¿Qué arte tenían los celtas?

La Maestría Celta en Metal y Joyería Antigua

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Los antiguos celtas, un conjunto diverso de tribus que poblaron extensas regiones de Europa central y occidental desde finales de la Edad de Bronce hasta la Edad de Hierro (aproximadamente del 700 a. C. al 400 d. C.), no solo destacaron por su organización tribal, sus prácticas religiosas o su estilo de guerra, sino también por una profunda conexión con los metales. Aunque nunca formaron un estado unificado, estaban ligados por similitudes culturales, incluyendo un notable dominio en el trabajo de metales preciosos y cotidianos. La información que poseemos, proveniente principalmente de hallazgos arqueológicos y menciones de escritores clásicos, revela una habilidad técnica considerable y un sentido artístico distintivo que se manifestó en una amplia gama de objetos metálicos, desde herramientas y armas esenciales para la vida diaria y la guerra, hasta intrincadas piezas de orfebrería que servían como símbolos de estatus y expresión religiosa. Su transición a la Edad de Hierro marcó un hito, permitiéndoles crear objetos más fuertes y duraderos, sentando las bases para una metalurgia avanzada.

¿Dónde se instalaron los celtas en España?
En un principio se establecieron en la costa norte del país, en las actuales Galicia y Asturias, pero con el paso de los años lograron desarrollar una identidad propia gracias a su relación con otros pueblos de la zona, como los íberos de las provincias de Soria, Burgos o La Rioja: una interesante mezcla de culturas ...Mar 17, 2016

La llegada de la Edad de Hierro significó un cambio fundamental para las sociedades europeas, incluyendo aquellas que eventualmente serían identificadas como celtas. Esta tecnología, que se difundió por Europa desde principios del primer milenio a. C., permitió el reemplazo del bronce por un metal más abundante, fuerte y duradero: el hierro. Esta transición no solo impactó la agricultura y la vida cotidiana con mejores herramientas, sino que revolucionó la guerra, permitiendo la fabricación de armas superiores. La cultura de Hallstatt, considerada proto-celta y floreciendo entre c. 1200 y 450 a. C., ya mostraba una prosperidad basada en el comercio de recursos locales como la sal, el hierro y el cobre. Este acceso a materias primas metálicas fue crucial para el desarrollo de sus habilidades de metalurgia. La posterior cultura de La Tène (c. 450 - c. 50 a. C.), a menudo considerada sinónimo de la cultura celta clásica en Europa, se caracterizó, entre otros aspectos, por su distintiva forma de trabajar el hierro, produciendo objetos que combinaban funcionalidad y un marcado estilo artístico.

Los celtas trabajaron con una variedad de metales, reflejando tanto la disponibilidad local como las redes comerciales. El hierro fue fundamental para herramientas y armamento debido a su resistencia y abundancia. El bronce, aunque gradualmente reemplazado por el hierro para muchos usos prácticos, siguió siendo importante, especialmente en la fundición de objetos artísticos y decorativos como calderos y escudos ornamentados. Pero fue en el trabajo con metales preciosos, particularmente el oro, donde los celtas mostraron una habilidad excepcional. El texto menciona la presencia de preciosas joyas de oro y ámbar en los túmulos de enterramiento de Hallstatt, lo que indica el valor y la circulación de estos materiales. La cultura de La Tène también produjo impresionantes torques de oro y broches anillados, que no solo eran adornos, sino también importantes símbolos de estatus y poder. La plata también se menciona como un bien de intercambio, aunque el oro parece haber tenido una preeminencia especial en su orfebrería de élite. Además de los metales, incorporaron otros materiales valiosos en sus creaciones, como vidrio, coral y ámbar, a menudo importados a través de sus extensas redes comerciales.

