Casa Escasany: Historia de una Joya Argentina

Valoración: 4.74 (6985 votos)

En el corazón histórico de Buenos Aires se alza un edificio que, aunque hoy alberga usos diversos, guarda en sus cimientos y en su fachada la memoria de un pasado de esplendor y lujo. Hablamos de la Casa Escasany, un nombre que resonó con fuerza en el ámbito de la orfebrería, la platería y la relojería en Argentina durante décadas. No fue solo un negocio; fue un símbolo de estatus, calidad y tradición, marcando una era en el comercio de artículos de alta gama en el país.

¿Cuál es la historia de Casa Escasany?
Escasany fue la casa de joyería más importante del país, y llegó a tener 1.500 empleados y sucursales en todas las provincias. Originalmente existían varios relojes con la hora de distintas metrópolis y capitales, y en la década de 1940 se instaló un sistema de altavoces que reproducía la melodía Westminster.

Su historia, entrelazada con el crecimiento y los cambios de la capital argentina, es un relato de ambición, éxito, desafíos y, finalmente, un cierre que dejó un vacío en el sector. Conocer la trayectoria de Casa Escasany es asomarse a un capítulo importante de la historia comercial y arquitectónica de Buenos Aires.

Índice de Contenido

Los Cimientos de un Imperio del Lujo

La historia de Casa Escasany como institución comenzó oficialmente el 20 de julio de 1892. Eligieron una ubicación estratégica e inmejorable: la esquina sudoeste del cruce de las calles Rivadavia y Perú, un punto neurálgico de la actividad comercial y social de la época. La visión era clara: establecer una casa de joyería y relojería que se destacara por su calidad, variedad y servicio, apuntando a una clientela exigente y de alto poder adquisitivo.

El proyecto arquitectónico fue encomendado al estudio de Martín S. Noel y Manuel Escasany, quienes concibieron un edificio imponente y funcional, digno de albergar una empresa de tal magnitud. La construcción estuvo a cargo de la Empresa Constructora F.H. Schmidt S.A., garantizando una obra sólida y representativa de la arquitectura de la época. Desde sus inicios, la Casa Escasany no escatimó en demostrar su importancia y su aspiración a la grandeza.

El Edificio que se Convirtió en Icono

Más allá de ser la sede de la empresa, el edificio de la Casa Escasany se convirtió rápidamente en un punto de referencia en Buenos Aires. Su fachada, distintiva y elegante, capturaba la atención de los transeúntes. El elemento más icónico y recordado es, sin duda, su elevado reloj, visible desde varias cuadras a la redonda, marcando no solo la hora sino también la presencia imponente de la casa comercial.

En la ochava del edificio, de forma destacada, se grabó la fecha de su apertura, un recordatorio permanente de sus orígenes: 20 de julio de 1892. Un detalle fascinante de sus primeros años era la existencia de varios relojes en su exterior que mostraban la hora de diferentes metrópolis y capitales del mundo, un guiño a la visión global de la empresa y a la conexión de Argentina con el resto del planeta en esa época de crecimiento y expansión. Posteriormente, en la década de 1940, se añadió un sistema de altavoces que reproducía la melodía Westminster, sumando un elemento sonoro a la identidad visual del edificio y atrayendo aún más la atención.

La arquitectura del edificio no solo buscaba ser estéticamente agradable, sino también funcional para una joyería de alto nivel. Los amplios salones de exposición, la seguridad necesaria para resguardar bienes de gran valor y las oficinas administrativas se integraban en un diseño que reflejaba la seriedad y el prestigio de la Casa Escasany. Era un templo dedicado al lujo y la precisión, un lugar donde los porteños y visitantes acudían en busca de las mejores joyas, relojes y objetos de platería.

El Apogeo: La Joyería Más Importante del País

Durante muchas décadas, Casa Escasany ostentó con orgullo el título de la casa de joyería más importante de Argentina. Este liderazgo no se basaba únicamente en la calidad de sus productos, que era excelsa, sino también en su escala operativa y su alcance a nivel nacional. Llegó a contar con un staff impresionante de 1.500 empleados, una cifra que hoy puede parecer abrumadora para una joyería, pero que da cuenta de la magnitud de sus operaciones, que incluían desde maestros orfebres y relojeros hasta vendedores, personal administrativo y logístico.

Su presencia se extendía más allá de la capital. Casa Escasany estableció sucursales en todas las provincias argentinas, llevando el lujo y la distinción a lo largo y ancho del territorio nacional. Cada sucursal mantenía los altos estándares de calidad y servicio de la casa central, consolidando la marca como sinónimo de excelencia en todo el país. Ofrecían una vasta colección que incluía:

  • Joyas finas con diamantes, zafiros, esmeraldas y otras piedras preciosas.
  • Relojes de las marcas más prestigiosas del mundo y creaciones propias.
  • Objetos de platería y orfebrería artística, tanto utilitarios como decorativos.
  • Artículos de regalo de lujo.

Entrar a Casa Escasany era una experiencia en sí misma. Los salones estaban decorados con elegancia, la atención era personalizada y experta, y la variedad de productos expuestos era deslumbrante. Era el lugar al que se acudía para celebrar momentos importantes de la vida con un regalo significativo: compromisos, bodas, aniversarios, nacimientos. La marca Escasany se convirtió en parte de la historia familiar de muchas generaciones de argentinos.

¿Cuál es la historia de Casa Escasany?
Escasany fue la casa de joyería más importante del país, y llegó a tener 1.500 empleados y sucursales en todas las provincias. Originalmente existían varios relojes con la hora de distintas metrópolis y capitales, y en la década de 1940 se instaló un sistema de altavoces que reproducía la melodía Westminster.

