¿Qué joyas contenía el tesoro de Moctezuma?

El Oro Perdido de Moctezuma: Una Leyenda

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La historia de México está llena de misterios y leyendas que combinan el esplendor de las culturas prehispánicas con el drama de la Conquista. Entre estas narraciones, pocas capturan tanto la imaginación como la del inmenso tesoro acumulado por el gran imperio azteca y su último emperador, Moctezuma Xocoyotzin.

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Durante siglos, la capital mexica, Tenochtitlan, fue el corazón de un vasto imperio que se extendía por gran parte de Mesoamérica. Esta posición dominante permitió a los aztecas amasar una riqueza fabulosa, no solo a través de la tributación de los pueblos sometidos, sino también mediante el desarrollo de una sofisticada orfebrería y platería. El oro, la plata, las piedras preciosas como el jade (chalchihuites), las turquesas, las plumas de quetzal y otros materiales exóticos afluían a la gran ciudad, transformados por hábiles artesanos en objetos de incomparable belleza y significado ritual.

¿Cuál es la leyenda del tesoro de Moctezuma?
Según el INAH, el oro fue fundido entre 1519 y 1520, por lo que se cree, perteneció al tesoro de Moctezuma. Durante la época en que los aztecas gobernaron en el centro del país, se lograron acumular inmensas riquezas, con piezas de oro y piedras preciosas.
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La Riqueza que Atrajo Miradas

La fama de estas riquezas trascendió las fronteras del imperio. Cuando Hernán Cortés y sus expedicionarios llegaron a las costas del actual México en 1519, ya tenían noticias de la abundancia de oro en estas tierras. El propio Moctezuma, intentando disuadir a los recién llegados de avanzar hacia Tenochtitlan, cometió el error de enviarles magníficas ofrendas de oro y piedras preciosas. Lejos de frenar su ambición, estos regalos solo avivaron la codicia de los españoles, confirmando los rumores de la opulencia azteca y actuando como un imán que los impulsó con mayor determinación hacia el corazón del imperio.

Tras desembarcar y abrirse paso a través de diversos territorios, en ocasiones mediante alianzas como la forjada con los tlaxcaltecas (enemigos acérrimos de los mexicas), Cortés y sus hombres acumularon algunas riquezas iniciales provenientes de los pueblos que encontraban a su paso. Sin embargo, nada los prepararía para lo que encontrarían en la capital.

El Descubrimiento en el Palacio de Axayácatl

El 8 de noviembre de 1519, los españoles entraron en la imponente ciudad de Tenochtitlan. Fueron recibidos, al menos inicialmente, con una mezcla de asombro y cautela por Moctezuma. Los alojaron en el palacio de Axayácatl, el padre del emperador, un vasto complejo que se ubicaba aproximadamente donde hoy se encuentra el Monte de Piedad en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Era una muestra de hospitalidad, pero también una forma de tenerlos controlados dentro de la isla.

Poco después de su llegada, los españoles, deseosos de establecer símbolos de su fe, solicitaron permiso para colocar un altar cristiano. Ante la negativa a hacerlo en el Templo Mayor, Moctezuma concedió que lo pusieran dentro del palacio donde se hospedaban. Mientras un carpintero trabajaba en la construcción de este altar, notó la existencia de una puerta disimulada en uno de los muros. La curiosidad pudo más, y al abrirla, él y otros españoles se encontraron ante una visión que, según las crónicas de la época, los dejó "elevados", asombrados por la magnitud de lo que veían.

Bernal Díaz del Castillo, testigo presencial, describe en su 'Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España' el momento con vívido detalle: “Y cuando fue abierta, Cortés con ciertos capitanes entraron primero dentro, y vieron tanto número de joyas de oro y planchas, y tejuelos muchos, y piedras de chalchihuis y otras grandes riquezas; quedaron elevados”. Era el tesoro imperial, celosamente guardado en el Teucalco, la 'Casa del Dios' o 'Casa de lo Sagrado', un recinto dentro del palacio dedicado a la custodia de las riquezas acumuladas por los gobernantes aztecas.

El Tesoro Imperial: Oro, Arte y Poder

Este tesoro no era simplemente una reserva de metales preciosos; representaba siglos de acumulación y la maestría de los artesanos mexicas. La tradición dictaba que los tlatoanis (emperadores) solo debían incrementar esta fortuna, nunca disminuirla ni tocarla para uso personal. Era un patrimonio del estado y de la divinidad.

Entre los objetos hallados se contaban innumerables piezas de orfebrería y platería finamente labradas: aretes, diademas, narigueras, collares elaborados con cuentas de oro y piedras, ajorcas (brazaletes y tobilleras), pectorales, escudos ceremoniales recubiertos de oro y adornados con plumas, figurillas de dioses y animales, y planchas y lingotes de oro puro. Cada pieza era una obra de arte, imbuida de simbolismo religioso y político, reflejo del poder y la cosmovisión azteca.