La maestría de los artesanos celtas se evidencia en las diversas técnicas que empleaban para transformar metales en objetos de belleza y utilidad. El texto menciona explícitamente varias de estas técnicas: los metales se fundían, lo que implica el uso de hornos y moldes para dar forma al metal líquido. Una vez solidificados, los objetos podían ser grabados, una técnica que consiste en cortar diseños en la superficie del metal. También practicaban el perforado y el dibujado (probablemente refiriéndose al trefilado para hacer hilos o al estirado para dar forma a láminas). La técnica de incrustar, donde se insertan materiales diferentes (como vidrio, coral o ámbar) en cavidades talladas en el metal, añadía color y contraste a sus piezas. Finalmente, el repoussé (o repujado), una técnica donde se trabaja el metal por el reverso para crear un diseño en relieve en el anverso, permitía crear formas complejas y detalladas en láminas de metal, como se ve en escudos y calderos ornamentados. Estas técnicas, algunas de las cuales requerían herramientas especializadas como buriles, martillos, punzones y matrices, demuestran un conocimiento sofisticado de las propiedades de los metales y un alto nivel de habilidad manual por parte de los artesanos celtas.

La aplicación de estas técnicas resultó en una amplia variedad de objetos que reflejan tanto la funcionalidad como el distintivo arte celta. Entre los objetos típicos creados por los artesanos celtas se mencionan calderos ornamentados, que probablemente tenían usos rituales o para banquetes comunitarios. Los escudos de bronce no solo eran equipos de protección, sino también lienzos para la expresión artística mediante técnicas como el repoussé y el grabado. Los torques de oro, collares rígidos que se llevaban alrededor del cuello, eran particularmente emblemáticos del poder y el estatus de la élite celta. Los broches, compuestos por un anillo y un prendedor, eran funcionales para sujetar la ropa, pero a menudo estaban elaborados con gran detalle y materiales preciosos, convirtiéndose en verdaderas joyas. Las figurillas de animales, hechas de metal u otros materiales, servían a menudo como ofrendas votivas, mostrando la conexión entre su arte y su religión. Estos objetos no solo eran productos de habilidad técnica, sino también portadores de simbolismo, decorados con los característicos diseños celtas: formas fluidas, motivos vegetales complejos, figuras abstractas y líneas espirales entrecruzadas. Incluso los objetos de uso diario eran embellecidos, reflejando un deseo de integrar el arte en todos los aspectos de la vida.

El comercio jugó un papel crucial en la metalurgia y orfebrería celta. El acceso a materias primas como el estaño de las Islas Británicas, el ámbar del Báltico, y recursos locales como hierro, oro y sal, permitió a los artesanos celtas contar con los materiales necesarios para sus creaciones. A su vez, los productos metálicos celtas, como armas, herramientas y objetos de arte, eran parte de las mercancías que se intercambiaban con otras culturas, incluyendo las del Mediterráneo. Esta interacción comercial no solo facilitó el acceso a materiales exóticos como el vidrio o el coral, sino que también propició el intercambio de ideas y tecnologías artísticas, influyendo en el desarrollo del estilo celta. La presencia de bienes suntuarios importados en los enterramientos celtas subraya la importancia del comercio para la élite, que utilizaba la riqueza adquirida para patrocinar la producción de objetos metálicos y joyas que reforzaban su estatus social.

La organización de la producción artesanal en el mundo celta, aunque no descrita en detalle en el texto, puede inferirse en parte de la mención de los oppida. Estos asentamientos fortificados, que surgieron en los siglos I y II a. C., no solo servían como refugios durante la guerra, sino también como lugares seguros para concentrar talleres de producción y almacenar recursos. La existencia de talleres especializados dentro de estos centros urbanos sugiere una división del trabajo y una producción a una escala mayor de lo que se podría lograr en asentamientos rurales dispersos. Es probable que en estos talleres se llevaran a cabo actividades metalúrgicas, incluyendo la fundición, forja y acabado de objetos de hierro, bronce y metales preciosos. La concentración de artesanos en estos lugares habría facilitado la transmisión de conocimientos y el desarrollo de técnicas más avanzadas.

