¿Qué es el oficio de orfebre?

Orfebrería Española en el Siglo XVIII

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El siglo XVIII en España fue una época de profundas transformaciones, un periodo bisagra que dejó atrás el esplendor imperial de siglos pasados para adentrarse en una nueva realidad política, social y, por supuesto, artística. Para quienes nos dedicamos a la orfebrería y la platería, entender este contexto histórico es fundamental, ya que los cambios en la corte, la economía y las influencias externas dejaron una huella indeleble en los metales preciosos trabajados en talleres y obradores por toda la península.

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Tras un periodo (siglos XVI-XVII) en el que el Imperio Español alcanzó su apogeo, con la platería beneficiándose enormemente de los metales procedentes de América, el siglo XVIII se inicia en un contexto de declive paulatino. La emergencia de potencias protestantes en el norte de Europa y la persistente presión del Imperio Otomano en el Mediterráneo ya habían comenzado a erosionar la posición hegemónica de España. Sin embargo, el gran catalizador del cambio en el inicio del siglo fue la Guerra de Sucesión Española.

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La Guerra de Sucesión y su Impacto

La Guerra de Sucesión (1701-1714) no fue solo un conflicto por el trono, sino una contienda a escala europea que reconfiguró el mapa político. Para España, el resultado fue la pérdida de sus posesiones europeas fuera de la Península Ibérica. Este hecho tuvo consecuencias directas e indirectas para la orfebrería y platería. Por un lado, la reducción del territorio significó una disminución en las fuentes de patronazgo y en la circulación de obras y artistas entre regiones que antes formaban parte del mismo entramado político. Por otro lado, la guerra en sí misma generó inestabilidad, afectando la economía, el comercio de metales y la capacidad de inversión en bienes suntuarios.

Aunque la producción para la Iglesia siguió siendo significativa, la demanda de la corte y de la alta nobleza se vio afectada por las vicisitudes del conflicto. Los talleres tuvieron que adaptarse a un contexto más incierto, donde la continuidad de los encargos no estaba garantizada. Sin embargo, es importante señalar que el arte no se detuvo por completo; simplemente se transformó, esperando la llegada de una nueva estabilidad que vendría con la nueva dinastía.

La Llegada de los Borbones y la Centralización

La resolución de la Guerra de Sucesión entronizó en España a la dinastía Borbón, de origen francés. Este cambio dinástico fue quizás el factor más determinante en la reconfiguración del estado español y, por ende, en la evolución de las artes suntuarias. Los Borbones trajeron consigo una mentalidad ilustrada y un modelo de estado centralizado, inspirado en el absolutismo francés.

Una de las primeras medidas significativas fue la supresión de muchas asambleas autónomas regionales, como las Cortes de Aragón o Valencia, unificando la administración bajo un modelo castellano. Esta centralización no solo afectó a la política, sino también a la economía y la cultura. En el ámbito de la orfebrería y platería, esto pudo traducirse en:

  • Mayor control real sobre los gremios y talleres.
  • Promoción de estilos y modas provenientes de la corte, buscando una mayor uniformidad estética en todo el reino.
  • Impulso a las manufacturas reales y talleres vinculados directamente a la corona.
  • Posible estandarización de marcas y punzones.

La modernización del gobierno y el ejército bajo los Borbones también implicó una mayor necesidad de recursos económicos, lo que pudo afectar la disponibilidad de metales preciosos para uso civil, aunque la llegada continua (aunque quizás fluctuante) de plata de América siguió siendo vital.

La Evolución Estilística: Del Barroco al Neoclasicismo

El siglo XVIII es un periodo de transición estilística fundamental. Se inicia con la pervivencia de un Barroco tardío, caracterizado por la exuberancia, el movimiento, la profusión decorativa y los contrastes. Sin embargo, la influencia francesa traída por los Borbones, junto con las ideas de la Ilustración, comenzaron a introducir un nuevo gusto: el Neoclasicismo.

El Neoclasicismo en la orfebrería se caracteriza por:

  • La búsqueda de la simetría y el orden.
  • La inspiración en las formas y motivos de la antigüedad clásica (grecorromana): guirnaldas, meandros, rosetas, figuras mitológicas, columnas, urnas.
  • La preferencia por líneas rectas y curvas suaves frente a las formas retorcidas del Barroco.
  • Una decoración más contenida y racional, aplicada a menudo en frisos o paneles delimitados.
  • Énfasis en la calidad de la ejecución y la pureza de las formas.

Esta transición no fue abrupta, sino gradual, coexistiendo ambos estilos durante un tiempo y dando lugar a piezas que combinan elementos de ambos. La corte borbónica se convirtió en un importante centro difusor del nuevo estilo, encargando piezas que seguían las modas francesas y europeas, lo que a su vez influía en la producción para la nobleza y la alta burguesía.

