Los Metales de los Incas: Tesoros Ancestrales

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La metalurgia andina, especialmente la desarrollada durante el apogeo del Imperio Inca, despierta una fascinación particular. Si bien la leyenda de El Dorado ha capturado la imaginación popular con visiones de oro inagotable, la realidad arqueológica y metalúrgica revela un panorama mucho más complejo y tecnológicamente sofisticado. Los Incas no solo dominaron el trabajo del oro, sino también el de la plata, el cobre y sus aleaciones, construyendo sobre siglos de conocimiento acumulado por culturas preexistentes en los Andes Centrales.

¿Cómo hacían sus joyas los incas?
Uno de los métodos empleados para trabajar el oro, la plata y el cobre consistía en martillar el metal hasta obtener finas laminas; Luego se las modelaba, sin emplear el calor. Otra técnica se lograba vaciando el metal fundido en moldes.

Es fundamental entender que, al hablar de metalurgia inca, nos referimos a las prácticas metalúrgicas vigentes en el tiempo del Tawantinsuyo. Aunque el imperio introdujo innovaciones tipológicas en los objetos, las bases tecnológicas provenían de periodos anteriores, como el Horizonte Intermedio Tardío y más allá. El estudio de esta metalurgia requiere ir más allá de las colecciones de objetos terminados y adentrarse en los vestigios de la producción: minas, hornos, escorias y herramientas.

Índice de Contenido

El Cobre: El Metal de Mayor Producción

Entre los metales utilizados, el cobre fue, sin duda, el de mayor volumen de producción en la época prehispánica. La cantidad de objetos de cobre conservados en las colecciones es una prueba fehaciente de ello. La investigación sobre la metalurgia del cobre se basa en el estudio de minerales, escorias y restos de hornos, aunque los trabajos en este campo han sido tradicionalmente escasos.

Los estudios pioneros, como los de Heather Lechtman, exploraron los recursos disponibles y algunas instalaciones metalúrgicas. Sin embargo, investigaciones más recientes han arrojado luz sobre la minería y, crucialmente, sobre la transformación del mineral en metal. Un ejemplo destacado es el centro metalúrgico de Batán Grande-La Leche, en la costa norte peruana. Aquí se han encontrado hornos con forma de pera, datados entre la época Sicán y la época Chimú-Inca, mostrando una continuidad tecnológica notable.

La fundición en estos hornos requería ventilación forzada, lograda mediante tubos de soplado a pulmón rematados por toberas. Los minerales procesados eran principalmente oxídicos (óxidos y carbonatos de cobre) con contenidos variables de metal. La ganga asociada contenía sílice y óxidos de calcio, aluminio, magnesio, hierro, potasio y sodio.

Uno de los aspectos más interesantes de la metalurgia del cobre en Batán Grande es el manejo de la escoria. Se encontraron grandes amontonamientos de escoria predominantemente machacada, con abundancia de batanes en la instalación. La composición de la escoria era heterogénea, clasificándose como escorias de horno con espinela (mucha magnetita). Esto indica una alta viscosidad de la escoria fundida, que no permitía una buena separación metal-escoria dentro del horno. La separación del cobre embebido en la escoria se realizaba fuera del horno, triturando la escoria y seleccionando a mano las porciones de metal.

Esta característica, la escoria triturada y la separación manual, es propia de lo que en arqueometalurgia europea se denomina una "tecnología metalúrgica primitiva". Sin embargo, Batán Grande presenta una particularidad: la adición intencionada de fundentes a base de óxidos de hierro (hematita y limonita). A pesar de esta adición, el diseño abierto de los hornos, que generaba condiciones excesivamente oxidantes, impedía la formación de una escoria fayalítica fluida de bajo punto de fusión. El hierro se oxidaba a magnetita en lugar de reaccionar con la sílice para formar la escoria deseada.

No obstante, la tecnología de Batán Grande no era la única. En el norte de Chile, durante la Fase Carmiña y la época incaica, se utilizaron *huayras* (hornos de viento) para trabajar tanto minerales oxídicos como sulfurosos, mostrando una intensificación de la producción en el periodo Inca.

El Bronce: La Aleación Dominante

Las aleaciones de base cobre más comunes en los Andes Centrales fueron el cobre arsenical y el bronce al estaño. Durante el Imperio Inca, el bronce al estaño parece haber sido la aleación predominante para la fabricación de objetos. Se cree que el bronce apareció en Tiwanaku, en el Altiplano boliviano, alrededor del 800 a. C., aprovechando los depósitos de minerales estanníferos de la región.