¿Cuál es la leyenda de Moctezuma?
A Moctezuma se le confía el gobierno de la humanidad, pero volviéndose orgulloso y malvado, se rebela contra el Gran Espíritu, despide a Coyote y ordena a la humanidad construir una casa lo suficientemente alta como para llegar al Cielo.

Los españoles, sin embargo, no veían estas obras maestras con los mismos ojos. Para ellos, el valor residía principalmente en el metal. Procedieron a fundir gran parte de las piezas de orfebrería y platería en barras estandarizadas, llamadas 'tejuelos' o lingotes, para facilitar su contabilización y transporte. Las piedras preciosas, como los chalchihuites (jade o jadeíta, altamente valorada por los aztecas, a veces incluso más que el oro), fueron repartidas entre sus aliados indígenas, quienes sí les otorgaban un gran valor cultural y ritual, mientras que los españoles priorizaban el oro.

La Noche Triste: Un Escape Fallido y la Pérdida

Tras el descubrimiento del tesoro, la situación en Tenochtitlan se deterioró rápidamente. Cortés hizo prisionero a Moctezuma, exacerbando el descontento entre los mexicas. Poco después, Cortés tuvo que salir de la ciudad para enfrentarse a Pánfilo de Narváez, enviado desde Cuba para arrestarlo. Dejó a cargo a Pedro de Alvarado.

Durante la ausencia de Cortés, Alvarado ordenó una masacre en el Templo Mayor durante la celebración de Tóxcatl, un acto que desató la furia y la rebelión abierta de los mexicas. Cuando Cortés regresó, se encontró con una ciudad en guerra. La situación se volvió insostenible para los españoles, sitiados en el palacio de Axayácatl y con escasez de suministros.

Ante la desesperación, Cortés decidió intentar una huida nocturna. La madrugada del 30 de junio de 1520 (o 1 de julio, según otras fuentes), conocida tristemente como la Noche Triste, los españoles y sus aliados tlaxcaltecas intentaron escapar de Tenochtitlan a través de la calzada de Tlacopan (hoy Tacuba). Cargaron consigo el tesoro imperial, o al menos la parte que habían logrado fundir y empacar.

La oscuridad y el sigilo no fueron suficientes. Una mujer mexica dio la alarma, y los guerreros aztecas, despertados por el ruido, lanzaron un feroz ataque desde canoas en la laguna y desde las orillas de la calzada. Fue una masacre para los españoles y sus aliados. El peso del oro se convirtió en una carga mortal; muchos soldados que intentaron escapar con grandes cantidades se ahogaron en las aguas del lago mientras eran atacados.

Se estima que cientos de españoles y miles de sus aliados murieron esa noche. Y con ellos, gran parte del tesoro de Moctezuma, el oro fundido en barras y las piezas que quizás no tuvieron tiempo de transformar, se hundió en las aguas poco profundas del lago de Texcoco o fue recuperado por los mexicas.

El Secreto de Cuauhtémoc y la Leyenda del Fondo del Lago

A pesar de la catastrófica retirada, los españoles no se rindieron. Tras reorganizarse y recibir refuerzos, Cortés sitió Tenochtitlan. La ciudad cayó finalmente en agosto de 1521. El último tlatoani azteca fue Cuauhtémoc, sobrino de Moctezuma, quien lideró la resistencia con valentía.

¿Cómo funciona el oro en la economía?
El oro es un metal precioso que ha sido utilizado como medio de pago, como reserva de valor y como adorno desde la antigüedad. El oro tiene una gran importancia económica y financiera, ya que se considera un valor refugio frente a la inflación y la depreciación de las divisas.

Una vez capturado Cuauhtémoc, Cortés y sus hombres, obsesionados con recuperar el oro perdido, lo sometieron a tortura, quemándole los pies, para que revelara el paradero del tesoro. Según la leyenda y algunas crónicas, Cuauhtémoc, con gran entereza, se negó a ceder, o bien confesó que el oro había sido arrojado a la laguna para evitar que cayera en manos de los invasores.

Desde entonces, la idea del tesoro de Moctezuma reposando en el fondo del antiguo lago de Texcoco ha alimentado la imaginación y las búsquedas infructuosas durante siglos. El lago fue desecado en gran parte a lo largo del tiempo, convirtiendo el lecho lacustre en la superficie sobre la que hoy se asienta la Ciudad de México. A pesar de esto, la leyenda del oro sumergido persiste.

