El suelo de España guarda celosamente los ecos de su pasado, y en ocasiones, revela tesoros que arrojan luz sobre épocas fascinantes. Uno de estos hallazgos, de incalculable valor histórico y artístico, es el Tesoro de Guarrazar. Descubierto a mediados del siglo XIX en la localidad toledana de Guadamur, este conjunto de coronas votivas y cruces ornamentadas pertenecientes al Reino Visigodo supuso una ventana única al esplendor de la orfebrería de aquel periodo. Sin embargo, su historia es tan rica en detalles como trágica en su desarrollo, marcada por el descubrimiento casual, el expolio inicial y la dispersión de sus piezas.

El Hallazgo Fortuito en Guadamur
La historia del Tesoro de Guarrazar comenzó de la manera más inesperada. En el año 1858, unas copiosas lluvias torrenciales azotaron la zona de Guadamur, cerca de Toledo. La erosión del terreno provocada por el agua dejó al descubierto lo que parecían ser antiguas tumbas. En el interior de dos de ellas, situadas en un antiguo cementerio visigótico, se encontraban los restos de un tesoro que había permanecido oculto durante siglos. El descubrimiento fue prácticamente simultáneo, aunque realizado por dos personas diferentes: Francisco Morales y Domingo de la Cruz, ambos agricultores locales.
En lugar de notificar a las autoridades, los descubridores, conscientes de que no eran los propietarios legales del terreno ni, por tanto, de lo hallado, decidieron guardar silencio y quedarse con las piezas. Este acto, comprensible quizás desde la perspectiva de la época y la situación de los agricultores, desencadenaría una serie de eventos que pondrían en peligro la integridad del tesoro.
De la Tierra al Mercado Negro: El Inicio del Expolio
Con el tesoro en su poder, Francisco Morales y Domingo de la Cruz, junto a sus familias, comenzaron una venta clandestina y gradual de las piezas. Su objetivo era obtener dinero de manera discreta. Para ello, se dirigieron a diversos plateros de la cercana ciudad de Toledo. Vendían las piezas enteras o, lo que es más doloroso para el patrimonio, fragmentos de ellas, que los plateros fundían para aprovechar el valioso metal. Este comercio oculto se mantuvo durante un tiempo, pero la magnitud y la singularidad de lo que se estaba vendiendo o destruyendo pronto comenzaron a levantar sospechas y rumores en Toledo.
A medida que los rumores se extendían, algunas personas en Toledo, con mayor sensibilidad hacia el valor histórico y artístico de las piezas, se percataron de la importancia de lo que estaba sucediendo. Comprendieron que se estaba perdiendo un legado invaluable. Estas personas decidieron actuar y empezaron a comprar todas las piezas que aún pudieron encontrar, tratando de recuperarlas antes de que fueran totalmente destruidas. Intentaron también restaurar los desperfectos que se les habían ocasionado durante el proceso de venta y fraccionamiento.
El Tesoro Cruza Fronteras: Venta a Francia y Reacción Española
Una vez recuperadas algunas de las piezas más importantes, aquellos que las habían adquirido decidieron sacarlas de España en secreto con la intención de venderlas en el extranjero. El destino elegido fue Francia. Allí, las piezas fueron ofrecidas al gobierno francés, que las adquirió en 1859. El destino final de este lote fue el prestigioso Museo de Cluny en París, un museo especializado en arte medieval, donde encajaban perfectamente por su contexto histórico y artístico.
La noticia de la adquisición por parte del gobierno francés y su destino al Museo de Cluny no tardó en ser publicada por la prensa francesa. Fue precisamente a través de estas publicaciones como las autoridades españolas tuvieron conocimiento por primera vez de la existencia y el expolio del tesoro. Hasta ese momento, no se había presentado ninguna denuncia oficial ni se tenía constancia del hallazgo.
La reacción del gobierno español fue inmediata. Se presentó una reclamación diplomática ante el gobierno francés para intentar recuperar las piezas. Al mismo tiempo, se abrió una investigación judicial en Toledo para esclarecer los hechos y depurar responsabilidades. También se iniciaron excavaciones arqueológicas oficiales en el yacimiento de Guadamur con el fin de recuperar cualquier resto del tesoro que pudiera quedar en el lugar.
Lamentablemente, cuando se tomaron estas medidas, el daño ya estaba hecho. Se estima que aproximadamente dos tercios del Tesoro de Guarrazar ya habían sido destruidos, fundidos o perdidos. La mayor parte de lo que quedaba se encontraba en Francia, en el Museo de Cluny. La reclamación diplomática española no fue atendida de inmediato y pasaría mucho tiempo hasta que una parte significativa de las piezas regresara a España. Esto ocurrió finalmente en 1940, en el marco de un acuerdo de intercambio de obras de arte entre España y Francia.
