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La Moneda Zapoteca: Tajaderas de Cobre

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Antes de la llegada de los europeos, las sociedades de Mesoamérica poseían economías complejas que iban más allá del simple trueque. Si bien el intercambio de bienes era común, también existían formas de moneda estandarizadas que facilitaban el comercio a diferentes escalas. Una de las más interesantes y extendidas, especialmente relevante en la región de Oaxaca, hogar del pueblo Zapoteca, era la peculiar moneda de cobre conocida como tajadera.

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Pitao Cocijo. Divinidad zapoteca de la lluvia y la tormenta. Comparable a Chaac de los mayas y a Tláloc mexica.

A menudo descrita como una "moneda-hacha" o "moneda-azada" debido a su forma, la tajadera de cobre representaba una forma de dinero metálico que circulaba no solo en el centro de México, sino también en partes de América Central e incluso llegaba hasta Ecuador y Perú en América del Sur. A diferencia de las monedas europeas con sellos distintivos, estas piezas de cobre eran estandarizadas en su forma, aunque variaban en masa y grosor, y carecían de marcas oficiales.

Índice de Contenido

La Tajadera de Cobre: Forma y Función

La forma característica de la tajadera era similar a la de una cuchilla de hacha o una pala pequeña, de ahí sus nombres alternativos. Estas piezas variaban en tamaño, encontrándose ejemplares que iban desde muy pequeños hasta otros de aproximadamente 13 centímetros de altura. Su morfología sugería utilidad, pero su función principal era inequívocamente como moneda de intercambio.

La evidencia de su uso como moneda es contundente. Los hallazgos arqueológicos, particularmente en los sepulcros de Oaxaca, han revelado una abundancia de estas piezas de cobre. La presencia masiva en contextos funerarios indica su alto valor y su importancia para los individuos en la vida y, quizás, en el más allá. La anécdota del General Porfirio Díaz, mencionada en fuentes históricas, sobre encontrar tantas hachas de cobre en una cripta de Oaxaca que pudieron ser reutilizadas, subraya la gran cantidad de estas piezas que existían en la región, reforzando la idea de que eran una parte integral de la economía local.

El Cobre como Metal Monetario en Oaxaca

Mientras que los conquistadores españoles basaban su sistema monetario en metales preciosos como el oro (en polvo, pepitas o barras) y la plata (en barras o láminas), las culturas mesoamericanas, y los Zapotecas en particular, vieron en el cobre un metal viable para su moneda estandarizada. El cobre nativo, disponible en ciertas regiones, era el material base para la elaboración de las tajaderas. Su elección podría deberse a su disponibilidad, a su relativa facilidad de trabajo en comparación con otros metales, y a su durabilidad.

La abundancia de tajaderas de cobre encontradas específicamente en los sepulcros de Oaxaca establece una conexión fuerte con la cultura Zapoteca, sugiriendo que este tipo de moneda tuvo una relevancia particular en su esfera económica y social. Aunque circulaba más allá de sus fronteras, el corazón de su producción y uso parece haber estado firmemente anclado en esta región.

Fabricación y Apariencia de la Moneda-Hacha

El proceso de elaboración de estas tajaderas de cobre era relativamente sofisticado para la época. Se comenzaba con cobre nativo, el cual era fundido. El metal líquido se vertía luego en moldes. Estos moldes se hacían típicamente a partir de dos piedras talladas con la forma deseada para la cuchilla o hacha. Una vez solidificado el metal, las piezas eran desmoldadas y sometidas a un proceso de trabajo en frío: eran golpeadas con piedras de río. Este martillado no solo les daba la forma final más precisa, sino que también aumentaba su dureza, haciéndolas más resistentes al desgaste por uso.

A pesar de este proceso de estandarización en la forma y el material, existía una variabilidad natural en la masa y el grosor de las tajaderas individuales. Esto sugiere que, si bien la forma era el identificador clave como moneda, el valor podría haber estado relacionado con su peso o simplemente con la posesión de una pieza con la forma reconocida, independientemente de su tamaño exacto dentro de un rango aceptado. La existencia de diferentes tamaños, como se menciona, también podría haber correspondido a diferentes denominaciones o valores de intercambio.

