¿Quién diseño el Arca de la Alianza?

El Arca de la Alianza: Diseño, Historia y Misterio

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El Arca de la Alianza, un objeto envuelto en siglos de misterio y veneración, ha capturado la imaginación de historiadores, teólogos y curiosos por igual. Considerada junto al Santo Grial como una de las reliquias más importantes de la tradición judía y cristiana, su historia se remonta a tiempos bíblicos y su rastro se pierde en la antigüedad, alimentando un sinfín de teorías y leyendas.

Este cofre sagrado, central en la narrativa del Antiguo Testamento, no fue un diseño concebido por mano humana sin guía divina. Según el relato bíblico, fue el propio Yahveh quien dictó a Moisés las especificaciones exactas para su construcción, un detalle crucial que subraya su origen trascendental y su propósito como receptáculo de lo más sagrado: las Tablas de la Ley.

¿Quién puede tocar el Arca de la Alianza?
Solamente podía hacerlo el sumo sacerdote, un hombre que simbolizaba a Cristo, y eso únicamente después de someterse a un complejo ritual de purificación personal y expiación por sus pecados” (véase Doctrina y Convenios, Manual para el alumno, manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 1985, pág.
Índice de Contenido

El Diseño Divino del Arca

Las instrucciones para la construcción del Arca de la Alianza se encuentran detalladas en las escrituras, revelando un objeto de gran precisión y simbolismo. No se trataba de un simple cofre, sino de una pieza de orfebrería y carpintería sagrada.

El Arca consistía en un arcón rectangular. Las medidas proporcionadas en el texto bíblico son 2,5 codos de largo por 1,5 codos de ancho y 1,5 codos de alto. Traducido a medidas contemporáneas, esto equivale aproximadamente a 111 cm de largo, 67 cm de ancho y 67 cm de alto. La madera utilizada para su construcción era madera de acacia, conocida por su durabilidad y resistencia en el clima del desierto.

Lo que confería al Arca su carácter distintivo y su valor incalculable era su revestimiento. Estaba cubierta completamente de planchas de oro puro, tanto por dentro como por fuera. Un borde de oro, descrito como una especie de guirnalda, coronaba el arca en su parte superior, añadiendo un detalle artístico y suntuoso.

Sobre la cubierta del arca, también de oro macizo y con las mismas dimensiones que el cofre, se encontraban dos figuras de querubines. Estos seres alados, hechos de oro de labor a martillo, estaban colocados uno en cada extremo de la cubierta, con sus rostros vueltos el uno hacia el otro y las cabezas inclinadas. Sus alas se extendían hacia arriba, cubriendo la cubierta en señal de protección. Esta cubierta era conocida como el "propiciatorio" o "cubierta propiciatoria", un lugar de encuentro entre Dios y Moisés.

Para facilitar su transporte, el Arca contaba con cuatro anillas de oro, una en cada esquina. A través de estas anillas se insertaban varales largos, también hechos de madera de acacia y revestidos de oro. Estos varales eran cruciales, ya que, según las instrucciones divinas, no debían ser retirados de las anillas. Esto aseguraba que los portadores nunca tuvieran contacto directo con el Arca misma.

El Arca se posaba sobre cuatro patas, impidiendo su contacto directo con el suelo, aunque la altura exacta de estas patas no se especifica en los textos.

La construcción física del Arca fue encargada a Betzalel, un orfebre y artesano especialmente dotado y, según la Biblia, lleno del espíritu de Dios para llevar a cabo esta labor sagrada. Él y otros hombres "de corazón sabio" fueron los encargados de materializar el diseño divino.

Contenido y Propósito del Arca

El propósito primordial del Arca de la Alianza era servir como archivo sagrado y, más importantemente, como símbolo de la presencia de Dios entre el pueblo de Israel. Su contenido principal y más sagrado eran las dos tablas de piedra en las que Yahveh había escrito los Diez Mandamientos, el pacto fundamental entre Dios y su pueblo.

Inicialmente, el Arca también albergó otros objetos significativos que servían como recordatorios o testimonios de la providencia divina. Entre ellos se encontraban una jarra de oro que contenía el maná, el alimento provisto por Dios durante el éxodo por el desierto, y la vara de Aarón que reverdeció milagrosamente. Sin embargo, los textos bíblicos indican que, en algún momento antes de la construcción del Templo de Salomón, estos dos últimos objetos fueron retirados del Arca, quedando solo las Tablas de la Ley en su interior cuando el Arca fue trasladada al Templo.

