What is the Muisca system?

Los Muiscas: Señores del Altiplano Andino

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El Altiplano Cundiboyacense, una vasta y fértil meseta en el corazón de los Andes colombianos, fue el hogar de una de las civilizaciones prehispánicas más importantes de Suramérica: el pueblo Muisca. Conocidos por su compleja organización social, su avanzada economía basada en la agricultura y el comercio, y su profunda espiritualidad, los Muiscas dejaron una huella indeleble en la historia y la cultura de lo que hoy es Colombia, especialmente en la región donde se asienta la moderna ciudad de Bogotá.

Does the Muisca tribe still exist?
The Muisca People were a Native American tribe that lived in Columbia between 600 CE and 1600 CE. They inspired the El Dorado myth, and there is still a small population of Muisca in Columbia today.

Su influencia se extendía por un territorio considerable, que abarcaba gran parte de los actuales departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Santander. A diferencia de otros imperios contemporáneos en América del Sur, como los Incas o los Aztecas, los Muiscas no conformaron un único estado centralizado, sino una confederación laxa de cacicazgos independientes, siendo los más poderosos el Zipazgo, con centro en Bacatá (cerca de la actual Bogotá), y el Zaqueazgo, con sede en Hunza (hoy Tunja).

Índice de Contenido

Historia del Pueblo Muisca

La presencia Muisca en el Altiplano Cundiboyacense se remonta a varios siglos antes de la llegada de los europeos. Se estima que su desarrollo cultural significativo comenzó alrededor del siglo VI d.C. y alcanzó su apogeo en los siglos XV y principios del XVI. Su historia está marcada por un proceso de sedentarización, el desarrollo de técnicas agrícolas avanzadas y la consolidación de estructuras sociales y políticas complejas.

Antes de la formación de las grandes confederaciones, la región estaba habitada por grupos más pequeños organizados en cacicazgos locales. Con el tiempo, la necesidad de gestionar recursos, defender territorios y facilitar el comercio llevó a la integración de estos grupos bajo la autoridad de caciques más poderosos, dando lugar a las confederaciones del Zipa y el Zaque. Esta fase de consolidación fue interrumpida abruptamente por la llegada de los conquistadores españoles.

Organización Política y Administrativa

Como se mencionó, la estructura política Muisca no era un imperio unificado, sino una confederación de cacicazgos. Los dos principales eran el Zipazgo, gobernado por el Zipa, y el Zaqueazgo, gobernado por el Zaque. Existían otros cacicazgos importantes, como el de Iraca (centro religioso en Sogamoso) y el de Tundama (Duitama), que mantenían cierta autonomía pero reconocían la preeminencia de los dos grandes señores.

El poder del Zipa y del Zaque era hereditario, aunque con particularidades en la línea de sucesión (a menudo por línea materna, heredando los sobrinos hijos de hermanas). Cada cacicazgo mayor controlaba una serie de cacicazgos menores o capitanías. Esta estructura permitía una administración relativamente eficiente del territorio, la recaudación de tributos (en productos agrícolas, textiles, mantas, etc.) y la organización de la defensa. Las relaciones entre los cacicazgos, especialmente entre el Zipazgo y el Zaqueazgo, a menudo estaban marcadas por la rivalidad y conflictos territoriales, aunque también existían alianzas y relaciones comerciales.

La Lengua Muysccubun

La lengua hablada por los Muiscas era el Muysccubun, que pertenece a la familia lingüística Chibcha. Esta lengua era vital para la comunicación, la transmisión del conocimiento, las tradiciones orales y los rituales. Aunque no desarrollaron un sistema de escritura complejo como otras civilizaciones, utilizaban pictogramas y quipus (cordones con nudos) para llevar registros y contar. Con la llegada de los españoles y la imposición del castellano, el uso del Muysccubun decayó drásticamente. A pesar de los esfuerzos de los frailes para documentarla inicialmente, la lengua fue declarada extinta en el siglo XVIII. Sin embargo, en la actualidad, existen iniciativas para su revitalización y estudio, reconociendo su valor como patrimonio cultural.

