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La Tumbaga: Oro y Cobre en el Mundo Antiguo

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En el corazón de las antiguas civilizaciones que florecieron en lo que hoy conocemos como América, desde las intrincadas selvas de Mesoamérica hasta las áridas costas de Perú y las tierras del sur en Chile, los metales preciosos no solo eran símbolos de estatus y poder, sino también herramientas esenciales para el desarrollo tecnológico y artístico. Entre el oro puro, la plata y el cobre, existió una aleación de suma importancia, fundamental para la orfebrería y la metalurgia de la época: la tumbaga. Este material versátil, cuya composición variaba enormemente, permitió a los artesanos precolombinos alcanzar niveles de maestría técnica que aún hoy asombran a los expertos.

What is tumbaga used for?
Use and function\n\n Pre-Columbian cultures used tumbaga to make religious objects. Tumbaga is versatile and can be cast, drawn, hammered, gilded, etc. The proportion of gold to copper in artifacts varies widely. Some tumbaga also contains other metals, up to 18% of the total mass.

¿Pero qué era exactamente la tumbaga? El término “tumbaga” se utilizaba de forma general en el contexto precolombino para describir cualquier combinación de oro y cobre. Lo que hace particularmente interesante a esta aleación es su increíble rango de composición. Podía ser predominantemente cobre con solo un pequeño porcentaje de oro, o casi oro puro con una mínima adición de cobre. La variabilidad era enorme, abarcando aleaciones que iban desde un 95% de cobre hasta un 95% de oro. Sin embargo, las aleaciones más comunes, y a las que a menudo se refería específicamente como tumbaga o “oro guanin”, se obtenían añadiendo entre un 10% y un 30% de cobre al oro. Esta adición de cobre era intencional y buscaba modificar las propiedades del oro puro. Además del oro y el cobre, la tumbaga generalmente contenía entre un 5% y un 10% de plata. Es crucial entender que esta plata no se añadía de forma deliberada, sino que venía como una impureza natural, presente en el oro tal como se extraía de los yacimientos. La proporción exacta de oro utilizada en la tumbaga dependía en gran medida de la disponibilidad local del metal precioso. Así, en áreas ricas en oro, como las culturas Calima y Tolima en la actual Colombia, los objetos fabricados tendían a tener un contenido de oro más elevado. En contraste, muchas de las piezas que se conservan de regiones como las de los Muisca y Tairona, también en Colombia, son más pequeñas, contienen menos oro y su apariencia dorada dependía en gran medida de tratamientos superficiales.

La popularidad de la tumbaga no era casual; respondía a ventajas técnicas significativas. La principal de ellas era su bajo punto de fusión en comparación con el oro o el cobre puros. Por ejemplo, una aleación compuesta por un 70% de oro y un 30% de cobre funde a una temperatura aproximada de 800°C. Esta temperatura es considerablemente menor que los puntos de fusión del oro (1064°C) o del cobre (1085°C). Esta diferencia era fundamental para los métodos de trabajo de la época. La fundición se realizaba en grandes crisoles de arcilla, y el calor necesario se generaba insuflando aire en el fuego mediante tubos o cerbatanas, a menudo operadas por varios individuos. Un punto de fusión más bajo hacía que el proceso de fundición fuera mucho más manejable y eficiente con la tecnología disponible. Una vez que el metal alcanzaba su estado líquido, se vertía a través de un orificio en la base del crisol hacia moldes abiertos, que podían ser de piedra o arcilla. La presencia de estos moldes en sitios arqueológicos a lo largo de América del Sur es una prueba tangible de la extensión de estas prácticas metalúrgicas.

Más allá de la fundición básica, los orfebres precolombinos demostraron un dominio técnico extraordinario al trabajar con tumbaga, especialmente en el arte del moldeado a la cera perdida. Esta técnica, increíblemente sofisticada para la época, les permitía crear objetos de gran complejidad y, notablemente, piezas huecas. El proceso comenzaba con la elaboración de un modelo interno o núcleo, generalmente hecho de arcilla, al que se daba la forma básica del objeto deseado. Este núcleo se secaba meticulosamente al sol durante varios días para asegurar la eliminación de toda la humedad. Posteriormente, se preparaba una mezcla de cera de abejas con resina de copal, que le confería la dureza necesaria. Esta cera se extendía en una fina lámina que se moldeaba cuidadosamente alrededor del núcleo de arcilla, creando una réplica exacta del exterior del objeto. Sobre esta capa de cera, los artesanos añadían o grababan todos los detalles decorativos finales. El siguiente paso consistía en cubrir este modelo de cera con una capa de material refractario para crear el molde exterior. Este material se preparaba a menudo mezclando arcilla, carbón vegetal en polvo y una pequeña cantidad de arena, humedeciendo la mezcla y aplicándola alrededor del modelo de cera. Una vez que este molde exterior se secaba, se calentaba el conjunto. El calor derretía la cera, que salía por orificios previamente diseñados, dejando un espacio vacío entre el núcleo de arcilla y el molde exterior, con la forma precisa del objeto a fundir. La tumbaga fundida se vertía entonces en este espacio. Una vez que el metal se enfriaba y solidificaba, el molde exterior se rompía cuidadosamente para recuperar la pieza metálica. Esta técnica no solo permitía la creación de formas complejas y objetos huecos, reduciendo la cantidad de metal necesario, sino que también hizo posible la creación de objetos bimetálicos, como piezas que combinaban plata y tumbaga en diferentes secciones, lo que subraya el avanzado conocimiento y control de los procesos metalúrgicos.

