¿Qué le encargo el rey Hierón a Arquímedes?

La Corona del Rey Hierón y el Eureka de Arquímedes

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En la antigua Siracusa, una ciudad griega en la isla de Sicilia, allá por el siglo III a.C., gobernaba el rey Hierón II. Como era costumbre entre los monarcas de la época, encargó a un hábil orfebre la creación de una magnífica corona de oro puro, pagando por una cantidad específica del preciado metal. Sin embargo, al recibir la joya, una persistente duda asaltó la mente del rey: ¿había sido engañado? ¿Había el orfebre mezclado metales menos valiosos, como la plata, para quedarse con parte del oro?

El dilema del rey Hierón era considerable. Deseaba saber la verdad, pero no quería dañar la espléndida corona fundiéndola o alterándola de forma irreversible. Necesitaba una manera de verificar su pureza sin destruirla. Ante un problema que parecía irresoluble para la mayoría, el rey, conocedor de la reputación de brillantez y pragmatismo de su súbdito más famoso, hizo llamar a Arquímedes.

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El Desafío del Rey: Pureza sin Destrucción

La encomienda del rey a Arquímedes era clara pero extraordinariamente difícil: determinar si la corona estaba hecha de oro puro o si contenía una aleación con otros metales, sin alterar su forma ni su integridad. Arquímedes, ya un científico y matemático de renombre, comprendió de inmediato la complejidad del desafío. Sabía que el oro puro tiene una propiedad física muy específica, su densidad, que es mayor que la de la plata o el cobre. La densidad es la relación entre la masa (o peso, en este contexto) de un objeto y el espacio que ocupa, es decir, su volumen. Si la corona pesaba lo mismo que la cantidad de oro puro entregada al orfebre, pero tenía un volumen mayor, significaría que se habían añadido metales menos densos y, por lo tanto, más voluminosos para el mismo peso.

¿Qué hizo Arquímedes para comprobar si el artesano había engañado al rey Hierón?
EL MOMENTO EUREKA\n\n Cuando llegó hasta donde estaba el rey, Arquímedes decidió sumergir primero la corona en agua para, a continuación, repetir el procedimiento con la misma cantidad de oro que el rey había entregado al artesano.

El peso de la corona era fácil de medir y, de hecho, coincidía con el peso del lingote de oro inicial. El problema crucial era determinar el volumen exacto de la corona, dada su forma irregular y sin la posibilidad de fundirla para convertirla en una forma geométrica simple, como un cubo o una esfera, cuyo volumen fuera fácil de calcular. Arquímedes se enfrentaba a un enigma que requería una solución ingeniosa y no destructiva.

La Iluminación en el Baño: El Grito Famoso

Días o semanas pasaron mientras Arquímedes meditaba sobre el problema. Probablemente probó varias ideas, todas infructuosas, hasta que llegó el momento cumbre, uno de los más famosos en la historia de la ciencia. Según el relato de Vitruvio, el arquitecto romano, Arquímedes se encontraba tomando un baño público, sumergiéndose en la tina llena de agua. Fue entonces cuando observó algo aparentemente trivial pero profundamente significativo: el nivel del agua subía a medida que su cuerpo se sumergía.

En ese instante, la conexión se hizo brillante y clara en su mente. Se dio cuenta de que el volumen de agua que se desplazaba o se desbordaba al sumergir un objeto era exactamente igual al volumen de ese objeto. ¡Esta era la clave para medir el volumen de la corona sin importar su forma! Ya no necesitaba fundirla o intentar calcular su volumen con fórmulas geométricas complejas; solo necesitaba sumergirla en agua y medir el desplazamiento.

La emoción del descubrimiento fue tal que Arquímedes, absorto en su revelación, salió corriendo desnudo por las calles de Siracusa, directo a su casa para poner a prueba su hipótesis, sin importarle su estado. Mientras corría, gritaba sin cesar: ¡Eureka!¡Eureka! Una palabra griega que significa ¡Lo he encontrado! Este momento de epifanía ha pasado a la historia como el arquetipo del instante en que una solución largamente buscada aparece de repente con total claridad.

La Prueba Científica: Desenmascarando el Fraude

Con su nuevo método en mente, Arquímedes procedió a realizar el experimento que confirmaría o refutaría la pureza de la corona. Necesitaba comparar el volumen de la corona con el volumen de una cantidad equivalente de oro puro y una cantidad equivalente de plata pura. Tomó la corona del rey Hierón, una pieza de oro puro que pesaba exactamente lo mismo que la corona, y una pieza de plata pura que también pesaba lo mismo que la corona.

¿Cuál es la leyenda de la corona del rey Hierón?
El rey Hierón de Siracusa (Sicilia) entregó a un orfebre un determinado peso de oro para que le hiciera una corona. El peso de la corona era el mismo que el del oro entregado, pero corrían rumores de que el orfebre había mezclado oro con plata, estafando así al rey. La estafa fue descubierta por Arquímedes.