Economía Muisca: Riqueza del Altiplano

La economía Muisca era una de las más prósperas y diversificadas de la región andina septentrional. Se basaba principalmente en la agricultura, con cultivos fundamentales como el maíz, la papa, la quinua, los frijoles y diversas variedades de tubérculos. Desarrollaron sistemas de irrigación y manejo del suelo que les permitieron sostener una población densa.

Más allá de la agricultura, los Muiscas eran maestros en la explotación y el comercio de recursos minerales. Controlaban importantes yacimientos de sal (Zipaquirá, Nemocón, Tausa), un bien de alto valor en la época prehispánica, utilizado para la conservación de alimentos y el comercio. También extraían carbón vegetal y, notablemente, esmeraldas, piedras preciosas muy codiciadas que les permitieron establecer redes de intercambio a larga distancia con pueblos vecinos como los Panches, Pijaos, Muzos y Guanes.

El comercio era un pilar de su economía. Utilizaban una especie de "moneda" basada en discos de oro o sal, aunque el trueque directo de productos era la forma más común de intercambio. Sus mercados eran centros vitales donde confluían productos del altiplano y de tierras bajas. Eran hábiles artesanos, produciendo finos textiles de algodón, cerámica decorada y, especialmente, orfebrería en oro y tumbaga (aleación de oro y cobre), con piezas de gran valor estético y ritual.

Cultura y Espiritualidad

La cultura Muisca estaba profundamente ligada a su visión del cosmos y la naturaleza. Su religión era politeísta, con deidades asociadas a fenómenos naturales y elementos esenciales para su vida. Entre los dioses principales se encontraban Chiminigagua (dios creador), Sue (el Sol), Chía (la Luna), Bochica (héroe civilizador y maestro) y Bachué (madre de la humanidad). Realizaban ceremonias y rituales en lugares sagrados como lagunas (Guatavita, Siecha, Fúquene), donde ofrecían 'tunjos' (figuras votivas de oro o tumbaga), esmeraldas y otros objetos valiosos a sus deidades.

Uno de los rituales más famosos, y origen de la leyenda de El Dorado, era la ceremonia de investidura del nuevo Zipa en la laguna de Guatavita. El futuro gobernante, cubierto en polvo de oro, se embarcaba en una balsa y, al llegar al centro de la laguna, arrojaba ofrendas de oro y esmeraldas al agua, mientras él mismo se sumergía para purificarse. Esta imagen de un hombre dorado y la riqueza arrojada al agua alimentaron la obsesión española por encontrar el mítico 'El Dorado'.

La organización social Muisca incluía diferentes estratos: los caciques y la nobleza, los sacerdotes (chyquy), los guerreros (guechas), los artesanos especializados, los campesinos y, en la base, los esclavos (a menudo prisioneros de guerra). La familia y el clan (sybyn) eran estructuras sociales fundamentales.

¿Cuál es el pueblo orfebre de Colombia?
Barbacoas, Nariño Sobre una pequeña colina de este municipio se forjó la historia de una población orfebre, cuya riqueza está rodeada por la inmensa naturaleza y el oro que hay bajo su tierra.

La Conquista Española

La llegada de los conquistadores españoles al territorio Muisca ocurrió en 1537, liderados por Gonzalo Jiménez de Quesada. Atraídos por las noticias de la riqueza del Altiplano y la leyenda de El Dorado, las expediciones españolas remontaron el río Magdalena y ascendieron a la sabana de Bogotá. Encontraron un territorio densamente poblado y rico, pero dividido por las rivalidades entre el Zipa Tisquesusa y el Zaque Quimuinza.