¿Dónde se encuentra la verdadera Arca de la Alianza?
La Iglesia ortodoxa etíope es clara al respecto. El Arca de la Alianza, la reliquia que según la tradición bíblica contiene las Tablas con los Diez Mandamientos, se encuentra en la ciudad de Aksum, concretamente en una capilla cercana al templo de Santa María de Sión.

Además de los objetos guardados en su interior, una copia del "libro de la ley" entregada por Moisés a los sacerdotes levitas debía ser guardada "al lado del arca", no dentro de ella, para servir de testigo contra el pueblo si se desviaban del pacto.

Más allá de su contenido físico, el Arca representaba la presencia misma de Dios. Se prometió que desde la cubierta, entre los dos querubines, Yahveh se presentaría y hablaría con Moisés. Era un lugar de comunicación divina, un símbolo del trono celestial en la tierra. Esta conexión intrínseca con la presencia divina hacía que el Arca fuera tratada con la máxima reverencia y cuidado.

Historia y Recorrido del Arca

La historia del Arca de la Alianza está íntimamente ligada a la historia del pueblo de Israel, acompañándolos en sus momentos clave y sirviendo como punto focal de su fe.

Tras su construcción en el desierto, el Arca fue colocada en el Tabernáculo, la tienda de reunión que servía como santuario portátil para los israelitas. Allí, en el Lugar Santísimo, detrás de un velo, el Arca residía como el objeto más sagrado.

El Arca precedía al pueblo en sus desplazamientos por el desierto y tuvo un papel protagónico en eventos milagrosos, como la división de las aguas del río Jordán para permitir el paso de los israelitas a la Tierra Prometida y la caída de las murallas de Jericó tras ser rodeada por los sacerdotes que portaban el Arca.

Una vez establecida en Canaán, el Arca fue fijada en Siló, donde permaneció durante un largo período, sirviendo como centro de culto.

Sin embargo, su historia no estuvo exenta de vicisitudes. Durante un conflicto con los filisteos en la época de Elí y Samuel, el Arca fue llevada al campo de batalla, pero los israelitas sufrieron una derrota y el Arca fue capturada. Este evento fue visto como una catástrofe nacional, la pérdida de la gloria de Israel.

La presencia del Arca entre los filisteos resultó problemática para ellos. En Asdod, la imagen de su dios Dagón cayó y se rompió ante el Arca. Plagas y aflicciones asolaron las ciudades filisteas donde el Arca era trasladada, lo que llevó a que decidieran devolverla a Israel tras siete meses.

El Arca regresó a territorio israelita, pasando por Bet-semes (donde muchos murieron por mirarla sin reverencia) y luego a Quiryat-jearim, donde permaneció durante unos veinte años.

El rey David deseaba trasladar el Arca a Jerusalén, la nueva capital. Su primer intento terminó en tragedia cuando Uza murió por tocar el Arca para impedir que cayera de un carro, una violación directa de las leyes divinas sobre su manejo. Este incidente subrayó la santidad extrema del Arca y la necesidad de seguir estrictamente las instrucciones divinas, que exigían que fuera portada sobre los hombros de levitas utilizando los varales.

¿Quién diseño el Arca de la Alianza?
El Antiguo Testamento hace alusión al Arca de la Alianza, indicando que su diseño fue dictado por Yahveh a Moisés para albergar las Tablas de la Ley. Su rastro histórico se pierde hace 2600 años en Jerusalén. Desde entonces, las teorías sobre su paradero y sus posibles poderes han dado lugar a ríos de tinta.

Tras este suceso, David corrigió el procedimiento y el Arca fue llevada a Jerusalén de la manera prescrita, con gran regocijo y celebración. Allí permaneció en una tienda durante el resto del reinado de David.

El punto culminante de la historia terrenal del Arca fue su traslado al Templo de Salomón. Este majestuoso edificio fue construido específicamente para albergar el Arca de forma permanente. En una solemne ceremonia de dedicación, el Arca fue colocada en el Lugar Santísimo del Templo, bajo las alas de dos enormes querubines tallados.

Después de la dedicación del Templo, las referencias bíblicas directas al Arca se vuelven escasas. La última mención histórica en los libros de Crónicas es durante el reinado del rey Josías, en 642 a.C., cuando ordenó que el Arca fuera colocada de nuevo en el Templo. No se explica cómo había salido de allí, posiblemente retirada por reyes apóstatas anteriores o trasladada durante las reformas del Templo.

El rastro histórico del Arca se pierde definitivamente hace unos 2600 años, coincidiendo con la invasión babilónica de Jerusalén y la destrucción del Templo de Salomón por Nabucodonosor II en el año 587 a.C.

