Chaway Mapuche: El Aro que Abraza la Luna

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La orfebrería y la platería han sido artes fundamentales en diversas culturas a lo largo de la historia, no solo por su valor estético o material, sino por la capacidad de encapsular significados profundos, tradiciones y visiones del mundo. En el contexto del pueblo Mapuche, el trabajo con metales ha tenido una relevancia particular, siendo un vehículo esencial para la expresión de su identidad y cosmovisión.

Aunque el trabajo metalúrgico ya existía antes de la llegada de los europeos, fue particularmente a mediados del siglo XVIII cuando el arte de la platería Mapuche experimentó un florecimiento notable. Este auge se debió, en gran medida, al intenso intercambio comercial que se estableció tanto con otros pueblos indígenas como con los colonizadores españoles. La plata, en particular, se convirtió en el metal predilecto para la creación de piezas de gran belleza y significado, trabajadas magistralmente por los artesanos conocidos como rütrafe.

¿Cómo se llama la joyería mapuche?
La platería es una parte importante de la cultura ya que a través de esta el pueblo Mapuche se expresa y la utilizan durante ceremonias y rituales de alto valor simbólico.

Estas piezas, predominantemente diseñadas para el adorno femenino, son mucho más que simples ornamentos. Cada forma, cada detalle y cada material utilizado porta consigo fragmentos de la filosofía y la cosmovisión Mapuche, narrando historias ancestrales y conectando a quien las porta con el universo y sus ciclos.

Índice de Contenido

El Chaway: Un Símbolo de Transición y Conexión

Dentro del vasto repertorio de la platería Mapuche, hay una pieza que destaca por su simbolismo específico y su rol en un rito de paso fundamental: el aro tradicional conocido como chaway. Esta joya no es un simple accesorio; es un regalo cargado de significado que se entrega a cada niña Mapuche en el momento crucial en que transita hacia la adolescencia.

La entrega del chaway marca una etapa importante en la vida de una mujer Mapuche, simbolizando su crecimiento, su entrada a la madurez y su conexión con los aspectos más profundos de su identidad cultural y espiritual. Es un reconocimiento público de su transición y un recordatorio constante de su herencia.

La Relación con Kuyen y el Ciclo Femenino

El simbolismo más profundo asociado al chaway reside en su vínculo con Kuyen, la Luna en idioma mapudungun, y la estrecha relación de esta con el ciclo femenino. En la cosmovisión Mapuche, la Luna es una entidad poderosa y venerable, asociada con los ciclos de la naturaleza, el agua, la fertilidad y, de manera muy particular, con la vida de las mujeres.

Los ciclos lunares, con su ritmo constante de crecimiento y mengua, reflejan y se entrelazan con los ciclos biológicos y vitales de las mujeres. El chaway, al representar esta conexión, se convierte en un talismán que acompaña a la mujer a lo largo de su vida, recordándole su naturaleza cíclica, su fuerza interior y su armonía con el universo.

Este simbolismo no es casual. La platería Mapuche, en general, utiliza formas que evocan elementos de la naturaleza y del cosmos: el sol, la luna, las estrellas, los ríos, las plantas. El chaway, al centrarse en la Luna y su relación con la mujer, pone de manifiesto la importancia de lo femenino y de los ritmos naturales dentro de la estructura del pensamiento Mapuche.

La Platería Mapuche: Arte, Historia y Cultura

La maestría de los rütrafe no solo se manifiesta en la belleza de las piezas, sino en la capacidad de infundirles vida y significado. El proceso de creación de un chaway, como el de cualquier otra pieza de platería Mapuche, implica un conocimiento profundo del material, de las técnicas ancestrales y, sobre todo, de la cosmovisión que le da sentido.

¿Qué artesanías hacían los mapuches?
La colección de objetos mapuche está constituida aproximadamente por quinientas piezas, que abarcan diversos aspectos de su cultura, como lo doméstico y lo ritual. Variados materiales y técnicas conforman este conjunto entre los cuales destacan platería, cestería, alfarería, textil y talla en madera, entre otros.