El Valor de la Tajadera: Un Sistema de Intercambio

El texto proporcionado ofrece datos concretos sobre el valor de la tajadera de cobre en relación con otros bienes y con la moneda española. Una pieza de tajadera equivalía a una cantidad considerable de granos de cacao: 8,000 granos. Los granos de cacao eran otra forma de moneda ampliamente utilizada en Mesoamérica, especialmente para transacciones de menor cuantía.

La relación con la moneda española también es reveladora. Se documenta que cuatro piezas de tajaderas de cobre nuevas valían 5 reales españoles, mientras que diez piezas ya usadas y desgastadas valían un real. Esta diferencia de valor entre piezas nuevas y usadas indica un sistema que reconocía el desgaste y ajustaba el valor en consecuencia. También muestra que la tajadera de cobre mantuvo un valor de cambio significativo incluso después de la llegada de los españoles y la introducción del real.

Comparación de Monedas: Prehispánica vs. Colonial

MonedaMetal/MaterialForma PrincipalValor de Referencia (Ejemplos)
Tajadera de CobreCobreHacha/Cuchilla (variable tamaño)8,000 granos de cacao; 4 nuevas = 5 reales españoles
Granos de CacaoCacaoGranoMoneda de menor valor, perecedera
Oro (Prehispánico)OroGrano, polvo, tubo de plumaAlto valor, asociado a élites
Hojas/Barras de Plata (Colonial)PlataBarra, láminaAlto valor, sistema español
Real EspañolPlata (principalmente)Moneda acuñada (disco)Valor estandarizado por la corona

Esta tabla comparativa ilustra la diversidad de sistemas monetarios que coexistieron o se sucedieron. La tajadera de cobre destaca como una forma metálica estandarizada que se situaba en un punto intermedio de valor, adecuada para transacciones de mediana y gran escala, complementando el uso del cacao para compras menores y el oro/plata para acumulaciones de riqueza o grandes intercambios.

Preguntas Frecuentes sobre la Moneda Zapoteca

¿Qué metal utilizaban principalmente los Zapotecas para su moneda?

Según la evidencia proporcionada, el metal principal utilizado para una forma estandarizada de moneda, la tajadera, era el cobre.

¿Qué forma tenía la moneda de los Zapotecas?

La forma de su moneda más distintiva era la de una tajadera, parecida a una cuchilla de hacha o azada, de ahí sus nombres "moneda-hacha" o "moneda-azada". Tenían tamaños variables, hasta unos 13 centímetros.

¿Solo los Zapotecas usaban las tajaderas de cobre?

No, el texto indica que la tajadera de cobre circulaba en el centro de México, partes de América Central y América del Sur. Sin embargo, su gran abundancia en los sepulcros de Oaxaca sugiere una conexión particularmente fuerte e importante con la cultura Zapoteca de esa región.

¿Cómo se fabricaban estas monedas de cobre?

Se elaboraban fundiendo cobre nativo y vertiéndolo en moldes de piedra tallados con la forma deseada. Posteriormente, eran golpeadas con piedras de río para darles forma final y dureza.

¿Cuál era el valor de una tajadera de cobre?

Su valor estaba estandarizado. Una pieza equivalía a 8,000 granos de cacao. En relación con la moneda española, 4 tajaderas nuevas valían 5 reales, y 10 usadas valían 1 real.

El Legado de la Moneda Zapoteca de Cobre

La tajadera de cobre es un testimonio fascinante de la sofisticación económica de las sociedades prehispánicas, incluyendo a los Zapotecas de Oaxaca. Representa una de las pocas formas de moneda metálica estandarizada en la América antigua y jugó un papel crucial en el comercio y la acumulación de riqueza en la región. Su coexistencia y posterior interacción en valor con la moneda española demuestran la resiliencia y adaptabilidad de los sistemas económicos indígenas frente a la imposición de nuevas estructuras. Estas "hachas de cobre" no solo eran herramientas de intercambio, sino objetos de valor que acompañaban a las personas incluso después de la muerte, un legado tangible de una economía vibrante y compleja.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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