¿Cómo eran las joyas en el siglo XVI?

El Lujo y Arte de la Joyería en el Siglo XVI

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El siglo XVI fue una época de gran opulencia y exhibición de riqueza en Europa, y la joyería jugó un papel fundamental en este despliegue. Lejos de ser simples adornos, las joyas de este periodo eran verdaderas obras de arte, que combinaban la maestría de la orfebrería con la belleza natural de las gemas, las perlas y otros materiales preciosos. Eran símbolos inequívocos de estatus social, poder y, a menudo, portadoras de significados personales o religiosos.

La estética de la joyería del siglo XVI se caracterizaba por su elaborado diseño y la riqueza de sus materiales. A diferencia de periodos posteriores donde la gema principal acapararía toda la atención, en esta centuria, el trabajo del metal, especialmente el oro, era tan valorado, si no más, que las piedras que engastaba. La orfebrería alcanzó niveles de detalle y complejidad asombrosos, con motivos que a menudo imitaban formas naturales como hojas, pétalos o criaturas fantásticas.

Índice de Contenido

Materiales Preciosos y su Talla

El abanico de gemas y piedras utilizadas era amplio y variado. Entre las más preciadas se encontraban el diamante, el rubí, la esmeralda, el ópalo, el topacio y el zafiro. Estas gemas, a menudo talladas de forma simple para realzar su color y brillo natural, se combinaban con una gran variedad de piedras semipreciosas y duras. Piedras como la turquesa (conocida entonces como "piedra de Turquía"), la cornalina, el jaspe, el ónix, la piedra de sangre, el ágata musgosa, la calcedonia, la crisoprasa y el sardónice eran muy populares, especialmente para la elaboración de cuentas y camafeos.

La talla de gemas experimentó un notable desarrollo. Los camafeos, pequeñas tallas en relieve sobre una piedra de varias capas de color, eran particularmente populares y a menudo representaban retratos, escenas mitológicas o religiosas. Además de los camafeos, se tallaban piedras semipreciosas en formas caprichosas como barcos, figuras humanas o animales, demostrando la habilidad de los artesanos lapidarios de la época.

La Maestría del Oro y los Engastes

Como se mencionó, el trabajo del oro era fundamental. En los primeros años del siglo XVI, los engastes para las gemas tendían a ser relativamente sencillos, a menudo consistiendo en simple oro envuelto alrededor de la base de la piedra. Sin embargo, a partir de la década de 1540, los engastes se volvieron progresivamente más elaborados.

Los orfebres desarrollaron técnicas sofisticadas para crear engastes que a menudo parecían imitar formas orgánicas, como pétalos de flores o hojas de acanto. En algunos casos, la complejidad y belleza del engaste de oro superaban incluso la de la gema que sostenía, lo que subraya el valor artístico que se atribuía a la metalistería.

El Encanto de las Perlas

Las perlas eran un elemento indispensable en la joyería del siglo XVI. Tanto las perlas de agua dulce como las marinas eran muy valoradas. Se utilizaban de diversas maneras: solas, en hebras (simples o múltiples), agrupadas en pares o cuartetos, combinadas con elaboradas estructuras de oro para crear collares, cinturones (llamados "girdles") o adornos para la ropa (conocidos como "billiments").

Las perlas se podían coser directamente sobre la tela de las vestimentas, engastarse individualmente en monturas de oro elaboradas, o utilizarse para decorar peinados. Las perlas barrocas, con sus formas irregulares y orgánicas, eran especialmente apreciadas en la última parte del siglo y se integraban creativamente en diseños naturalistas, como veremos al hablar de los colgantes.

El Uso Vibrante del Esmalte

Otro rasgo distintivo de la joyería del siglo XVI era el uso extensivo del esmalte. El esmalte, esencialmente vidrio coloreado fusionado sobre una superficie metálica a alta temperatura, se aplicaba sobre el oro, especialmente en las partes que representaban escenas, figuras o detalles decorativos. Esta técnica permitía añadir colores vibrantes y detalles finos a la pieza de joyería.

Aunque para los ojos modernos el esmalte a veces pueda parecer menos "precioso" que el oro puro o las gemas, era muy apreciado en el siglo XVI por su capacidad para dar vida y color a los diseños. Se utilizaban una amplia gama de colores, creando piezas que eran pequeñas explosiones cromáticas.

Tipos de Joyas Populares

La variedad de joyas usadas en el siglo XVI era vasta, adaptándose a diferentes partes del cuerpo y ocasiones:

Collares

Los collares variaban desde simples hebras de perlas o cuentas hasta elaboradas cadenas de oro. Las cadenas de oro esmaltado eran particularmente populares, a menudo compuestas por intrincados eslabones decorados con figuras o motivos esmaltados.

Broches y Colgantes

Los colgantes fueron quizás las joyas más versátiles y artísticamente significativas del periodo. Eran creaciones complejas que combinaban oro, gemas, esmalte y perlas. A menudo presentaban una perla en forma de lágrima colgando en la parte inferior.

