¿Qué significa quintar en joyería?

El Quintado Histórico en Orfebrería

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La orfebrería, ese arte milenario de trabajar los metales preciosos para convertirlos en objetos de belleza y valor, ha estado intrínsecamente ligada no solo a las técnicas de modelado y embellecimiento, sino también a la procedencia, control y tributación de sus materias primas. En la historia, particularmente durante la época colonial en América, surgió un término fundamental para entender el manejo de metales como la plata y el oro: el quintado. Aunque hoy no sea una técnica de joyería en sí misma, comprender qué significaba quintar nos abre una ventana al contexto económico y legal en el que circulaban los metales que daban vida a muchas piezas históricas.

¿Qué significa el quintado en joyería?
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Cuando hablamos de quintar, nos referimos a un proceso oficial que se aplicaba a los metales preciosos extraídos, principalmente en los vastos territorios americanos controlados por la Corona Española. No era un paso en la creación de una joya o una pieza de orfebrería, sino un requisito legal y fiscal impuesto sobre la materia prima antes de que pudiera circular o ser utilizada formalmente. Su propósito esencial era el control de la riqueza mineral y el cobro de un impuesto vital para el reino.

Índice de Contenido

¿Qué Implicaba el Proceso de Quintar?

El acto de quintar consistía en varios pasos cruciales que se llevaban a cabo en las Casas de Fundición o Cajas Reales, designadas por la Corona en los principales centros mineros o puertos. Los mineros o poseedores de metales debían presentar su oro y plata en estas oficinas. Allí, se procedía a:

  • Pesar: Se determinaba el peso exacto del metal presentado. La cantidad de metal era fundamental para calcular el impuesto.
  • Ensayar: Mediante técnicas rudimentarias pero efectivas para la época, se analizaba la pureza o ley del metal. Esto era crucial porque el impuesto se basaba en el valor, y el valor dependía directamente de la pureza. Un metal más puro valía más y, por lo tanto, generaba un impuesto mayor. El ensayo garantizaba que la Corona recibiera lo justo según la calidad del metal.
  • Tributar el Quinto: Una vez determinado el peso y la ley, se procedía a separar una quinta parte del metal como impuesto para el Rey. Este impuesto se conocía como el Quinto Real, una tasa del 20% sobre el valor del metal extraído. Era, sin duda, una de las fuentes de ingresos más importantes para la metrópoli.
  • Marcar: El metal restante, una vez pagado el quinto, era marcado o sellado. Esta marca oficial certificaba que el metal había pasado por el proceso de quintado, que se había pagado el impuesto correspondiente y que, por lo tanto, era metal legal y podía circular libremente en la economía formal.

Este proceso era obligatorio para todo metal extraído que se quisiera introducir en el circuito legal y comercial del imperio. Sin el quintado y la marca, el metal se consideraba ilegal y su posesión o comercio podían acarrear graves sanciones.

El Contexto Histórico: América y el Quinto Real

La necesidad y la importancia del quintado cobraron una dimensión gigantesca con el descubrimiento y la explotación de las ricas minas de plata en lugares como Potosí, en el actual territorio de Bolivia, o Zacatecas, en México. El texto de Acosta de 1590, al referirse a la riqueza de Potosí, ilustra perfectamente la magnitud de la plata que se extraía y la relevancia del proceso de quintado.

Las Cajas Reales de Potosí manejaron volúmenes ingentes de metal. El simple hecho de que se conservaran registros detallados de la plata que se "marcava y quintava" desde el año setenta y quatro (1574), y que solo hasta esa fecha se hubieran quintado setenta y seys millones (una cifra astronómica para la época), da cuenta de la vasta riqueza que se generaba y del estricto control que la Corona intentaba ejercer.

El Quinto Real no era solo un impuesto; era el pilar financiero sobre el que se sostenía gran parte del Imperio Español. Estos ingresos financiaban guerras, la administración colonial, la construcción de infraestructuras y el mantenimiento de la vastísima red comercial transatlántica. Por ello, la evasión de este impuesto era vista como una amenaza directa a la estabilidad y el poder de la Corona.

Plata Quintada vs. Plata Corriente

El mismo texto de Acosta introduce otro concepto fundamental: la "plata corriente". Esta era la plata que circulaba sin haber sido marcada y quintada. Su existencia revela las limitaciones del sistema de control y la extendida práctica de evasión fiscal.

La "plata corriente" era utilizada en el comercio informal, especialmente entre la población indígena, pero también por muchos españoles que buscaban evitar el pago del quinto. Era plata que quedaba "por quintar", escapando a los registros oficiales y, por lo tanto, a la tributación. Acosta estima que una parte considerable de la riqueza de Potosí, "el tercio, si ya no era la mitad", nunca se manifestaba ni quintaba.

Esto creaba un doble circuito de metales preciosos: uno legal, controlado y gravado (la plata quintada), y otro informal, evadido y sin control oficial (la plata corriente). Para la orfebrería de la época, esto significaba que, si bien las piezas destinadas al comercio formal o encargadas por la élite probablemente usaban metal quintado, era muy posible que piezas de menor factura o destinadas al mercado informal pudieran haber sido elaboradas con plata corriente. La presencia o ausencia de la marca de quintado en una pieza histórica podría, en teoría, darnos pistas sobre su origen y el circuito económico en el que se movió.