Manejo del Arca: La Lección de Uza

La santidad del Arca de la Alianza imponía reglas extremadamente estrictas sobre quién podía manejarla y cómo. Según los mandatos divinos, solo los levitas de la familia de Coat estaban autorizados para transportar el Arca, y debían hacerlo utilizando los varales insertados en las anillas, llevándola sobre sus hombros. Nadie, bajo pena de muerte, podía tocar el Arca directamente, ni siquiera mirar su interior.

El trágico incidente de Uza, relatado en 2 Samuel 6, es un vívido ejemplo de la severidad de estas reglas y la importancia de acatar la voluntad divina por encima de la lógica humana o la buena intención aparente. Cuando David intentó trasladar el Arca a Jerusalén en un carro nuevo, en lugar de ser portada por los levitas como se había instruido, los bueyes tropezaron. Uza, uno de los que acompañaba el carro, extendió la mano para sostener el Arca y evitar que cayera.

A pesar de que su acción podría parecer justificada para proteger un objeto sagrado, la Biblia registra que la ira de Yahveh se encendió contra Uza, y Dios lo hirió allí mismo, causándole la muerte junto al Arca. Este evento atemorizó a David y lo llevó a reflexionar sobre la manera correcta de tratar con lo sagrado.

La lección de Uza, según interpretaciones teológicas, no se trata solo de tocar un objeto físico, sino de la prohibición de intervenir en los asuntos divinos sin la debida autorización y reverencia. Es un recordatorio de que la obra de Dios se lleva a cabo según Sus caminos y a través de aquellos a quienes Él ha designado y autorizado. Intentar "sostener el arca" en un sentido figurado, es decir, intentar dirigir o corregir la obra divina o a sus líderes sin la autoridad adecuada, puede tener consecuencias espirituales graves, llevando a la amargura, la ceguera espiritual y la depresión, como señalan algunas enseñanzas religiosas.

Símbolo de la Presencia Divina

A lo largo de su existencia, el Arca de la Alianza fue mucho más que un cofre; fue el principal símbolo visible de la presencia de Yahveh entre su pueblo. Era el punto de encuentro donde Dios se manifestaba y hablaba con Moisés y, posteriormente, con el sumo sacerdote en el Día de Expiación.

¿Dónde están las tablas de los 10 mandamientos actualmente?
sinagoga de Cafarnaúm, Israel.

El Arca iba delante del pueblo en sus viajes, guiándolos. Su presencia infundía temor en los enemigos de Israel, como los filisteos, quienes reconocieron que "Dios ha entrado en el campamento" cuando el Arca llegó al campo de batalla, aunque la mera presencia del Arca no garantizaba la victoria si el pueblo era infiel.

La relación entre el Arca y la presencia de Dios requería una conducta de santidad y obediencia por parte del pueblo. La profanación del Arca, ya sea por tratarla sin reverencia (como en Bet-semes) o por intentar manipularla (como Uza), resultaba en juicio divino. El Arca santificaba los lugares donde residía, como afirmó el rey Salomón.

El Misterio de su Paradero Actual

Desde su desaparición hace más de 2600 años, el paradero del Arca de la Alianza se ha convertido en uno de los mayores enigmas arqueológicos y religiosos. No hay mención bíblica de que fuera llevada a Babilonia, ni figura en las listas de objetos devueltos a Jerusalén tras el exilio. Su destino final es desconocido, dando lugar a numerosas teorías.

Algunas interpretaciones, basadas en el Libro II de los Macabeos, sugieren que el profeta Jeremías la enterró en una cueva en el Monte Nebo, al este del río Jordán, para protegerla de la invasión babilónica. Esta teoría la relaciona con el lugar desde donde Moisés divisó la Tierra Prometida.

Otra teoría popular es que fue enterrada en el Monte Moriá, el mismo lugar donde se encontraba el Templo de Salomón, quizás en pasadizos subterráneos o cámaras ocultas bajo el sitio del Templo.

Una de las afirmaciones más persistentes y geográficamente distantes proviene de la Iglesia ortodoxa etíope. Esta tradición sostiene firmemente que el Arca de la Alianza se encuentra en la ciudad de Aksum, Etiopía, custodiada en una capilla anexa a la iglesia de Santa María de Sión. Según esta creencia, el Arca fue llevada a Etiopía por Menelik I, hijo del rey Salomón y la reina de Saba, hace unos 3.000 años. Es custodiada por un sacerdote guardián que, según la tradición, es el único ser humano al que se le permite verla. Si bien no existen pruebas arqueológicas concluyentes que validen esta afirmación, la creencia está profundamente arraigada en la identidad cultural y religiosa de Etiopía, donde se utilizan réplicas llamadas tabots en ceremonias religiosas para simbolizar la presencia del Arca.

