¿Cuáles son las primeras referencias escritas a la existencia de Tartessos?

Tartessos: Oro, Plata y Misterio en el Sur Ibérico

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En los albores de la historia de la Península Ibérica, emergió una civilización tan rica como misteriosa en el extremo suroccidental: Tartessos. Situada en la fértil región del bajo Guadalquivir, en la actual Andalucía, esta cultura prerromana deslumbró a las potencias mediterráneas de la época, como los fenicios y los griegos, gracias a su opulencia, derivada fundamentalmente de la explotación y comercio de los metales preciosos y básicos que abundaban en su territorio.

¿Qué significa tartesica?
Dicho de una persona: De un pueblo hispánico prerromano que habitaba en Tartesia, región situada en el occidente de la actual Andalucía y que tuvo por capital a Tartesos. U. t. c. s. tartésico.

Tartessos no fue solo un centro de comercio; fue una sociedad compleja con una organización propia, una cultura material distintiva y, quizás lo más enigmático, una lengua y escritura únicas que aún hoy plantean desafíos a los investigadores. Sus herederos directos, los Turdetanos de época romana, son descritos por Estrabón como el pueblo más sabio de Iberia, poseedores de una escritura y registros históricos milenarios, lo que sugiere una continuidad cultural profunda.

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¿Qué Significa "Tartésica"? La Definición de un Pueblo y una Cultura

El término "tartésica" se refiere directamente a todo lo relacionado con Tartessos. Dicho de una persona, "tartésica" o "tartésico" alude a alguien perteneciente a ese pueblo hispánico prerromano. La región de Tartesia, con su capital Tartesos, se ubicaba en el occidente de la actual Andalucía. Así, cuando hablamos de cultura tartésica, arte tartésico, o idioma tartésico, nos referimos a las manifestaciones de esta fascinante sociedad que floreció entre los siglos IX y VI a.C., aunque su influencia y legado perduraron en la cultura Turdetana posterior.

La ubicación exacta de la capital, Tartesos, sigue siendo objeto de debate y búsqueda arqueológica, aunque la región de influencia de la cultura tartésica está bien delimitada por los hallazgos arqueológicos, que se extienden por el bajo Guadalquivir y áreas adyacentes del suroeste peninsular.

La Columna Vertebral de Tartessos: Una Economía Basada en la Metalurgia

Si algo define la prosperidad tartésica es su dominio de la metalurgia y el control de las ricas vetas minerales del suroeste ibérico. La base fundamental de su economía y su riqueza fue la explotación y exportación de una amplia gama de metales: oro, plata, cobre, estaño, hierro y plomo.

El oro se obtenía de forma abundante en los ríos del sur y oeste peninsular, mientras que la plata provenía principalmente de áreas como Huelva y el curso alto del Guadalquivir. El cobre y el estaño, esenciales para la producción de bronce, se conseguían tanto en el occidente peninsular como a través de rutas comerciales que llegaban hasta las islas británicas, ricas en estaño.

La metalurgia del hierro, aunque probablemente introducida o potenciada por los fenicios (quienes la conocían gracias a sus contactos con los hititas), fue rápidamente asimilada. Los centros metalúrgicos no se limitaban a las cercanías de las minas, sino que estaban distribuidos por todo el territorio tartésico, lo que evidencia una industria bien organizada. El conocimiento técnico era notable, como demuestran los procesos para obtener plata mediante fundición y copelación de rocas de gossan, técnicas que requieren un saber metalúrgico avanzado.

Esta producción masiva de metales no solo abastecía sus necesidades internas, sino que, y quizás lo más importante, alimentaba un floreciente comercio de larga distancia. Los lingotes metálicos, a menudo de forma rectangular, eran el principal producto de exportación, canalizado hacia el Oriente Próximo a través de los mercaderes fenicios y griegos.

El Esplendor Metálico: Orfebrería y Platería Tartésica

La riqueza mineral y el conocimiento metalúrgico se tradujeron en una cultura material sofisticada, donde los objetos de metal ocupaban un lugar preeminente. La orfebrería y la platería tartésicas destacan por su calidad, por la fusión de influencias orientales con una notable originalidad autóctona, y por la habilidad técnica de sus artesanos.

En bronce, se crearon piezas utilitarias y suntuarias. Son características las jarras picudas, que, aunque similares en función a las griegas, presentaban una forma piriforme distintiva. También se han hallado asadores de gran longitud (más de un metro), fíbulas (broches) de codo y placas de cinturón con garfios. Una pieza excepcional es el Bronce Carriazo, una representación de la diosa Astarté, que muestra la complejidad iconográfica y técnica alcanzada.

La platería fue especialmente abundante. Además de objetos suntuarios, en época turdetana la plata se utilizaba incluso para fabricar objetos más comunes como barreños o toneles, indicando la gran disponibilidad de este metal en la región.

Las técnicas metalúrgicas empleadas eran variadas y avanzadas. Una técnica autóctona destacada era el embutido de metales, que se realizaba con oro, plata o cobre, creando efectos decorativos mediante la incrustación de un metal en otro. Los fenicios aportaron y popularizaron técnicas como el granulado (decoración con diminutas esferas de metal) y la soldadura, esenciales para la creación de piezas de joyería complejas.