Lo que Quedó en España: Piezas Recuperadas y la Corona de Suintila
A pesar del expolio y la venta a Francia, algunas piezas del tesoro aún permanecían en España. Ante la orden del gobernador civil de Toledo de requisar todo lo que se encontrara relacionado con el tesoro, la venta clandestina se volvió imposible. Domingo de la Cruz, uno de los descubridores originales, decidió entonces entregar a la reina Isabel II las piezas que aún conservaba en su poder. A cambio de esta entrega, que incluía la valiosa corona atribuida al rey Suintila, Domingo de la Cruz recibió una suma de dinero y una pensión vitalicia.
Por otro lado, el joyero madrileño José Navarro, quien había sido el intermediario en la venta de las piezas al gobierno francés y que terminaron en el Museo de Cluny, aún conservaba en su poder dos placas de oro. Se cree que estas placas formaban parte de la gran cruz del tesoro. No se sabe con certeza en qué lote fue encontrada esta cruz originalmente, aunque se sospecha que pudo haber estado en el segundo depósito, el de Domingo de la Cruz. Es probable que José Navarro las hubiera adquirido de algún platero toledano que las había obtenido de los descubridores.
Además de las placas de oro, José Navarro también conservaba unos “carbones” que, según se decía, provenían de la cruz. Estos “carbones” no eran restos de la madera interna que servía de soporte, sino que se interpretaron como posibles reliquias que la cruz podría haber contenido en su interior. La posibilidad de que la gran cruz fuera una cruz-relicario, es decir, una cruz diseñada para albergar reliquias sagradas, es muy alta. La supervivencia de estos “carbones” sugiere que quien desmembró la cruz fue probablemente un joyero, que los encontró al desmontarla y no los descartó si pensó que podían ser reliquias, mientras que un campesino quizás los habría tirado como simple madera vieja. Es muy probable que estas reliquias se encontraran alojadas en una cápsula situada en el centro de la cruz, en la intersección de sus brazos.
José Navarro conservó las placas y los “carbones” y, al igual que Domingo de la Cruz, decidió venderlos al gobierno español en 1860. Se negó a poner un precio, aceptando lo que el Ministerio de Fomento considerara justo. El lote fue adquirido y adscrito temporalmente al Gabinete de Antigüedades de la Biblioteca Nacional. Finalmente, tras la fundación del Museo Nacional de Arqueología en 1867, estos restos de la gran cruz, junto con otras piezas del tesoro recuperadas en España, pasaron a formar parte de su colección, donde se conservan hasta el día de hoy.
La Gran Cruz: Corazón y Misterio del Tesoro
Entre todas las piezas del Tesoro de Guarrazar, la Gran Cruz destaca por su singularidad y el misterio que la rodea. Aunque solo se conservan fragmentos (las dos placas de oro y los “carbones”), su estudio ha permitido formular hipótesis fascinantes sobre su origen y significado. Se cree que esta cruz data del siglo VI, lo que la haría anterior a la mayoría de las otras piezas del tesoro, que fueron realizadas en talleres hispano-visigóticos a lo largo del siglo VII. Su estilo sugiere que podría ser obra de un taller externo al ámbito visigodo, posiblemente de origen itálico.
La hipótesis principal sobre la función de la Gran Cruz es que no era una simple cruz procesional, sino una cruz-relicario. Las reliquias de los “carbones” y la posibilidad de que estuvieran contenidas en una cápsula central refuerzan esta idea. Además, el análisis morfológico de las placas conservadas, que muestran una curvatura cóncava en uno de sus extremos, es compatible con la forma de una cápsula central.
Una Conexión Real y Divina: La Cruz de Recaredo y Gregorio Magno
El misterio de la Gran Cruz se profundiza al considerar posibles menciones en fuentes documentales antiguas. En el año 589, un evento de trascendental importancia para el Reino Visigodo tuvo lugar en Toledo: el rey Recaredo I abjuró del arrianismo y se convirtió al catolicismo durante la celebración del III Concilio de Toledo. Esta conversión, a la que se sumó la mayoría del pueblo visigodo, fue recibida con gran alegría por la Iglesia. Recaredo I comunicó su decisión al papa san Gregorio Magno mediante una carta, que se ha conservado, y en la que le enviaba como obsequio un cáliz de oro con piedras preciosas.
La Crónica de Alfonso III, por su parte, menciona que en el año 599, para conmemorar esta conversión, el papa san Gregorio Magno envió al rey Recaredo I una cruz-relicario de oro. Se decía que esta cruz contenía una reliquia del Lignum Crucis (un fragmento de la verdadera cruz de Jesucristo, considerada auténtica en la época) y unos cabellos de san Juan Bautista. También se sabe por el Liber Ordinum la existencia en Toledo de una iglesia dedicada a la Santa Cruz donde cada Viernes Santo se realizaba una procesión para mostrar la reliquia del Lignum Crucis.