¿Se Ha Encontrado Algo? El Hallazgo de 1981

Aunque gran parte del tesoro se considera perdido para siempre, ya sea disperso, recuperado por los mexicas, o hundido en el fango, ha habido un hallazgo significativo que parece conectar con la leyenda.

El 13 de marzo de 1981, durante trabajos de construcción a un costado de la Alameda Central, en lo que hoy son las inmediaciones de las oficinas del Servicio de Administración Tributaria (SAT) en la Ciudad de México, un trabajador encontró una barra de oro a unos cinco metros de profundidad. La barra, de aproximadamente 2 kilogramos de peso, fue analizada por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Los análisis confirmaron que la composición y las técnicas de fundición utilizadas en esta barra de oro corresponden al periodo de la Conquista, específicamente entre 1519 y 1520. Dada la ubicación del hallazgo, en la ruta de escape de los españoles durante la Noche Triste y en lo que fue parte del antiguo lago, los investigadores del INAH concluyeron que es altamente probable que esta barra sea una de las muchas que los españoles intentaron llevarse consigo y que se perdió en la huida.

Este hallazgo, aunque modesto en comparación con la magnitud estimada del tesoro original, es la prueba tangible más sólida hasta la fecha que vincula la leyenda con la realidad histórica y reitera que, efectivamente, parte de aquel oro se perdió en las aguas del lago de Texcoco.

Preguntas Frecuentes sobre el Tesoro de Moctezuma

¿Qué era exactamente el tesoro de Moctezuma?

Se refiere a la inmensa acumulación de riquezas del imperio azteca, custodiada en el palacio de Axayácatl en Tenochtitlan. Incluía piezas de orfebrería, platería, piedras preciosas (jade, turquesas), plumas finas y otros objetos de valor, así como lingotes y planchas de oro y plata.

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REYNA.1(a loanword from Spanish)2Headword: reyna.3queen. (a loanword from Spanish)4tohueycihuatlahtocauh. Reyna. Doña margarida austria = our great lady ruler, the queen, doña Margarita de Austria (early seventeenth century, central New Spain)

¿Dónde se guardaba el tesoro?

El tesoro se custodiaba principalmente en un recinto especial dentro del palacio de Axayácatl, conocido como el Teucalco (Casa del Dios o de lo Sagrado), en Tenochtitlan.

¿Qué hicieron los españoles al encontrar el tesoro?

Fundieron gran parte de las piezas artísticas de oro y plata en barras o lingotes para facilitar su transporte, mientras que las piedras preciosas fueron repartidas entre sus aliados indígenas.

¿Cómo se perdió el tesoro?

Se perdió principalmente durante la huida de los españoles y sus aliados de Tenochtitlan en la Noche Triste. Al intentar cruzar las calzadas cargados con el oro, fueron atacados por los mexicas, y muchos se ahogaron o perdieron sus cargas en el lago.

¿Se ha recuperado alguna parte del tesoro?

Sí, el hallazgo de una barra de oro en 1981 en la Ciudad de México, datada en el periodo de la Conquista y encontrada en la ruta de la Noche Triste, es considerada por el INAH como una parte probable del tesoro perdido.

¿Es posible que aún haya tesoros aztecas escondidos?

Aunque el gran tesoro imperial descubierto por Cortés se considera mayormente perdido o disperso, es posible que existan otros tesoros más pequeños o artefactos valiosos en sitios arqueológicos no explorados o que hayan sido ocultados por los aztecas durante la Conquista.

¿Por qué era importante el oro para los aztecas?

Para los aztecas, el oro (llamado teocuitlatl, 'excremento de los dioses') tenía un valor más simbólico y religioso que económico. Se asociaba con el sol y con las divinidades, y se utilizaba principalmente en ornamentos, objetos rituales y como símbolo de estatus y poder divino. Su valor cultural y artístico era inmenso, muy diferente a la visión puramente materialista de los conquistadores.

AspectoValoración AztecaValoración Española
Metal PreciosoSímbolo sagrado (sol, dioses), material artístico.Riqueza material, medio de intercambio, botín.
ObjetosObras de orfebrería y platería con significado ritual y estético.Materia prima para fundir en lingotes transportables.
Piedras Preciosas (Chalchihuites)Muy valoradas, a veces más que el oro; asociadas a la vida, el agua, la fertilidad.Menos valoradas que el oro; usadas para contentar aliados indígenas.
Tesoro ImperialPatrimonio del estado y los dioses, para ser incrementado.Propiedad del Rey de España o de los conquistadores, para ser saqueado y enviado.

La leyenda del tesoro de Moctezuma sigue viva, un recordatorio del choque de dos mundos, la magnificencia de una civilización perdida y la perenne búsqueda de riquezas y misterios que yacen bajo la superficie de una ciudad construida sobre el lecho de un antiguo lago y los vestigios de un imperio.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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