¿Cómo se llama la pieza de orfebrería chimú?

Tesoros Prehispánicos: Tumi y Sipán

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El Perú prehispánico fue cuna de civilizaciones extraordinarias que alcanzaron un dominio sin igual en diversas artes, y entre ellas, la metalurgia y la orfebrería destacan con luz propia. Culturas como la Moche y la Lambayeque (también asociada a los Chimú en su etapa final) nos legaron objetos de una belleza y complejidad asombrosas, verdaderos testimonios de su cosmovisión, jerarquía social y habilidades técnicas. Dos de los ejemplos más icónicos de esta maestría son el célebre Tumi y el fastuoso ajuar funerario del Señor de Sipán.

¿Qué joyas tiene el Señor de Sipán?
Tenía también once pectorales de conchas de colores, brazaletes con turquesas, un lingote de oro en su mano derecha, uno de plata en su izquierda, un collar con 71 esferas de oro, una diadema de oro de 62 centímetros de ancho y un cetro rematado por una pirámide de oro. Reconstrucción de la tumba del Señor de Sipán.
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El Enigmático Tumi: Más Allá del Cuchillo

Cuando hablamos del Tumi, a menudo imaginamos un cuchillo ceremonial, y la etimología de la palabra, proveniente del quechua, parece confirmarlo. Sin embargo, para piezas específicas como el famoso Tumi de Lambayeque, hallado cerca de la localidad de Íllimo, algunos expertos sugieren que podría haber tenido una función más votiva o simbólica que utilitaria, quizás incluso representando un hacha ceremonial. Este objeto, que se convirtió en un símbolo de la cultura peruana, encapsula la sofisticación del trabajo en metales preciosos.

El ejemplar más conocido del Tumi, lamentablemente perdido, era una pieza de oro de 24 quilates que medía 42 centímetros de alto y pesaba 992 gramos. Su diseño es particularmente rico en detalles. Lo que podríamos considerar la empuñadura está rematado por la figura de una deidad antropomorfa. Esta figura se presenta de pie sobre la hoja metálica, con ojos almendrados que le confieren una mirada particular.

La deidad representada es, sin duda, un personaje de alta jerarquía. Diversas interpretaciones buscan identificarlo. Algunos estudiosos lo asocian con Naylamp (o Naymlap, Ñanlap), el mítico fundador de la cultura Lambayeque, quien, según las crónicas, llegó del mar. Otros, como Federico Kauffmann Doig, proponen que se trata de una deidad relacionada con el agua, el 'Dios del Agua andino', con marcadas características ornitomorfas, es decir, de ave.

Una hipótesis más reciente, propuesta en 2015 por el arqueólogo Wilo Vargas, ofrece una fascinante interpretación. Según esta visión, el Tumi no solo representa una figura, sino un paisaje marino completo. El Sol juega un papel crucial, simbolizado en el momento en que se sumerge en el inframundo al atardecer, considerando el mar como la gran puerta a este mundo subterráneo. La figura antropomorfa sería el hombre que acompaña o imita al Sol en este viaje descendente. Para realizar este tránsito, el personaje está dotado de atributos sobrenaturales: una máscara que le permite ver en la oscuridad, aretes con imágenes de aves marinas capaces de ingresar al mar y lo que se ha interpretado como alas, que podrían ser aletas para moverse en las vastas áreas acuosas del inframundo. La elección de un cuchillo como base podría simbolizar la capacidad de penetrar, en este caso, en el cuerpo de la tierra o pachamama al morir.

Volviendo a la descripción física, la figura del Tumi portaba una máscara (interpretada como felínica por Tello o ornitomorfa por Kauffman). En su cabeza destacaba un enorme tocado semilunar, trabajado con delicada filigrana y adornado con bolitas huecas. De esta diadema colgaban representaciones de aves que, asombrosamente, eran movibles. La pieza incluía incrustaciones de sodalita, un detalle que añade color y valor. Un collar de cuentas esféricas adornaba su cuello. El resto de su vestimenta consistía en un camisón corto, un taparrabos y rodilleras de las que pendían cartuchos en forma de campanilla. En la espalda llevaba ornamentos movibles que recordaban conchas marinas y pequeñas alas en los costados.