Llenó un recipiente con agua hasta el borde y sumergió la pieza de oro puro. Midió el volumen de agua que se desbordaba o el nivel que subía, registrando así el volumen del oro puro. Repitió el proceso con la pieza de plata. Dado que la plata es menos densa que el oro, la pieza de plata, a igual peso, ocupaba un volumen considerablemente mayor que la pieza de oro. Por lo tanto, al sumergirla, desplazó una cantidad de agua mucho mayor.

Comparación de Volúmenes por Desplazamiento

MaterialPeso (Igual al de la Corona)DensidadVolumen (Agua Desplazada)
Oro PuroXAltaPequeño (Referencia Oro)
Plata PuraXBajaGrande (Referencia Plata)
Corona SospechosaX¿?Medido por Arquímedes

Finalmente, Arquímedes sumergió la corona del rey. Observó cuidadosamente la cantidad de agua desplazada. El resultado fue concluyente: el volumen de agua desplazado por la corona era mayor que el desplazado por el oro puro del mismo peso, pero menor que el desplazado por la plata pura del mismo peso. Esto significaba, inequívocamente, que la densidad de la corona era menor que la del oro puro, pero mayor que la de la plata pura. La única explicación posible era que la corona no era de oro puro, sino una aleación de oro y un metal menos denso, como la plata.

Con esta prueba irrefutable, Arquímedes pudo demostrar ante el rey Hierón que el orfebre, efectivamente, lo había engañado. El artesano, confrontado con la evidencia científica, terminó confesando que había sustituido una parte del oro original por plata para su propio beneficio. La genialidad de Arquímedes no solo resolvió el dilema del rey, sino que también sentó las bases de uno de los principios fundamentales de la física.

El Principio de Arquímedes: Más Allá de la Corona

El descubrimiento fundamental que Arquímedes hizo en su bañera es lo que hoy conocemos como el Principio de Arquímedes. Este principio establece que todo cuerpo sumergido total o parcialmente en un fluido (líquido o gas) experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del volumen del fluido desalojado. Este empuje es la fuerza que permite que los objetos floten o se hundan; si el peso del objeto es menor que el peso del fluido que desplaza (es decir, es menos denso que el fluido), flotará. Si es mayor (más denso), se hundirá.

Aunque la historia de la corona es la anécdota más famosa asociada a este principio, su impacto científico y práctico es inmenso. Es fundamental para entender la hidrostática, el diseño de barcos y submarinos, la medición de densidades de sustancias irregulares y muchas otras aplicaciones en ingeniería y ciencias naturales. La anécdota de la corona del rey Hierón sirve como una introducción perfecta a la genialidad de Arquímedes y a su enfoque práctico para resolver problemas del mundo real.

¿Cuál es la historia de la corona de oro del rey Hierón?
En el siglo III a.C. el rey Hierón II gobernaba Siracusa. Siendo un rey ostentoso, pidió a un orfebre que le crease una hermosa corona de oro, para lo que le dio un lingote de oro puro. Una vez el orfebre hubo terminado, le entregó al rey su deseada corona.

Preguntas Frecuentes sobre la Corona y Arquímedes

  • ¿Es la historia de la corona del rey Hierón completamente real?

    La historia es relatada por Vitruvio, un arquitecto e ingeniero romano que vivió siglos después de Arquímedes. Aunque algunos detalles, como el famoso grito y la carrera desnudo, podrían ser embellecimientos legendarios, la parte central del relato sobre Arquímedes usando el desplazamiento de agua para verificar la pureza de la corona es científicamente plausible y consistente con el Principio de Arquímedes.

  • ¿Qué significa exactamente la palabra "Eureka"?

    ¡Eureka! es una exclamación en griego antiguo que significa literalmente "¡Lo he encontrado!" o "¡Lo descubrí!". Se utiliza para expresar la alegría y la excitación ante un descubrimiento o una solución repentina a un problema difícil.

  • ¿Qué es el Principio de Arquímedes explicado de forma sencilla?

    Es la razón por la que los objetos parecen pesar menos bajo el agua. Cuando sumerges algo en un líquido, el líquido empuja el objeto hacia arriba con una fuerza igual al peso del líquido que el objeto desplaza. Si esa fuerza de empuje es mayor que el peso del objeto, el objeto flotará.

  • ¿Qué le ocurrió al orfebre que presuntamente engañó al rey Hierón?

    Según los relatos, el orfebre, al ser confrontado con la demostración de Arquímedes, confesó haber mezclado plata con el oro. El destino final del orfebre no se detalla en las versiones más conocidas de la historia, pero el fraude fue descubierto gracias al ingenio de Arquímedes.

La historia de la corona del rey Hierón y el momento ¡Eureka! de Arquímedes es mucho más que una simple anécdota curiosa. Es un testimonio del poder de la observación, la aplicación práctica de la ciencia y el intelecto humano para resolver misterios complejos. Nos recuerda que los grandes descubrimientos a menudo provienen de mirar el mundo cotidiano con ojos curiosos y una mente preparada para conectar ideas. La figura de Arquímedes, el genio de Siracusa, sigue inspirando a científicos y pensadores miles de años después.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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