Dado que la composición de la tumbaga podía variar tanto, especialmente en piezas con un contenido de oro relativamente bajo, los artesanos desarrollaron métodos para mejorar la apariencia superficial de los objetos y hacer que parecieran estar hechos de oro de mayor pureza. La técnica más destacada para lograrlo era el depletion gilding. Este proceso, que podría traducirse como “dorado por empobrecimiento” o “enriquecimiento superficial”, consistía en tratar la superficie del objeto de tumbaga con sustancias ácidas o corrosivas. Estas sustancias, posiblemente derivadas de plantas o minerales, atacaban y disolvían selectivamente el cobre (y en menor medida la plata) de la capa más externa de la aleación, dejando una capa superficial enriquecida en oro puro. Una vez completado el tratamiento, la superficie se pulía, resultando en un acabado brillante y dorado que daba la impresión de que la pieza estaba hecha de oro macizo, incluso si el núcleo contenía una proporción significativa de cobre. Esta técnica era una muestra de ingenio, permitiendo a las culturas con acceso limitado a oro puro crear objetos que visualmente rivalizaban con los hechos de metal más precioso.

Los usos de la tumbaga eran diversos y reflejaban su importancia tanto funcional como simbólica. Se utilizaba ampliamente en la fabricación de una vasta gama de objetos: desde herramientas y armas (aunque menos comunes que el cobre puro) hasta, y sobre todo, artículos suntuarios y rituales. Pectorales de gran tamaño, intrincadas narigueras, orejeras, colgantes con formas complejas, brazaletes, figuras antropomorfas y zoomorfas, y objetos ceremoniales eran comúnmente elaborados en tumbaga. Sin embargo, la tumbaga también tuvo un uso particularmente intrigante en contextos funerarios y rituales. Algunas culturas, notablemente la Moche en la costa norte de Perú, practicaban un ritual en el que colocaban pequeños lingotes u objetos de tumbaga en la boca de los individuos de alto estatus antes de proceder a su entierro. Esta misma práctica, utilizando diversos metales, ha sido documentada en el estudio de ritos funerarios de otras culturas antiguas alrededor del mundo, lo que sugiere un simbolismo profundo asociado a la muerte y el tránsito al más allá. Aunque su significado exacto para los Moche sigue siendo objeto de debate entre los investigadores, podría estar relacionado con el estatus del difunto, una forma de pago en el viaje post-mortem, o una ofrenda a las deidades.

La habilidad de los orfebres precolombinos, que trabajaban con tumbaga y otros metales utilizando principalmente herramientas de piedra, es realmente admirable. Su capacidad para ejecutar técnicas tan complejas como el moldeado a la cera perdida, la creación de objetos huecos, o el dominio del depletion gilding, demuestra no solo un conocimiento profundo de las propiedades de los materiales, sino también una destreza manual y una paciencia excepcionales. Civilizaciones como la Moche, además de su maestría en la metalurgia, eran también lapidarios increíblemente hábiles, capaces de perforar agujeros perfectamente rectos en cuentas de cristal de cuarzo y orificios diminutos en discos de turquesa, todo ello sin herramientas metálicas. Este nivel de logro técnico, utilizando recursos aparentemente limitados, subraya la sofisticación de estas sociedades.

Who is the god of death in the Muisca?
Guahaioque was a minor deity in the religion of the Muisca. It was the god of evil, stealing, lies and death.

En conclusión, la tumbaga fue mucho más que una simple mezcla de metales; fue un material estratégico que, gracias a su bajo punto de fusión y la maestría de los orfebres precolombinos, revolucionó la metalurgia y la orfebrería en el continente americano. Permitió la creación de objetos de gran complejidad y belleza mediante técnicas avanzadas como el moldeado a la cera perdida y el depletion gilding. Desde adornos personales que indicaban estatus hasta objetos con profundos significados rituales, la aleación de tumbaga jugó un papel central en la vida y las creencias de las culturas antiguas. Su estudio continúa ofreciéndonos valiosas perspectivas sobre la tecnología, la organización social y el rico mundo simbólico de estos fascinantes pueblos.

Preguntas Frecuentes sobre la Tumbaga

¿Qué metales componen la tumbaga?
La tumbaga es principalmente una aleación de oro y cobre. Comúnmente también contiene plata, la cual estaba presente de forma natural en el oro utilizado y no se añadía intencionadamente.

¿Cuál era la principal ventaja de la tumbaga para los artesanos precolombinos?
Su principal ventaja era un bajo punto de fusión en comparación con el oro o el cobre puros. Esto facilitaba enormemente los procesos de fundición utilizando las tecnologías disponibles en la época, como las cerbatanas para insuflar aire en el fuego.

¿Qué es el 'depletion gilding'?
Es una técnica de tratamiento superficial utilizada en objetos de tumbaga. Implica el uso de sustancias corrosivas para disolver selectivamente el cobre (y la plata) de la capa exterior, dejando una superficie enriquecida en oro puro, lo que mejora su apariencia dorada.

¿Se utilizaba la tumbaga solo para crear adornos?
No, sus usos eran variados. Además de adornos y objetos suntuarios, también se utilizaba para algunos objetos funcionales y, de forma notable, en prácticas rituales, como la colocación de lingotes en la boca de los difuntos de alto rango por culturas como la Moche.

¿Se añadía plata a la tumbaga de forma intencionada?
No, la plata presente en la tumbaga precolombina se considera una impureza natural que venía con el oro extraído, no un componente añadido deliberadamente a la aleación.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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