CaracterísticaPlata QuintadaPlata Corriente
Estado LegalOficial, cumple la leyNo oficial, evade la ley
Proceso de ControlPesada, ensayada y marcada oficialmenteNo pasa por el proceso oficial de pesaje, ensayo y marcado
TributaciónPagó el Quinto Real (20%)No pagó impuestos a la Corona
CirculaciónEn circuitos económicos formalesEn circuitos económicos informales
IdentificaciónLleva una marca o sello oficialCarece de marca oficial de quintado

El Quintado y su Conexión con la Orfebrería Histórica

Aunque el quintado no era una técnica de orfebrería, era un paso previo esencial para la disponibilidad legal de la materia prima. La plata y el oro que llegaban a manos de los orfebres coloniales para ser transformados en vajillas, objetos religiosos, joyas o adornos arquitectónicos, debían idealmente provenir de metal que hubiera cumplido con el requisito del quinto. El sistema buscaba asegurar que la Corona obtuviera su parte antes de que el metal se dispersara y se transformara en objetos difíciles de rastrear y valorar.

La existencia de la plata corriente, sin embargo, muestra que la realidad era más compleja. Es probable que orfebres, especialmente aquellos que trabajaban para mercados locales o que operaban al margen de la ley, utilizaran metal no quintado. Esto no afectaba necesariamente la calidad intrínseca del metal (si el ensayo era bueno), pero sí su estatus legal y su rastro documental.

Para un historiador de la orfebrería o un coleccionista, la presencia de marcas de quintado (cuando existían y se conservan) en piezas antiguas puede ser un indicador importante de su autenticidad, su origen dentro del sistema legal colonial y su valor histórico, más allá de su valor intrínseco como metal y obra de arte.

¿Se "Quinta" el Metal en la Joyería Moderna?

No, el término y el proceso específico del quintado son históricos y están ligados a la época colonial española y el impuesto del Quinto Real. La joyería moderna opera bajo sistemas de control y tributación diferentes.

Sin embargo, existen paralelismos conceptuales. La joyería contemporánea, especialmente en muchos países, requiere que las piezas de metales preciosos (oro, plata, platino) sean ensayadas para verificar su pureza (ley) y marcadas con sellos oficiales (contrastes o punzones) que indican dicha pureza y, a menudo, el origen del fabricante o ensayador. Este proceso moderno de marcado y ensayo es una garantía para el consumidor sobre la calidad del metal y, aunque no implica el pago de un "quinto" al rey, sí está ligado a regulaciones, controles de calidad y, por supuesto, a sistemas fiscales modernos (como el IVA u otros impuestos sobre la producción y venta).

Preguntas Frecuentes sobre el Quintado

  • ¿Qué significa exactamente quintar en el contexto histórico?
    Significa pesar y ensayar metales preciosos (principalmente oro y plata) y pagar a la Corona Española el Quinto Real, un impuesto del 20%, antes de que el metal fuera marcado y pudiera circular legalmente.
  • ¿Era el Quinto Real siempre el 20%?
    Aunque el "quinto" implica una quinta parte (20%), la tasa pudo variar ligeramente en diferentes momentos históricos o para distintos metales o regiones, pero el 20% era la norma general para la plata y el oro extraídos en América.
  • ¿Por qué el texto menciona Potosí?
    Potosí fue una de las minas de plata más ricas y productivas del mundo durante la época colonial, generando una inmensa cantidad de metal que estaba sujeto al quintado, por lo que es un ejemplo clave para entender la magnitud del proceso.
  • ¿Qué diferencia hay entre "plata quintada" y "plata corriente"?
    La plata quintada había pasado por el proceso oficial, pagado el impuesto y estaba marcada. La plata corriente no había cumplido estos requisitos y circulaba informalmente, evadiendo el control y el impuesto real.
  • ¿Cómo se relaciona el quintado con la orfebrería?
    El quintado era el proceso que legalizaba y controlaba la materia prima (oro y plata) que los orfebres utilizaban. Las piezas hechas con metal quintado provenían del circuito legal y controlado por la Corona.
  • ¿Se sigue utilizando el término "quintar" hoy en día para la joyería?
    No, el término "quintar" es específico de ese proceso histórico colonial. La verificación de pureza y marcado de metales preciosos hoy se realiza mediante sistemas de ensayo y contraste, con propósitos y regulaciones actuales.

En resumen, el quintado fue un sistema fiscal y de control implementado por la Corona Española sobre los metales preciosos extraídos en sus colonias. Era un paso obligatorio de pesaje, ensayo y tributación del Quinto Real antes de que el metal pudiera ser marcado y circular legalmente. Aunque no era una técnica de fabricación de joyas, afectaba directamente la disponibilidad y el estatus legal del metal (oro y plata) que servía como materia prima para la orfebrería de la época. Comprender este proceso nos ayuda a valorar el complejo contexto económico e histórico en el que se crearon muchas de las magníficas piezas de orfebrería colonial que admiramos hoy en día.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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