¿Cuáles son las primeras referencias escritas a la existencia de Tartessos?
La primera fuente histórica que alude a Tartessos se halla en la obra de Hecateo, en el siglo VI a. C., quien fue considerado por los autores antiguos como un logógrafo, término que definía a los historiadores antes de los tiempos de Herodoto y Túcidides.

Los Grandes Tesoros Tartésicos: Joyas para la Eternidad

El pináculo de la orfebrería tartésica se manifiesta en los espectaculares tesoros encontrados en varias necrópolis principescas. Estos conjuntos funerarios, pertenecientes a las élites que se beneficiaron del comercio y la metalurgia, contenían ajuar de un valor incalculable y una maestría técnica asombrosa. Los más célebres son los tesoros de Aliseda (Cáceres), el Carambolo (Sevilla) y el cortijo de Ébora (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz).

Estos tesoros incluyen piezas como pectorales, cinturones, diademas, brazaletes y pendientes, la mayoría elaborados con oro macizo. La opulencia de estos objetos subraya no solo la riqueza de las élites tartésicas, sino también su integración en los circuitos de prestigio mediterráneos y su adopción de símbolos de estatus que a menudo combinaban elementos locales y orientales.

Además de la joyería, se han encontrado otros objetos rituales o de prestigio en metales preciosos, como los candelabros de oro hallados en Lebrija (Sevilla), interpretados como posibles elementos litúrgicos de un templo, quizás imitando incensarios orientales.

La iconografía tartésica en metalwork también es distintiva. Un motivo recurrente, hallado por ejemplo en el yacimiento de El Turuñuelo, son dos palomas flanqueando una piel de toro, un símbolo que podría tener connotaciones religiosas o mitológicas. Descubrimientos recientes en este mismo yacimiento incluyen representaciones antropomórficas en relieve, que podrían ser divinidades o personajes relevantes de la sociedad.

Tabla Comparativa: Tesoros Tartésicos Emblemáticos

TesoroUbicaciónMaterial PrincipalEjemplos de PiezasTécnicas Destacadas
AlisedaCáceresOroDiadema, cinturón, brazaletes, pendientes, vasosGranulado, filigrana, soldadura
El CaramboloCamas (Sevilla)OroPectorales, cinturones, brazaletesEmbutido, repujado, soldadura
Cortijo de ÉboraSanlúcar de Barrameda (Cádiz)Oro, PlataDiadema, pectoral, brazaletes, recipientesEmbutido, granulado, soldadura

Estos tesoros no solo son una muestra del dominio de la orfebrería y la platería por parte de los artesanos tartésicos, sino que también reflejan la estructura social jerarquizada y la integración de Tartessos en las redes comerciales y culturales del Mediterráneo antiguo.

Comercio y Conexiones: El Puente Entre Iberia y Oriente

El control de los recursos minerales y la habilidad metalúrgica permitieron a Tartessos jugar un papel crucial en las rutas comerciales de la Edad del Hierro. Sus barcos se aventuraban por el Atlántico, llegando posiblemente hasta las islas británicas, y remontaban los grandes ríos peninsulares como el Guadalquivir (el Tartessos de las fuentes antiguas) y el Guadiana (el Anas). Rutas terrestres conectaban también su territorio con el Tajo y el centro de la Meseta.

El principal producto de exportación eran los lingotes metálicos. A cambio, Tartessos recibía de fenicios y griegos una amplia gama de productos manufacturados y de lujo: joyas, ungüentos, aceite, vino, telas finas, marfil, vidrio tallado, estatuillas de bronce (como las dedicadas a Astarté), recipientes para perfumes y cosméticos, collares y cuentas de vidrio.

Este intercambio no fue meramente económico; fue un potente motor de aculturación. Las élites locales, interesadas en mantener su estatus y acceder a bienes de prestigio, adoptaron elementos culturales y religiosos orientales, integrándose en los circuitos comerciales que abarcaban todo el Mediterráneo. Este proceso, a menudo denominado periodo "orientalizante", se refleja claramente en la cultura material, donde las formas y técnicas orientales se adaptan e integran con las tradiciones locales.

La Enigmática Lengua Tartésica: Un Misterio Lingüístico

Además de su riqueza material, Tartessos nos legó un desafío lingüístico: las inscripciones encontradas en estelas funerarias, principalmente en el sur de Portugal (Algarve y Alentejo) y el bajo Guadalquivir. Estas inscripciones utilizan un signario mixto, parte silábico y parte alfabético, que se lee generalmente de derecha a izquierda.

Aunque se ha querido ver en estas inscripciones la lengua hablada en Tartessos, su mayor concentración fuera del núcleo tartésico tradicional plantea interrogantes. La lengua tartésica, tal como aparece en estas estelas, sigue siendo un enigma. La opinión académica mayoritaria la considera una lengua no clasificada o posiblemente un aislado lingüístico, sin parentesco claro con las lenguas indoeuropeas conocidas.