La coincidencia de fechas (finales del siglo VI, principios del VII), la naturaleza de la pieza (cruz-relicario de oro con reliquias, posiblemente Lignum Crucis y cabellos) y el contexto histórico (la conversión y la relación entre Recaredo y Gregorio Magno) ha llevado a los expertos a plantear la fascinante hipótesis de que los restos de la Gran Cruz del Tesoro de Guarrazar podrían ser, en realidad, los restos de la cruz-relicario enviada por el papa san Gregorio Magno al rey Recaredo I.
Esta hipótesis se refuerza al observar el impacto que tuvo la Gran Cruz en la orfebrería visigoda posterior. Estudios tecnológicos, como el realizado a la corona de Recesvinto (otra pieza destacada del tesoro), demuestran que fue realizada tomando expresamente como modelo la Gran Cruz. Los mismos patrones decorativos se aprecian en la desaparecida corona de Suintila, según los registros gráficos que se conservan. Esto indica que la Gran Cruz ejerció una notable influencia en los talleres hispano-visigóticos del siglo VII. Esta influencia solo se explicaría si la cruz hubiera tenido una especial significación religiosa o votiva, posiblemente por ser objeto de veneración al estar asociada a una reliquia importante, o como símbolo del poder real sancionado divinamente, o por ambos motivos.
Análisis y Evidencias: Descifrando la Cruz
Los análisis realizados sobre los fragmentos conservados de la Gran Cruz han aportado valiosa información. La curvatura cóncava en el extremo interior de una de las placas de oro es compatible con la presencia de una cápsula central que albergara reliquias. Aunque se tomaron muestras del borde de una de las placas para análisis químico del oro, este procedimiento no contradice la hipótesis de la cápsula central; de hecho, se cree que las muestras se cortaron precisamente de un sector que no tenía rebordes, lo que podría corresponder a la zona de unión con esa cápsula.
La presencia de los “carbones”, que aún se conservan, es quizás la evidencia más directa de su función como relicario. Se ha sugerido la necesidad de realizar un análisis científico de estos restos para compararlos con otros análisis efectuados a supuestas reliquias medievales del Lignum Crucis y tratar de confirmar o refutar su autenticidad y, por tanto, la naturaleza de las reliquias que la cruz albergó.
Preguntas Frecuentes sobre el Tesoro de Guarrazar
¿Qué es el Tesoro de Guarrazar?
Es un importante hallazgo de orfebrería visigoda, compuesto principalmente por coronas votivas, cruces y otras joyas, datado entre los siglos VI y VII.
¿Dónde y cuándo fue encontrado?
Fue descubierto accidentalmente en 1858 en Guadamur, cerca de Toledo, España.
¿Quiénes lo encontraron?
Fue encontrado por dos agricultores locales, Francisco Morales y Domingo de la Cruz, en un antiguo cementerio visigótico.
¿Qué pasó con el tesoro después de su descubrimiento?
Inicialmente fue ocultado por los descubridores, vendido gradualmente a plateros, expoliado, y parte de él fue sacado ilegalmente de España y vendido al Museo de Cluny en Francia. Otra parte quedó en España y fue recuperada por las autoridades.
¿Cuánto del tesoro original se conserva?
Se estima que aproximadamente dos tercios del tesoro fueron destruidos tras su descubrimiento. Lo que se conserva se reparte principalmente entre el Museo Nacional de Arqueología de Madrid y el Museo de Cluny de París.
¿Cuál es la importancia de la Gran Cruz del tesoro?
La Gran Cruz es una de las piezas más significativas. Se cree que es anterior a la mayoría del tesoro, posiblemente de origen itálico, y que funcionaba como una cruz-relicario. Existe la hipótesis de que podría ser la cruz enviada por el Papa Gregorio Magno al rey Recaredo I.
¿Qué reliquias podría haber contenido la Gran Cruz?
Según fuentes históricas y la hipótesis de su conexión con la cruz papal, podría haber contenido fragmentos del Lignum Crucis y cabellos de san Juan Bautista, representados por los “carbones” hallados junto a las placas de oro.
El Legado del Tesoro de Guarrazar
A pesar de la dramática historia de su descubrimiento y la lamentable pérdida de gran parte de sus piezas, el Tesoro de Guarrazar sigue siendo una fuente invaluable de información sobre la orfebrería, la realeza y la religión en el Reino Visigodo de Toledo. Las coronas votivas, con sus intrincados trabajos en oro, piedras preciosas y perlas, son testimonios del poder y la devoción de los monarcas visigodos. La Gran Cruz, por su parte, añade una capa de misterio y conexión con los eventos más importantes de la época, como la conversión al catolicismo.
Hoy en día, las piezas conservadas en el Museo Nacional de Arqueología de Madrid y en el Museo de Cluny de París permiten admirar la maestría técnica y el refinamiento artístico de los orfebres visigodos y, quizás, de talleres externos de gran prestigio. El estudio continuo de estos objetos, incluyendo análisis científicos de los materiales y las reliquias, sigue arrojando luz sobre un periodo fundamental de la historia de España, manteniendo vivo el legado de este tesoro casi perdido.
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