un segundo plano. A pesar de esto, la técnica no ha desaparecido por completo. Sobrevive en manos de talentosos artesanos plateros, herederos del conocimiento a través de la tradición familiar, que se dedican exclusivamente a crear obras de filigrana, tanto en joyería como en objetos utilitarios.

Los principales referentes de la filigrana artesanal en México se encuentran en el sureste del país, en estados como Oaxaca, Chiapas y Yucatán. Aunque de forma más aislada, también hay plateros en otras regiones que practican la técnica.

Instituciones académicas, como la Facultad de Artes y Diseño, Plantel Taxco de la UNAM, también están trabajando en rescatar y fomentar la práctica de la filigrana a través de la investigación y la enseñanza, buscando preservar y desarrollar esta sofisticada técnica para las futuras generaciones.

Entendiendo la Técnica: Hilos y Delicadeza

La esencia de la filigrana reside en la manipulación de hilos finísimos de metal. Estos hilos se obtienen estirando el metal (oro o plata) hasta diámetros muy pequeños. A menudo, varios hilos se retuercen juntos para formar un cordón (entorchado), que luego se aplana ligeramente. Este proceso de entorchado y aplanado le da a los hilos una apariencia brillante y una textura particular que realza el diseño.

Una vez preparados los hilos, el artesano los moldea con pinzas y otras herramientas finas para crear las formas deseadas: volutas, espirales, hojas, flores o patrones geométricos. Estas pequeñas piezas se ensamblan cuidadosamente sobre una base o dentro de un contorno, y luego se sueldan punto a punto. Es un trabajo de inmensa paciencia y precisión, donde cada unión debe ser casi invisible para no interrumpir la continuidad visual del encaje metálico.

Filigrana Verdadera vs. Falsa Filigrana

CaracterísticaFiligrana VerdaderaFalsa Filigrana
Material del Hilo InicialHilos de metal (oro, plata)Hilos de cera
Técnica PrincipalModelado y soldado directo de hilos metálicosFundición a la cera perdida usando modelos de cera filigranados
Resultado FinalEstructura de hilos metálicos soldados, a menudo hueca o sobre una basePieza de metal fundido que replica el patrón de los hilos de cera
Origen HistóricoPracticada desde la antigüedad en diversas culturasTécnica precolombina en América con gran maestría
AspectoApariencia de encaje formado por hilos visibles y unidosSuperficie que imita el encaje de hilos, resultado de la fundición

Preguntas Frecuentes sobre la Filigrana

¿Qué significa "filigrana"?
En orfebrería, se refiere a una técnica decorativa que utiliza finísimos hilos de metal (oro o plata) que se doblan, entrelazan y sueldan para crear patrones intrincados, similares a un encaje.

¿De dónde viene la palabra "filigrana"?
Proviene del latín filum (hilo) y granum (grano o pequeño elemento), haciendo referencia a la composición de la obra a partir de hilos y elementos pequeños.

¿La "falsa filigrana" es realmente filigrana?
Técnicamente, la "falsa filigrana" precolombina utiliza hilos de cera para crear modelos que luego se funden en metal mediante la técnica de la cera perdida. Aunque el resultado estético es similar al de la filigrana hecha con hilos metálicos, la técnica de elaboración es diferente. Sin embargo, demuestra una maestría comparable.

¿Qué países son famosos por su filigrana hoy en día?
Perú, Colombia (especialmente Mompox) y Ecuador (especialmente Chordeleg) son reconocidos como los principales centros de producción de filigrana artesanal en América Latina.

Conclusión

El término filigrana abarca no solo una técnica artesanal de excepcional belleza y delicadeza, sino también una rica historia que se entrelaza con el desarrollo de la metalurgia a través de las culturas y continentes. Desde sus orígenes etimológicos que evocan la imagen de hilos y pequeños elementos, hasta su florecimiento en diversas civilizaciones antiguas y su mestizaje en la América colonial, la filigrana es un testimonio del ingenio y la habilidad humana.

La maestría de los "filigraneros" antiguos y contemporáneos, ya sea trabajando directamente con hilos de oro y plata o mediante la sofisticada técnica de la cera perdida que dio origen a la "falsa filigrana", nos lega obras de arte que son a la vez frágiles en apariencia y eternas en su belleza y valor cultural. Reconocer y apreciar esta técnica nos permite entender mejor la profundidad y complejidad de la orfebrería y la platería como oficios artísticos.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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