Los españoles aprovecharon estas divisiones. Tras enfrentamientos y engaños, lograron someter a los principales caciques. El Zipa Tisquesusa fue asesinado en 1537, y el Zaque Quimuinza fue ejecutado en 1539. La Conquista fue un proceso violento que implicó la imposición del dominio español, la religión católica y nuevas estructuras económicas y sociales (la Encomienda, la Mita).

La población Muisca disminuyó drásticamente debido a la guerra, las enfermedades traídas por los europeos (viruela, sarampión) y el duro trabajo forzado. Sus estructuras políticas fueron desmanteladas y sus tierras, apropiadas. A pesar de la brutalidad de la conquista, el legado Muisca persistió, mezclándose con la cultura española y africana para formar la base de la identidad mestiza de la región central de Colombia.

Fuentes y Investigación Académica

El conocimiento que tenemos sobre los Muiscas proviene de diversas fuentes. Las principales fuentes primarias son las crónicas escritas por los propios conquistadores y los primeros cronistas de Indias, como Gonzalo Jiménez de Quesada (aunque su obra original se perdió), Juan de Castellanos, Pedro Simón y Lucas Fernández de Piedrahíta. Estos textos, aunque sesgados por la perspectiva europea y justificando la conquista, contienen valiosa información sobre la organización, costumbres y creencias Muiscas.

A lo largo de los siglos, la investigación académica, especialmente la arqueología, la antropología y la etnohistoria, ha profundizado nuestra comprensión de este pueblo. Las excavaciones arqueológicas han revelado detalles sobre sus asentamientos, prácticas funerarias, tecnología y arte. Los estudios comparativos con otros pueblos Chibchas y la reinterpretación crítica de las crónicas continúan aportando nuevas perspectivas sobre la compleja sociedad Muisca.

Nombres y Legado Muisca

El legado Muisca es palpable en la geografía y la cultura colombiana. El propio nombre de la capital, Bogotá, proviene de Bacatá, el centro del Zipazgo. Muchos nombres de municipios en Cundinamarca y Boyacá tienen origen Muisca: Chía, Cota, Zipaquirá, Tunja (Hunza), Sogamoso (Suamox), Duitama (Tundama), etc. Palabras del Muysccubun se incorporaron al español regional. Costumbres agrícolas y culinarias tienen raíces Muiscas.

Además, la leyenda de El Dorado, aunque distorsionada por la codicia española, sigue siendo un símbolo global asociado a Colombia y a la riqueza ancestral del territorio Muisca.

Preguntas Frecuentes sobre los Muiscas

¿Dónde vivían los Muiscas?
Vivían en el Altiplano Cundiboyacense, en la Cordillera Oriental de los Andes colombianos, abarcando parte de los actuales departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Santander.

¿Eran un imperio?
No, eran una confederación de cacicazgos independientes, los más grandes el Zipazgo y el Zaqueazgo, unidos por lazos culturales, económicos y, a veces, militares.

¿Cuál era su actividad económica principal?
La agricultura era fundamental, pero su economía era muy rica por el control de las minas de sal y esmeraldas, y un extenso sistema de comercio.

¿Qué pasó con ellos después de la Conquista?
Su población disminuyó drásticamente, sus estructuras políticas fueron desmanteladas y su cultura se mezcló con la española, aunque su legado perdura en la identidad regional.

¿Existe aún la lengua Muysccubun?
Como lengua hablada cotidianamente, se considera extinta desde el siglo XVIII, pero hay esfuerzos académicos y culturales por recuperarla y revitalizarla.

AspectoZipazgoZaqueazgo
Capital/CentroBacatá (cerca de Bogotá)Hunza (Tunja)
GobernanteZipaZaque
Territorio PrincipalSabana de Bogotá y áreas circundantesValle de Chiquinquirá y áreas circundantes
ImportanciaPoder político y económicoPoder político y religioso (Sogamoso)
RelaciónA menudo rivales, a veces aliados comercialesA menudo rivales, a veces aliados comerciales

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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