Los diseños de los colgantes eran increíblemente diversos: cruces, camafeos, escenas religiosas o clásicas representadas en oro esmaltado. En algunos casos, los camafeos se realzaban parcialmente con pan de oro.

En la última parte del siglo, se popularizaron los colgantes naturalistas, a menudo centrados en una gran perla barroca cuya forma irregular inspiraba el diseño. Estos se transformaban, mediante la adición de oro esmaltado y gemas, en figuras como sirenas, cisnes, pájaros, delfines, arañas, frutas o flores.

Las miniaturas, pequeñas pinturas de retratos que se pusieron de moda a finales del siglo, también se usaban frecuentemente como colgantes. Los "tablets", el término de la época para lo que hoy llamaríamos un relicario o un colgante que se abría para revelar una imagen o escena en su interior, se utilizaban comúnmente para guardar una de estas miniaturas.

Los colgantes podían llevarse de múltiples maneras: suspendidos de un collar o "carcanet" (un tipo de collar corto), atados a una cinta alrededor del cuello, prendidos a un vestido o manga, en el extremo de un cinturón enjoyado, o incluso sujetos a un alfiler (bodkin) y usados como adorno en el cabello. También era común verlos decorando sombreros.

Anillos

Los anillos eran otra forma común de joyería, usados tanto por hombres como por mujeres. Podían ser simples aros de oro, o presentar elaborados engastes con gemas, camafeos o sellos. Los anillos de sello eran prácticos para lacrar documentos, mientras que otros eran puramente decorativos o simbólicos.

Pendientes (Aretes)

Los pendientes, aunque quizás menos prominentes en la documentación visual que los collares o colgantes, también formaban parte del ajuar. Podían ser simples perlas colgantes o diseños más elaborados que combinaban oro y gemas.

Joyas Individuales, Botones y Agujetas

Las joyas no se limitaban a las formas tradicionales. Joyas individuales, a menudo con un vástago o lazo en la parte posterior, se usaban como adornos versátiles que podían coserse temporalmente a la ropa. Los botones, especialmente en las prendas de la clase alta, eran a menudo auténticas joyas, elaborados en oro, esmalte y gemas. Las agujetas (aglets), los remates metálicos en los extremos de los cordones, también podían ser muy decorativas y estar hechas de metales preciosos.

Billiments

Los billiments eran elaborados adornos hechos de oro, gemas y perlas que se cosían o prendían a la ropa, especialmente a los bordes de los escotes, mangas y tocados. Eran una forma de añadir un lujo portátil a las vestimentas.

Cinturones (Girdles)

Los cinturones enjoyados, o "girdles", eran un accesorio de gran importancia, especialmente para las mujeres. Podían ser cadenas de oro, a menudo decoradas con esmalte y gemas, de las que colgaban diversos objetos útiles o decorativos. Entre estos objetos se encontraban los pomanders (recipientes para perfumes o desodorantes, a veces con forma de cráneo u otras figuras) y los "girdle books" (pequeños libros de salmos o oraciones con cubiertas profusamente decoradas que colgaban del cinturón).

Rosarios

Los rosarios, aunque objetos de devoción religiosa, a menudo se elaboraban con materiales preciosos como oro, perlas, coral o gemas, convirtiéndolos también en objetos de joyería.

Preguntas Frecuentes sobre la Joyería del Siglo XVI

¿Quién podía permitirse usar joyas en el siglo XVI?

Principalmente la nobleza, la realeza y la alta burguesía. Las leyes suntuarias existían en algunos lugares para controlar quién podía usar qué tipo de materiales y adornos, pero la riqueza creciente de los mercaderes a menudo les permitía desafiar estas restricciones.

¿Eran las joyas solo decorativas o tenían alguna función práctica?

Aunque principalmente decorativas y símbolos de estatus, algunas joyas tenían funciones prácticas. Los anillos de sello se usaban para lacrar. Los pomanders colgantes ayudaban a disimular olores desagradables. Los "girdle books" eran portadores de textos religiosos. Los "tablets" (relicarios/guardapelos) podían contener miniaturas o recuerdos sentimentales.

¿Qué distingue la joyería del siglo XVI de la de otros periodos?

El énfasis en la elaborada orfebrería y el uso extensivo del esmalte son características distintivas. La popularidad de las perlas (especialmente las barrocas en la última parte del siglo) y la diversidad de formas de los colgantes, incluyendo los naturalistas y los que contenían miniaturas, también son sellos de esta época.

¿Cómo se engastaban las gemas?

Los engastes modernos con garras eran raros. Se utilizaban engastes cerrados, donde el metal rodeaba completamente la base de la gema, o engastes más elaborados que formaban estructuras decorativas alrededor de la piedra, a menudo imitando formas vegetales.

La joyería del siglo XVI fue, en resumen, un reflejo de la riqueza y el gusto de una era. Cada pieza era el resultado de una laboriosa artesanía, donde la habilidad del orfebre, la belleza de las gemas y perlas, y el vibrante colorido del esmalte se unían para crear objetos de incomparable lujo y significado. Estas joyas no solo adornaban el cuerpo, sino que contaban historias de estatus, fe y arte en una de las épocas más fascinantes de la historia.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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