Sin embargo, las evidencias arqueológicas directas de estaño metálico en tiempos prehispánicos son escasas, lo que plantea interrogantes sobre cómo se producía la aleación. El paradigma tradicional de fundir cobre y estaño metálicos en un crisol no parece ser la única explicación. Investigaciones recientes, inspiradas en estudios del Viejo Mundo, sugieren que el bronce pudo obtenerse mediante la correducción de mineral de cobre con casiterita (óxido de estaño) o, más probablemente, mediante la cementación de cobre con casiterita en un crisol. Este último procedimiento, demostrado experimentalmente y respaldado por análisis de restos metalúrgicos, podría explicar la aparente "invisibilidad" del estaño metálico y de las escorias de su procesamiento.

¿Qué metales utilizaron en la orfebrería inca?
El cobre y sus aleaciones, la plata y el oro fueron metales ampliamente utilizados.

El análisis composicional de objetos de bronce incaicos del Museo de América muestra una distribución variada en el contenido de estaño, aunque con una tendencia hacia composiciones entre el 7% y el 16% de Sn, con una moda en el rango del 10-12% Sn, que corresponde a bronces de buena calidad. A pesar de esto, no hay una estandarización clara en un intervalo estrecho.

Esta variabilidad composicional en los bronces incaicos, tan diferente de la estandarización de las aleaciones modernas, puede explicarse por los métodos de obtención. Tanto la correducción como la cementación, si bien permitían obtener bronce, no ofrecían un control preciso sobre la ley final de la aleación. La composición exacta de los minerales y las propias reacciones químicas en hornos o crisoles rudimentarios podían dar lugar a resultados diferentes partiendo de materiales similares. La experimentación arqueometalúrgica ha demostrado que la correducción produce porciones de bronce con composiciones muy variadas, desde cobre casi puro hasta aleaciones ricas en estaño, manifestándose en una amplia gama de colores. Los metalúrgicos podrían haber agrupado estas porciones por color para obtener materia prima para distintas aleaciones, pero el color es un indicio impreciso del contenido exacto de estaño.

Los bronces con porcentajes elevados de estaño (más del 15%) muestran la presencia de fase delta, un componente duro de color gris plateado. Objetos como boleadoras, brazaletes o colgantes presentan estas composiciones elevadas. Si bien la fase delta aporta dureza, en muchos de estos objetos la dureza no parece ser la cualidad primordial. La adición de estaño también facilita el moldeo al reducir el intervalo de solidificación de la aleación. Sin embargo, es probable que el objetivo principal de las aleaciones ricas en estaño fuera el color plateado que adquirían, un efecto cromático buscado por el artesano.

Los bronces pobres en estaño (menos del 7%) se destinaban a objetos que requerían tenacidad y resistencia al trabajo mecánico, como tupus, tumis, hachas, boleadoras y herramientas.

La Plata: El Metal de la Luna

La metalurgia de la plata en los Andes Centrales también tiene raíces profundas, aunque sus inicios plantean interrogantes. La región cuenta con abundantes recursos argentíferos, a menudo asociados con oro y cobre. Inicialmente, es posible que se explotaran recursos de plata nativa de fácil acceso.

Evidencias de metalurgia extractiva de plata se han encontrado en lugares como Ancón, datadas desde el Horizonte Medio hasta la época Inca. Estos hallazgos incluyen escorias, cerámica escorificada y masas de litargirio. Esto sugiere un proceso que involucraba la fundición de minerales argentíferos, probablemente en hornos como las *huayras* o cubetas, utilizando plomo o mineral de plomo (galena, conocida como *soroche* o *suruchec* por los cronistas) como captador de la plata. El plomo argentífero resultante se purificaba posteriormente mediante copelación, un proceso en vasijas cerámicas que separaba la plata del plomo, dejando el plomo oxidado como litargirio.

Los cronistas españoles, como Cieza de León y Garcilaso de la Vega, describieron el uso de diferentes tipos de hornos para la plata: cubetas para minerales de alta ley, *huayras* para minerales de menor ley con captador de plomo, y vasijas para la copelación. Aunque los minerales más abundantes en lugares como Potosí eran de baja ley, el conocimiento del plomo como captador permitió su beneficio mucho antes de la llegada de las técnicas de amalgama con mercurio.