Tabla Comparativa de Estilos en Platería (Siglo XVIII)

Para comprender mejor esta evolución, observemos algunas diferencias clave entre el Barroco tardío y el incipiente Neoclasicismo en la platería española del siglo XVIII:

CaracterísticaBarroco TardíoNeoclasicismo
Formas GeneralesComplejas, dinámicas, con curvas y contracurvas pronunciadas.Simétricas, equilibradas, basadas en formas geométricas simples (cilindros, esferas, cubos).
DecoraciónAbundante, cubriendo gran parte de la superficie. Uso de rocalla, follaje, angelotes, escenas narrativas.Contenida, aplicada en zonas específicas (frisos, bordes). Uso de motivos clásicos: guirnaldas, grecas, volutas simples, figuras mitológicas esquemáticas.
AcabadoÉnfasis en el contraste de luces y sombras, superficies repujadas y cinceladas con profundidad.Superficies más lisas y pulidas, resaltando la pureza del metal. Cincelado más delicado y preciso.
InspiraciónReligiosa, naturalista, teatral.Clásica (Grecia y Roma), racional, idealizada.
Ejemplos TípicosCustodias monumentales, retablos de plata, piezas litúrgicas muy decoradas, vajillas con relieves.Vajillas sobrias, candelabros con fustes columnarios, teteras y cafeteras de formas geométricas, objetos de tocador con decoración clásica.

Materiales, Técnicas y Organización

La plata continuó siendo el metal predilecto, especialmente aquella llegada de América, aunque la fluctuación en su arribo y las necesidades económicas de la corona pudieron afectar su disponibilidad y coste en ciertos momentos. El oro, más escaso, se reservaba para piezas de mayor lujo o para detalles decorativos.

Las técnicas tradicionales como el repujado, el cincelado, la fundición, el grabado y el calado siguieron siendo fundamentales. Sin embargo, la nueva estética neoclásica demandó una mayor precisión en el cincelado y un acabado más pulido de las superficies. La fundición adquirió importancia para crear elementos decorativos clásicos de forma estandarizada.

La organización gremial, que había regulado los oficios durante siglos, continuó existiendo, pero su poder e influencia pudieron verse mermados por la creciente intervención del estado y la promoción de talleres reales o academias que buscaban controlar la enseñanza y la calidad del arte, alineándola con los gustos de la corte. La creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid en 1752 es un ejemplo de esta voluntad de control y modernización de las artes.

Preguntas Frecuentes sobre la Orfebrería en la España del Siglo XVIII

¿Cómo afectó la pérdida de territorios europeos a la orfebrería?
Principalmente, redujo el número de cortes y centros de patronazgo fuera de la península. También pudo limitar el intercambio de artistas y estilos con esas regiones, aunque la influencia francesa se intensificó por la nueva dinastía.
¿Qué cambió con la llegada de los Borbones?
La llegada de los Borbones trajo un modelo de estado centralizado, lo que influyó en la organización de los talleres (posible mayor control gremial), la difusión de un gusto estético unificado (el Neoclasicismo) y un impulso al patronazgo real.
¿El oro y la plata de América siguieron siendo importantes?
Sí, la plata de América continuó siendo la principal fuente de metal para la platería. Su llegada era vital para la economía y el arte, aunque las guerras y las políticas económicas pudieron afectar su flujo.
¿Qué estilo artístico dominó el siglo XVIII en la orfebrería?
El siglo XVIII fue un periodo de transición. Se inició con el Barroco tardío y evolucionó progresivamente hacia el Neoclasicismo, que se consolidó en la segunda mitad del siglo.
¿Existían diferencias regionales en la orfebrería de esta época?
Aunque la centralización borbónica buscaba unificar, las tradiciones locales y regionales persistieron, especialmente en la producción para la Iglesia y la nobleza local. Sin embargo, la influencia de la corte madrileña y los nuevos estilos se hicieron sentir en todo el reino.

Conclusión

El siglo XVIII fue un periodo de profunda transformación para España, y la orfebrería y platería no fueron ajenas a estos cambios. La Guerra de Sucesión y la pérdida de territorios, la llegada de la dinastía Borbón con su proyecto centralizador y modernizador, y la paulatina transición del opulento Barroco al racional Neoclasicismo, redefinieron el arte de trabajar los metales preciosos. Los artesanos de la época, herederos de una rica tradición, supieron adaptarse a las nuevas demandas y estilos, creando piezas que hoy nos hablan de un tiempo de transición, de la influencia francesa y de la voluntad de la nueva monarquía de modernizar y unificar el reino. Estudiar la orfebrería de este siglo es, sin duda, adentrarse en un fascinante capítulo de la historia del arte y de España.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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