Una Comparación de Épocas

Para comprender la trayectoria de Casa Escasany, es útil contrastar su época de mayor esplendor con el momento que precipitó su cierre:

AspectoÉpoca de Apogeo (Mediados S. XX)Época del Cierre (Fines S. XX - 1978)
Posición en el MercadoLíder indiscutido, la más importante del país.Enfrentando competencia severa.
Escala Operativa1500 empleados, sucursales en todas las provincias.Probablemente reducida, enfrentando baja rentabilidad.
Desafíos PrincipalesMantener calidad y servicio en expansión.Competencia desleal del contrabando.
RentabilidadAlta y sostenida.Baja, afectando la viabilidad del negocio.
Activo Principal (Negocio)Venta de joyería, relojería, orfebrería.El negocio en sí mismo se vuelve menos rentable.
Valor del Edificio/PropiedadesSede principal de operaciones.Gran valor como activo inmobiliario, clave en la decisión de cierre.
Contraste entre el apogeo y el momento de cierre de Casa Escasany.

Esta tabla resalta cómo un factor externo y difícil de controlar como el contrabando pudo minar la rentabilidad de un negocio que, hasta entonces, había sido sumamente exitoso. La competencia desleal, que ofrecía productos a precios más bajos al evadir impuestos y controles, hacía que el modelo de negocio basado en la importación legal, la fabricación local de alta calidad y una estructura grande y costosa, dejara de ser sostenible.

El Declive y el Fin de una Era

A pesar de su prestigio y su larga trayectoria, Casa Escasany no fue inmune a los cambios económicos y sociales. Hacia la década de 1970, el contexto económico en Argentina se volvió más complejo. La competencia, especialmente la proveniente del contrabando, comenzó a afectar seriamente la rentabilidad de las empresas formales que operaban con altos costos e impuestos. Adquirir joyas y relojes de lujo por vías informales, a precios significativamente menores, se volvió una alternativa atractiva para muchos consumidores.

Frente a esta baja de rentabilidad, la familia Escasany, propietaria del negocio, tomó una difícil decisión en 1978: cerrar definitivamente las puertas de la Casa Escasany. Aunque el negocio en sí mismo ya no generaba la misma ganancia, las propiedades inmobiliarias que poseían, incluido el emblemático edificio de Rivadavia y Perú, tenían un valor considerable. La decisión fue liquidar la empresa y repartir la gran renta generada por la venta o división de estos activos entre los primos y hermanos de la familia.

Este cierre significó el fin de una institución que había marcado una época. Miles de empleados perdieron sus trabajos, y el mercado de la joyería y relojería de alta gama en Argentina perdió a su máximo referente. Sin embargo, la conexión del apellido Escasany con el rubro no desapareció por completo. Miguel Escasany, uno de los miembros de la familia, decidió continuar en el negocio por su cuenta, abriendo su propia joyería en la calle Florida, manteniendo viva, de alguna manera, la tradición familiar en el sector.

La Vida Post-Escasany del Edificio

Tras el cierre de la joyería en 1978, el icónico edificio de la esquina de Rivadavia y Perú quedó disponible. Fue alquilado y pronto encontró un nuevo inquilino de gran envergadura: Entel, la empresa estatal de telefonía de Argentina. Durante años, el edificio que una vez albergó brillantes joyas y precisos relojes se convirtió en el centro de operaciones de las comunicaciones telefónicas del país. Esta ocupación se extendió hasta 1990, año en que Entel fue privatizada como parte de un proceso de reforma económica.

Con la privatización de Entel, el edificio cambió de uso nuevamente. Actualmente, sus oficinas son alquiladas a diversos particulares y empresas, adaptándose a las necesidades del mercado inmobiliario moderno. En la planta baja, donde alguna vez se exhibieron valiosas piezas de orfebrería, hoy funciona un local de la cadena de comida rápida Burger King, un contraste que habla de la transformación del comercio y la vida urbana en el centro porteño.

A pesar de los cambios en sus inquilinos y en su uso, el edificio de la Casa Escasany sigue en pie, testigo silencioso de su propia historia. El gran reloj en la fachada sigue marcando la hora, y la inscripción con la fecha de 1892 en la ochava permanece como un recordatorio visible del legado de una casa que fue sinónimo de lujo y distinción en Argentina.

Preguntas Frecuentes sobre Casa Escasany

¿Cuándo se fundó Casa Escasany?
Casa Escasany fue fundada el 20 de julio de 1892.
¿Dónde estaba ubicada la Casa Escasany principal?
Estaba ubicada en la esquina sudoeste de Rivadavia y Perú/Florida en Buenos Aires.
¿Por qué cerró Casa Escasany?
Cerró en 1978 debido a la baja de rentabilidad causada por la competencia del contrabando.
¿Qué pasó con el edificio después del cierre?
Fue alquilado por Entel (empresa estatal de telefonía) hasta 1990, y actualmente sus oficinas son alquiladas a particulares, con un local comercial en la planta baja.
¿Fue Casa Escasany solo un edificio?
No, Casa Escasany fue una importante empresa de joyería y relojería, la más grande de Argentina en su momento, que operaba desde ese edificio y tenía sucursales en todo el país.

La historia de Casa Escasany es más que la crónica de un negocio; es el relato de una época, de un estilo de comercio y de la importancia que la orfebrería y la relojería de alta calidad tuvieron en la sociedad argentina. Aunque la empresa ya no existe, el edificio que la albergó sigue siendo un monumento a su legado, un recordatorio de cuando un nombre era sinónimo de la máxima excelencia en el mundo de los objetos preciosos.

Si quieres conocer otros artículos parecidos a Casa Escasany: Historia de una Joya Argentina puedes visitar la categoría Orfebreria.

Avatar photo

Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

Subir