La historia del Tumi más famoso tiene un final trágico. En 1981, fue robado del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia en Pueblo Libre, junto con otras 220 piezas de oro y plata. A pesar de estar en una bóveda, los ladrones lograron acceder. La esperanza de recuperarlo se desvaneció en 1982, cuando la policía encontró a los ladrones con parte del botín. Increíblemente, muchas de las piezas, incluyendo el valioso Tumi, habían sido trituradas y fundidas para vender el metal al peso. Se descubrió a uno de los ladrones intercambiando oro fundido por cocaína, un triste epílogo para una obra de arte tan significativa.

El Esplendor Moche: Las Joyas del Señor de Sipán

Cientos de años antes de la cultura Lambayeque, la civilización Moche floreció en la costa norte del Perú, aproximadamente entre los años 100 y 800 d.C. Fueron un pueblo de ingenieros hidráulicos, hábiles comerciantes, constructores de grandes pirámides (huacas) y maestros artesanos, especialmente en cerámica y metalurgia. Sus enterramientos, custodiados por la aridez del desierto, guardaron por siglos el testimonio de su poder y sofisticación.

¿Cómo se llama la pieza de orfebrería chimú?
Tumi lambayeque. Vista posterior y anterior del Tumi Lambayeque. Tumi de oro.

En 1987, la historia de la arqueología peruana dio un giro monumental con el descubrimiento de la tumba del Señor de Sipán. El arqueólogo Walter Alva, director del Museo Bruning, fue alertado por la policía sobre el saqueo de un yacimiento en Sipán, conocido como Huaca Rajada. Los saqueadores habían encontrado un botín impresionante, incluyendo cuentas de oro casi puro con rostros de jaguar. La magnitud de los hallazgos iniciales y la amenaza constante de los huaqueros llevaron a Alva a tomar una decisión audaz: asegurar el sitio y excavar de inmediato, bajo la protección policial.

Las condiciones de excavación fueron extremadamente difíciles, rodeados de hostilidad y peligro. A pesar de ello, el equipo de Alva trabajó sin descanso. Encontraron una plataforma funeraria con un gran depósito de ofrendas, incluyendo 1137 vasijas de cerámica, un claro indicio de la cercanía de un enterramiento importante. Luego hallaron esqueletos de guardianes con los pies amputados, una práctica ritual.

El 26 de julio de 1987, el descubrimiento cumbre: un ataúd de madera (casi desintegrado) sobre un enrejado de troncos y adobe. Alrededor del féretro principal, yacían los cuerpos sacrificados de acompañantes: dos llamas, un niño pequeño, tres mujeres jóvenes, dos hombres y un perro. Pero el verdadero asombro llegó al abrir el féretro del dignatario principal, a quien llamaron el Señor de Sipán.

El Señor de Sipán estaba literalmente cubierto de riquezas. Su ajuar funerario es uno de los más espectaculares jamás encontrados. Llevaba una imponente corona de oro. Su vestimenta estaba adornada con turquesas. Sobre sus propios ojos se habían dispuesto dos ornamentos de oro con forma de ojos. Su rostro estaba protegido por una máscara de oro en el mentón y una nariguera de oro en la nariz. Adornaban su pecho once pectorales elaborados con conchas de colores. Sus brazos lucían brazaletes con turquesas. En su mano derecha sostenía un lingote de oro y en la izquierda, uno de plata, simbolizando quizás la dualidad cosmológica Moche. Un impresionante collar de 71 esferas de oro colgaba de su cuello. Una diadema de oro de 62 centímetros de ancho y un cetro rematado por una pirámide de oro completaban su fastuoso atuendo. El Señor, que medía 1.67 metros y murió alrededor de los 40 años (hacia el 278 d.C.), fue sepultado con el máximo honor.

El descubrimiento del Señor de Sipán fue aclamado internacionalmente como uno de los más importantes del siglo XX, comparado con hallazgos como el de Tutankhamón en Egipto. Las excavaciones continuaron, patrocinadas por National Geographic Society, revelando en 1989 dos nuevas tumbas intactas y ricas en tesoros: la del Viejo Señor de Sipán (un gobernante anterior de igual rango) y la del Sacerdote (un personaje de alto cargo religioso). Para 1999, se habían descubierto 13 tumbas en total en el sitio de Sipán.

Ante la magnitud e importancia de estos hallazgos, se impulsó la creación del Museo Nacional de Tumbas Reales de Sipán en Lambayeque, inaugurado en 2002. Este museo, con su diseño arquitectónico inspirado en las pirámides mochicas, alberga y exhibe gran parte de los tesoros encontrados, permitiendo a miles de visitantes cada año maravillarse con el legado de la cultura Moche.