Estudios recientes confirman esta cadena operativa plomo-plata en yacimientos del Horizonte Tardío en Chile. La polución ambiental registrada en sedimentos lacustres también indica una explotación plumbo-argentífera que se intensificó a lo largo de los siglos, con evidencias tempranas que se remontan al Periodo Formativo Superior en la región del Lago Titicaca.

Los análisis de objetos de plata incaicos revelan que muchos fueron elaborados con "plata baja", es decir, aleaciones con un contenido significativo de cobre. En algunos casos, el cobre supera el 50% en peso. Dado que la plata y el cobre no se mezclan completamente en estado sólido, estas aleaciones tendrían originalmente un aspecto rosado o cobrizo. La distribución de las composiciones plata-cobre en los objetos incaicos es dispersa, sin una concentración clara en torno a la composición eutéctica (28.1% Cu) que tiene un punto de fusión más bajo o la plata esterlina (92.5% Ag) que facilita el trabajo mecánico.

A pesar de utilizar aleaciones que podían presentar desafíos técnicos (como la segregación de plata en el laminado de plata baja con alto cobre), los plateros incas demostraron una gran pericia. Lograban laminar metales bifásicos sometiéndolos a sucesivos estirados y recocidos térmicos para recuperar la maleabilidad. Las impurezas de plomo presentes en la mayoría de los objetos de plata se interpretan como residuos de un proceso de copelación incompleto, lo que respalda la hipótesis de la metalurgia plomo-plata.

¿Qué metales utilizaron en la orfebrería inca?
El cobre y sus aleaciones, la plata y el oro fueron metales ampliamente utilizados.

El Oro: El Sudor del Sol

El oro nativo fue el primer metal trabajado por los pueblos andinos, con ejemplos notables desde la cultura Chavín en el Horizonte Temprano. Los orfebres reconocieron tempranamente la excelente maleabilidad del oro, aprovechándola para crear finas láminas y objetos elaborados.

Con el tiempo, la orfebrería evolucionó, aumentando la producción de objetos de oro macizo, especialmente en la época incaica, aunque la artesanía laminar nunca desapareció.

A diferencia de la plata, el oro nativo peruano suele contener plata de forma natural (es oro argentífero). Esto dificulta determinar si una aleación oro-plata es natural o intencionada basándose solo en la composición. Sin embargo, la evolución de los análisis muestra un incremento en el porcentaje medio de plata en los objetos de oro a partir del Horizonte Medio, manteniéndose en niveles elevados en la época inca, lo que sugiere un uso más frecuente de aleaciones artificiales oro-plata, o la explotación de fuentes de oro nativo más ricas en plata.

El análisis de objetos de oro incaicos confirma la prevalencia de aleaciones de oro argentado, con contenidos de plata que pueden superar el 40%. También se encuentra cobre aleado, aunque generalmente en porcentajes menores.

En el diagrama ternario de las aleaciones de oro incaicas, los puntos se alinean principalmente a lo largo del eje oro-plata. Estas aleaciones resultaban en metales de color amarillento verdoso o amarillento verdoso pálido. Parece que los orfebres incas tenían una clara predilección por estas tonalidades, utilizando la aleación no solo por sus propiedades mecánicas, sino también por su valor cromático y simbólico.

Técnicas de Taller

Los artesanos incas emplearon una variedad de técnicas para dar forma a los metales. El laminado y el martillado eran fundamentales, permitiendo obtener finas hojas de metal que luego se recortaban, embutían y decoraban mediante repujado.

La fundición también era una técnica clave, especialmente para objetos de bulto redondo o diseños complejos. La fundición a la cera perdida era una técnica avanzada que permitía crear piezas huecas con gran detalle. Se han encontrado ejemplos de boleadoras huecas realizadas con esta técnica, utilizando moldes internos y pasadores metálicos para mantenerlos en posición durante el vertido del metal.

La unión de piezas metálicas se realizaba mediante soldadura. Se utilizaban principalmente dos métodos: la soldadura autógena, que unía metales de composición similar por interdifusión atómica mediante calor, y la soldadura con aporte de material soldante que fundía a una temperatura ligeramente inferior que las piezas a unir. En el caso de la plata, se ha detectado el uso de soldaduras con mayor contenido de cobre para aprovechar la formación del eutéctico plata-cobre de bajo punto de fusión.