Aunque el texto no detalla las herramientas específicas que utilizaban los orfebres y metalúrgicos celtas, la sofisticación de los objetos que crearon —desde la precisión del grabado hasta la complejidad del repoussé y la delicadeza de las incrustaciones— implica necesariamente el uso de un conjunto de herramientas adecuadas. Para la fundición, habrían necesitado hornos, crisoles para contener el metal fundido y moldes (abiertos o cerrados) hechos de arcilla, piedra o incluso metal. Para trabajar el metal sólido, herramientas como martillos de diversos tamaños y formas, yunques o superficies de trabajo duras, cinceles y buriles para grabar y tallar, punzones para perforar o decorar, y limas para dar forma y acabar superficies habrían sido esenciales. La técnica del trefilado para crear hilos finos requeriría matrices o hileras. El trabajo de repoussé se realizaría con martillos y punzones especiales sobre superficies blandas. La habilidad para manejar estas herramientas y materiales, combinada con un profundo conocimiento de las propiedades de los metales, es lo que permitió a los artesanos celtas producir el impresionante legado de objetos metálicos que hoy admiramos.

¿Es el prerrománico asturiano patrimonio de la humanidad?
El Prerrománico es un arte único en el mundo. Es el arte de la Monarquía Asturiana durante los siglos IX y X, y así lo reconoció la UNESCO al declarar Patrimonio de la Humanidad las iglesias de Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lena.

La metalurgia y la orfebrería no eran meras actividades productivas para los celtas; estaban profundamente entrelazadas con su sociedad, religión y arte. Los objetos metálicos, especialmente las armas y las joyas, eran símbolos de estatus, poder y valentía. Las ofrendas votivas de metal depositadas en ríos y manantiales sagrados reflejan la importancia de estos materiales en sus prácticas religiosas. El distintivo estilo artístico celta, con sus motivos curvilíneos y abstractos, se manifestó de manera prominente en sus creaciones metálicas, convirtiéndolas en portadoras de identidad cultural. A pesar de la eventual asimilación por el Imperio Romano en muchas regiones, el legado de la maestría celta en el trabajo del metal sobrevivió, influyendo en las artes de las áreas celtas insulares durante la Edad Media, como se ve en la orfebrería y la iluminación de manuscritos de la tradición insular.

La evidencia arqueológica de los objetos metálicos celtas nos proporciona una ventana invaluable a su tecnología, economía, sociedad y cosmovisión. A través del estudio de la composición de los metales, las técnicas utilizadas y los diseños aplicados, los investigadores pueden reconstruir aspectos de la vida celta que no fueron registrados por escrito. La calidad y complejidad de su metalurgia y orfebrería atestiguan el alto nivel de especialización alcanzado por sus artesanos y la importancia que la sociedad celta otorgaba a la producción y posesión de objetos metálicos, especialmente aquellos elaborados con metales preciosos.

Preguntas Frecuentes sobre la Metalurgia Celta:

¿Los celtas usaban oro en su artesanía?
Sí, el texto menciona explícitamente el uso de oro, especialmente en la fabricación de joyas preciosas como los torques, que se han encontrado en enterramientos de élite.

¿Qué metales trabajaban los celtas además del oro?
Según el texto, trabajaban principalmente con hierro, bronce y plata. También incorporaban otros materiales como vidrio, coral y ámbar en sus creaciones.

¿Eran avanzadas las técnicas metalúrgicas celtas?
Sí, el texto describe varias técnicas sofisticadas como la fundición, el grabado, el perforado, el dibujado, la incrustación y el repoussé (repujado), lo que indica un alto nivel de habilidad y conocimiento técnico para la época.

¿Qué tipos de objetos metálicos fabricaban los celtas?
Fabricaban una amplia gama de objetos, incluyendo herramientas, armas (lanzas, espadas, escudos), calderos, torques, broches, figurillas y otros elementos decorativos y rituales.

¿Dónde se realizaba la producción metalúrgica celta?
El texto sugiere que, al menos en períodos posteriores, los asentamientos fortificados conocidos como oppida albergaban talleres de producción, lo que indica una posible centralización de la artesanía.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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