La plata, por su brillo y maleabilidad, permitió a los artesanos crear formas complejas y detalladas, que a menudo incluían grabados y repujados que representaban motivos simbólicos. Estas piezas no solo eran adornos; funcionaban como indicadores de estatus, protectores espirituales y, como en el caso del chaway, marcadores de etapas vitales.

El desarrollo de la platería en el siglo XVIII, impulsado por el comercio, permitió la acumulación de plata y la creación de piezas de mayor tamaño y profusión, como pectorales (trapelacucha), cinturones (trarüpil), prendedores (tupu) y, por supuesto, aros (chaway y otras variantes). Esta riqueza material se tradujo en un florecimiento cultural y artístico que dejó un legado invaluable.

El valor de la platería Mapuche trasciende lo económico; reside en ser un testimonio vivo de la resistencia cultural, la creatividad artística y la profunda conexión espiritual de un pueblo con su entorno y su historia.

Evolución del Trabajo del Metal en la Cultura Mapuche

Para comprender la importancia del chaway y otras piezas, es útil contextualizar el desarrollo de la metalurgia Mapuche a lo largo del tiempo.

PeríodoCaracterísticas del Trabajo del MetalMetales Utilizados (principalmente)Rol de las Piezas
Pre-llegada EspañolaExistencia de trabajo con metales (probablemente cobre y aleaciones). Conocimiento de técnicas básicas.Cobre y aleaciones locales.Posiblemente herramientas, adornos sencillos, elementos rituales.
Mediados Siglo XVIII en adelanteGran florecimiento de la platería. Desarrollo de técnicas avanzadas. Producción a gran escala gracias al comercio.Principalmente Plata. También Cobre, Bronce, Alpaca (posteriormente).Adornos elaborados (principalmente femeninos), indicadores de estatus, elementos ceremoniales, reservorio de valor, expresión de cosmovisión.

Esta tabla simplificada muestra cómo la platería en plata, tal como la conocemos en sus expresiones más icónicas como el chaway, es un fenómeno que se consolidó y expandió significativamente a partir del siglo XVIII, aunque con raíces en prácticas metalúrgicas más antiguas.

Preguntas Frecuentes sobre el Chaway Mapuche

¿Qué significa la palabra "chaway"?
Chaway es el término en idioma mapudungun para referirse a los aros, particularmente a este tipo tradicional asociado a la transición a la adolescencia.
¿Por qué se entrega el chaway a las niñas?
Se entrega como un símbolo de su paso de la niñez a la adolescencia, marcando una etapa importante de crecimiento y madurez dentro de la comunidad.
¿Qué simboliza Kuyen en relación con el chaway?
Kuyen (la Luna) simboliza la conexión del chaway con los ciclos naturales y, de manera específica, con los ciclos vitales y biológicos de las mujeres, representando la feminidad y la armonía con el universo.
¿Quiénes eran los rütrafe?
Los rütrafe eran los artesanos o plateros especializados en trabajar la plata y otros metales en la cultura Mapuche. Eran figuras importantes por su habilidad técnica y su conocimiento simbólico.
¿El chaway es solo un adorno?
No, el chaway es mucho más que un simple adorno. Es un objeto cargado de un profundo significado cultural, espiritual e identitario. Representa una transición vital, una conexión con la cosmovisión Mapuche y un legado ancestral.
¿Se sigue utilizando el chaway hoy en día?
Sí, el chaway sigue siendo una pieza importante y valorada en la cultura Mapuche contemporánea, utilizado en ceremonias, encuentros culturales y como una forma de afirmar la identidad.

Conclusión

El chaway Mapuche es un ejemplo fascinante de cómo una pieza de joyería puede encapsular la riqueza cultural, la historia y la cosmovisión de un pueblo. No es solo un aro de plata; es un portal hacia el entendimiento de la relación entre el ser humano, la naturaleza y el cosmos, un símbolo de crecimiento femenino y un testimonio del arte y la sabiduría de los rütrafe. A través del brillo de la plata, el chaway continúa narrando la profunda conexión del pueblo Mapuche con la Luna y los ciclos de la vida.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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