También existen teorías que la vinculan con los Caballeros Templarios. Según algunas leyendas, los Templarios habrían descubierto el Arca (o algún tesoro significativo del Templo de Jerusalén) durante su estancia en Tierra Santa en el siglo XII y la habrían llevado consigo a Europa. La falta de evidencia histórica sólida sobre esta teoría la mantiene en el reino del mito.

La ausencia de pruebas definitivas solo alimenta el enigma, permitiendo que el Arca de la Alianza continúe siendo objeto de búsqueda, especulación y fascinación en todo el mundo.

Preguntas Frecuentes sobre el Arca de la Alianza

A continuación, abordamos algunas de las preguntas más comunes sobre este enigmático objeto:

  • ¿Quién diseñó realmente el Arca de la Alianza?
    Según el relato bíblico en Éxodo, el diseño del Arca fue dictado directamente por Yahveh a Moisés. Moisés recibió las instrucciones detalladas en el Monte Sinaí. La construcción física fue realizada por el artesano Betzalel y sus ayudantes, siguiendo estas directrices divinas.
  • ¿De qué estaba hecha el Arca y cuánto medía?
    El Arca estaba hecha de madera de acacia y revestida completamente de oro puro, tanto por dentro como por fuera. Sus dimensiones aproximadas, basadas en el codo bíblico, eran 111 cm de largo, 67 cm de ancho y 67 cm de alto. La cubierta, llamada propiciatorio, también era de oro macizo y llevaba dos querubines de oro.
  • ¿Qué contenía el Arca de la Alianza?
    Su contenido principal y permanente eran las dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos. En un principio, también contuvo una jarra de oro con maná y la vara de Aarón que reverdeció, pero estos fueron retirados antes de que el Arca fuera colocada en el Templo de Salomón.
  • ¿Quién podía tocar o acercarse al Arca?
    Las reglas bíblicas eran muy estrictas. Solo los sacerdotes levitas de la familia de Coat estaban autorizados para transportarla, y debían usar los varales sin tocar el cofre directamente. Acercarse demasiado o tocar el Arca sin autorización y la debida santidad podía resultar en la muerte, como ilustra el caso de Uza. Solo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo donde residía el Arca, y eso solo una vez al año en el Día de Expiación, tras un ritual de purificación.
  • ¿Dónde se encuentra el Arca de la Alianza actualmente?
    El paradero actual del Arca es desconocido. Su rastro se pierde tras la destrucción del Templo de Salomón por los babilonios. Existen varias teorías sobre su ubicación, incluyendo la posibilidad de que esté enterrada en el Monte Nebo, en el Monte Moriá (bajo el antiguo Templo), o que haya sido llevada a Etiopía, como afirma la Iglesia ortodoxa etíope. Ninguna de estas teorías cuenta con pruebas concluyentes aceptadas universalmente.
  • ¿Qué significa el Arca de la Alianza para la fe?
    El Arca era el símbolo central de la presencia de Yahveh entre el pueblo de Israel. Representaba Su trono en la tierra, el lugar donde se manifestaba y comunicaba. Era un recordatorio tangible del pacto entre Dios y Su pueblo, conteniendo las leyes que debían guiar su vida. Su santidad exigía reverencia, obediencia y una conducta acorde con el pacto.

Tabla Comparativa: Dimensiones y Contenidos del Arca

Para visualizar mejor las características del Arca:

CaracterísticaDetalleMedida Aproximada (cm)
Material Principal (Arcón)Madera de AcaciaN/A
RevestimientoOro Puro (Interior y Exterior)N/A
Largo2.5 codos~111 cm
Ancho1.5 codos~67 cm
Alto (Cofre)1.5 codos~67 cm
Cubierta (Propiciatorio)Oro Macizo con 2 Querubines de Oro~111 cm (largo) x ~67 cm (ancho)
Varales de TransporteMadera de Acacia revestida de OroN/A
AnillasOro (4 en las esquinas)N/A
Contenido InicialTablas de la Ley, Jarra de Maná, Vara de AarónN/A
Contenido en el TemploTablas de la LeyN/A

El misterio que rodea al Arca de la Alianza, desde su origen divino y su elaborado diseño, hasta su enigmático final, asegura su lugar como uno de los objetos más fascinantes y buscados de la historia y la fe. Aunque su ubicación física permanezca desconocida, su simbolismo como nexo entre lo divino y lo humano perdura en las tradiciones religiosas.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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