El Color: Un Aspecto Simbólico

Más allá de la función y la forma, el color de los objetos metálicos tenía una profunda carga simbólica en las culturas prehispánicas, incluyendo la incaica. Los artesanos manipulaban las aleaciones para conseguir tonalidades específicas que se asociaban con diferentes significados o divinidades (el oro con el sol, la plata con la luna). Los oros amarillentos-verdosos, las platas con reflejos cobrizos o los bronces con aspecto plateado no eran accidentes, sino resultados buscados intencionadamente a través del control (dentro de las limitaciones tecnológicas) de la composición de las aleaciones.

Preguntas Frecuentes sobre la Metalurgia Inca

¿Qué metales usaron los Incas?
Los Incas utilizaron principalmente oro, plata, cobre y aleaciones de cobre como el bronce al estaño. También hay evidencia del uso de plomo y, posiblemente, platino.

¿Qué artesanías realizaban los incas?
Los incas llegaron a producir textiles, cerámicas y esculturas de metal técnicamente superiores a cualquier otra cultura andina anterior, a pesar de la dura competencia de maestros de la metalurgia como los artesanos de la civilización moche. El damero se destaca como un diseño muy popular.

¿Cómo obtenían los Incas los metales?
Los obtenían de minas y placeres fluviales. Para transformar los minerales en metal, utilizaban diferentes tipos de hornos, como cubetas y *huayras*, empleando ventilación forzada (tubos de soplado) y, en el caso de la plata, el plomo como captador para luego purificarla por copelación.

¿Qué era el bronce para los Incas y cómo lo hacían?
El bronce era una aleación de cobre con estaño, muy utilizada para herramientas y armas. La evidencia sugiere que lo producían principalmente mediante la correducción de minerales de cobre y estaño, o la cementación de cobre con casiterita (óxido de estaño), en lugar de fundir los metales puros.

¿El oro Inca era puro?
El oro Inca a menudo era oro nativo que contenía plata de forma natural (oro argentífero). También aleaban intencionadamente el oro con plata y, en menor medida, con cobre para obtener diferentes colores y propiedades.

¿Qué técnicas utilizaban para dar forma a los metales?
Las técnicas principales incluían el laminado (martillar el metal hasta obtener láminas), el repujado (decorar a relieve), la fundición (verter metal líquido en moldes, incluyendo la técnica de la cera perdida para objetos huecos), y la soldadura para unir piezas.

¿Qué objetos hacían los Incas con metales?
Creaban una amplia variedad de objetos, desde herramientas y armas (hachas, tumis, cinceles) hasta objetos ceremoniales y ornamentales (tupus, brazaletes, colgantes, estatuillas, vasos, máscaras). El uso de oro y plata estaba a menudo restringido a la nobleza y fines religiosos.

¿Por qué la composición de las aleaciones Inca variaba tanto?
La variabilidad se atribuye a los métodos de producción más rudimentarios, como la correducción y la cementación, que no permitían un control tan preciso de la composición final como la fundición de metales puros. Los resultados dependían de la composición exacta de los minerales y las condiciones del proceso.

Conclusión

La metalurgia incaica representa la culminación de miles de años de desarrollo tecnológico en los Andes Centrales. Los Incas heredaron y adaptaron conocimientos sobre la minería, la extracción de metales como el cobre, la plata y el oro, y la creación de aleaciones como el bronce al estaño. Dominaron técnicas complejas como el laminado, la soldadura y la cera perdida.

Si bien los objetos de oro y plata, a menudo de oro argentífero o plata baja con cobre, son los más conocidos por su esplendor y simbolismo (vinculados al sol y la luna), el cobre y el bronce fueron fundamentales para la vida cotidiana y militar del imperio.

A pesar de los avances logrados y la sofisticación de muchas piezas, la investigación arqueometalúrgica aún enfrenta desafíos, particularmente en el estudio de la metalurgia primaria y los procesos extractivos. Las colecciones de objetos, como las del Museo de América, son invaluable fuente de información, pero el conocimiento completo requiere seguir explorando los yacimientos arqueológicos y aplicando análisis científicos para desentrañar todos los secretos de esta fascinante tradición metalúrgica.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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