Orfebrería Prehispánica: Un Legado de Maestría

La orfebrería de las culturas Moche y Lambayeque no era solo una muestra de riqueza material, sino también un profundo lenguaje simbólico. El dominio de técnicas como el laminado, repujado, filigrana, soldadura, engaste de piedras y el uso de aleaciones (como el tumbaga, mezcla de oro y cobre) era extraordinario. Creaban objetos funcionales, rituales y ornamentales que reflejaban su estructura social, sus creencias religiosas y su conexión con el entorno natural y sobrenatural.

Aunque el Tumi y el ajuar de Sipán provienen de culturas distintas (Lambayeque y Moche, respectivamente), comparten la excelencia en el trabajo del oro y la plata, así como la representación de figuras míticas y símbolos de poder. Ambos nos hablan de sociedades complejas, con élites que utilizaban los metales preciosos para legitimar su estatus y facilitar su tránsito al más allá.

¿Qué objetos de orfebrería se han encontrado en la tumba del Señor de Sipán?
Un collar representando veinte frutos de maní, confeccionados la mitad en oro y la mitad en plata, reiteraba el dualismo de la religión mochica. Debajo de la osamen- ta se descubrió la corona real en forma de una gran media luna de oro que permitió confirmar su autoridad terrena.
Comparativa: Tumi de Lambayeque vs. Tesoro de Sipán
CaracterísticaTumi de Lambayeque (ejemplar famoso)Tesoro del Señor de Sipán
Cultura principal asociadaLambayeque (o Chimú tardío)Moche
Objeto icónico principalCuchillo/Hacha ceremonial con figura antropomorfaAjuar funerario completo (corona, nariguera, pectorales, etc.)
Metal principalOro (24 quilates)Oro, Plata, Cobre
Estado actual del ejemplar famosoRobado y destruidoConservado y exhibido en museo
Ubicación actual de los hallazgos- (Destruido)Museo Nacional de Tumbas Reales de Sipán
Interpretación principal (figura)Deidad (Naylamp, Dios del Agua) o viaje al inframundoSímbolo de poder, estatus y creencias sobre la vida después de la muerte

Preguntas Frecuentes sobre el Tumi y Sipán

¿Cómo se llama la pieza de orfebrería chimú más famosa? Aunque a menudo se le asocia a los Chimú, el Tumi más célebre proviene de la cultura Lambayeque, que floreció antes y fue posteriormente anexada por los Chimú. Su nombre es Tumi.

¿Qué significa la palabra Tumi? La palabra Tumi proviene del quechua y significa cuchillo. Sin embargo, su uso ceremonial en piezas elaboradas sugiere funciones más allá de lo utilitario.

¿Qué le pasó al Tumi de oro original? El famoso Tumi de oro de Lambayeque fue robado del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia en 1981 y, lamentablemente, fue fundido y destruido por los ladrones.

¿Qué cultura creó las joyas del Señor de Sipán? Las impresionantes joyas y ornamentos encontrados en la tumba del Señor de Sipán pertenecen a la cultura Moche, que se desarrolló en la costa norte del Perú entre los años 100 y 800 d.C.

¿Dónde se pueden ver las joyas del Señor de Sipán? Las joyas y el ajuar funerario del Señor de Sipán, así como los de otros dignatarios encontrados en el sitio, se exhiben en el Museo Nacional de Tumbas Reales de Sipán, ubicado en Lambayeque, Perú.

¿Qué objetos de orfebrería se encontraron en la tumba del Señor de Sipán? Entre la vasta cantidad de objetos, destacan coronas de oro, narigueras y mentoneras de oro, pectorales de conchas y metal, brazaletes de turquesas, lingotes de oro y plata, collares de oro, diademas y cetros de oro, además de numerosos ornamentos para vestimenta y tocados.

La preservación y estudio de estos tesoros son fundamentales para comprender la complejidad y riqueza de las sociedades prehispánicas del Perú. Aunque el Tumi original se perdió, su imagen perdura como un símbolo de la maestría ancestral, mientras que el tesoro de Sipán, recuperado y protegido, continúa deslumbrando al mundo y revelando los secretos de una cultura fascinante.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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