Existe un debate sobre si la lengua tartésica podría estar relacionada con las lenguas celtas. Algunos nombres tartésicos han sido interpretados como de origen celta, y el lingüista John T. Koch ha propuesto una clasificación céltica de la lengua, llegando incluso a proponer traducciones de los textos. Sin embargo, esta propuesta no ha sido ampliamente aceptada por los especialistas en lenguas paleohispánicas, quienes señalan la incompatibilidad de la estructura silábica tartésica con la fonética celta o indoeuropea, y consideran los posibles elementos celtas como préstamos. El consenso actual tiende a verla como una lengua distinta, posiblemente con préstamos de lenguas vecinas o de los pueblos con los que comerciaban.

¿Quién fue el último rey tartésico?
Hoy sabemos que Argantonio fue el último rey tartésico, que reinó, más o menos, entre el 670 y 550 a.C. y que su reinado coincidió con el apogeo de la cultura tartésica.

Lo que sí parece claro, por el testimonio de Estrabón, es que los Turdetanos, herederos culturales de los tartésicos, poseían una escritura y una lengua propia que, aunque en su tiempo ya empezaba a ceder ante el latín, tenía una larga historia. Esta lengua turdetana podría haber derivado de la lengua tartésica.

Cultura, Sociedad y Religión Tartésica

Más allá de la metalurgia y el comercio, la cultura tartésica se manifiesta en otros aspectos. La cerámica, aunque a menudo hecha a mano, coexistía con producciones locales que imitaban las finas cerámicas orientales hechas a torno rápido. Se trabajaban materiales como el marfil y el hueso para crear lujosas arquetas y objetos de tocador, y las conchas de moluscos locales también se labraban.

La sociedad tartésica parece haber sido jerarquizada, con una élite poderosa que controlaba los recursos económicos y el comercio, y que adoptaba símbolos de prestigio para diferenciarse. Las tumbas principescas, con su rico ajuar metálico, son la evidencia más clara de esta estructura social.

Respecto a la religión, los datos son escasos, pero se infiere un politeísmo con una fuerte influencia fenicia. Se cree que adoraban a divinidades como Astarté o Potnia, una diosa producto de la aculturación fenicia, y posiblemente a divinidades masculinas como Baal o Melkart. La presencia de santuarios de estilo fenicio y exvotos en diversas ubicaciones sugiere una integración de prácticas religiosas orientales en el panteón local.

Preguntas Frecuentes sobre Tartessos

¿Dónde se encontraba Tartessos?

Tartessos se ubicaba en la región del occidente de la actual Andalucía, principalmente en el área del bajo río Guadalquivir, extendiendo su influencia por zonas de Huelva, Sevilla y Cádiz, y llegando a tener contactos e influencia en el sur de Portugal y otras partes del suroeste peninsular.

¿Cuándo existió la cultura tartésica?

La cultura tartésica floreció principalmente entre los siglos IX y VI a.C., aunque sus raíces son anteriores y su legado pervivió en la cultura Turdetana hasta la romanización.

¿Por qué era famosa Tartessos?

Tartessos era famosa entre los pueblos mediterráneos por su inmensa riqueza, derivada de la abundancia de metales (oro, plata, cobre, estaño) en su territorio y su habilidad para explotarlos y comerciar con ellos. También destacaron por su avanzada metalurgia y orfebrería.

¿Se ha encontrado la ciudad de Tartesos?

La ubicación exacta de la capital, Tartesos, mencionada por las fuentes antiguas, aún no ha sido identificada con certeza por la arqueología. Existen varias hipótesis y yacimientos importantes en la región, pero ninguno ha sido concluyentemente identificado como la capital legendaria.

¿Se sabe algo de su idioma?

Se conocen inscripciones tartésicas, principalmente en estelas funerarias, pero la lengua que representan sigue siendo en gran medida indescifrada y su filiación lingüística es objeto de debate. La mayoría de los expertos la considera una lengua no clasificada o un aislado.

¿Qué tesoros tartésicos se conocen?

Los tesoros más importantes y conocidos de orfebrería tartésica son los de Aliseda, El Carambolo y el cortijo de Ébora, que contienen espectaculares piezas de oro macizo como pectorales, cinturones, diademas y brazaletes.

Conclusión: El Legado de una Civilización de Oro y Plata

Tartessos, aunque envuelta en un halo de misterio y leyenda, fue una civilización real y pujante que dominó el suroeste ibérico durante varios siglos. Su prosperidad se cimentó en una metalurgia avanzada y en un control estratégico de las rutas comerciales que conectaban la riqueza mineral de Iberia con las demandas del Mediterráneo oriental. La orfebrería y la platería tartésicas, con sus deslumbrantes tesoros, son el testimonio tangible de su riqueza, su sofisticación técnica y su compleja red de intercambios culturales. Aunque su lengua sigue siendo un enigma y su capital un objetivo de búsqueda, el estudio de Tartessos continúa revelando la fascinante historia de un reino de oro y plata que fue un puente crucial entre el Atlántico y el Mediterráneo en la Antigüedad.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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