¿Qué simboliza el bastón presidencial en Argentina?

El Bastón Presidencial Argentino: Símbolo

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El Bastón Presidencial de Argentina no es simplemente un accesorio protocolario; es un poderoso símbolo de la autoridad y el mando que ostenta la máxima figura del Poder Ejecutivo Nacional. A lo largo de la historia del país, este objeto ha encapsulado tradiciones, cambios de diseño y momentos clave en la vida institucional, convirtiéndose en un emblema reconocido tanto a nivel nacional como internacional.

Índice de Contenido

Origen y Simbolismo Histórico del Bastón de Mando

La idea de un bastón como representación de poder tiene raíces muy antiguas, remontándose a las primeras civilizaciones donde varas y cetros denotaban estatus y autoridad. En el contexto argentino, el bastón presidencial es una clara analogía de los cetros que utilizaban los monarcas europeos y de las varas de mando que portaban virreyes y alcaldes durante la época colonial hasta principios del siglo XIX. Estos objetos físicos servían para hacer visible y tangible la delegación de poder y la capacidad de decisión sobre un territorio o colectivo.

¿Qué simboliza el bastón presidencial en Argentina?
El bastón de mando (o vara de mando, también denominado manípulo) es un complemento protocolario que denota en la persona que lo porta, autoridad o mando sobre un grupo o colectivo identitario.

Tras la Revolución de Mayo de 1810, el uso de estos símbolos de autoridad monárquica o virreinal se descontinuó temporalmente entre las nuevas autoridades políticas. Sin embargo, la tradición fue recuperada con la instauración del Directorio, hacia 1814. Desde entonces, el bastón de mando, junto con la banda presidencial (otro símbolo inspirado en insignias de órdenes europeas pero adaptado con los colores y símbolos patrios), se estableció como uno de los atributos externos fundamentales que acompañan el ejercicio de la primera magistratura en el naciente Estado Nacional Argentino. Esta costumbre se consolidó durante el período constitucional, marcando la continuidad de un símbolo de autoridad adaptado a la nueva forma de gobierno republicana.

La permanencia de esta tradición se evidencia en la conservación de bastones antiguos, como el que utilizó el presidente Justo José de Urquiza. A partir de entonces, se instauró la costumbre de obsequiar un bastón especialmente confeccionado a cada presidente que asumía el cargo, simbolizando de manera concreta el traspaso y la legitimidad de la autoridad presidencial en la República.

La Evolución en la Confección y los Materiales

Aunque la tradición del bastón se mantuvo, su diseño y los materiales empleados para su confección han experimentado cambios a lo largo del tiempo. Un hito importante en su formalización ocurrió en 1932, cuando se regularon oficialmente sus características. Según esta normativa, el bastón debía ser de madera, preferentemente malaca barnizada, un material exótico y valorado. El puño, un elemento central, debía ser de oro de 18 quilates, con un tamaño específico de 8 centímetros, y debía incorporar el escudo nacional argentino esmaltado. El regatón, la punta inferior del bastón, también se especificaba que fuera de oro. Además, se establecía que el largo total del bastón debía adecuarse a la estatura del presidente que lo recibiría, personalizando así el símbolo para cada mandatario.

Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX, surgió una propuesta que redefiniría la estética y el simbolismo del bastón presidencial. En 1982, el gobierno solicitó un presupuesto a Juan Carlos Pallarols, un orfebre con una extensa tradición familiar en el oficio, para un bastón siguiendo el modelo europeo de 1932 (caña de malaca, esmalte, borlas). Pallarols, con una visión arraigada en lo nacional, propuso un diseño alternativo que consideraba más representativo del país. Su idea era utilizar plata en lugar de oro para el puño y el regatón, e incorporar una guarda decorativa con la figura de cardones, cada uno simbolizando una provincia argentina, y tres ramilletes que representarían simbólicamente las Islas Malvinas. Aunque inicialmente la propuesta fue rechazada por el gobierno saliente, Pallarols decidió comenzar a confeccionarlo de todos modos.

Raúl Ricardo Alfonsín, quien resultó electo presidente en ese período, se enteró de la existencia del bastón que Pallarols estaba creando. A pesar de que la ceremonia de traspaso de mando y la entrega del bastón oficial eran organizadas por la administración saliente, Alfonsín optó por adoptar el bastón confeccionado por Pallarols una vez que asumió la presidencia. Donó el bastón que le habían entregado oficialmente y comenzó a utilizar el de Pallarols. Esta decisión marcó el inicio de una tradición que se extendería por varias presidencias, hasta la última gestión de Cristina Fernández de Kirchner.

Durante este largo período, Juan Carlos Pallarols confeccionó los bastones presidenciales utilizando una madera particular y con un profundo simbolismo: el urunday. Este árbol, conocido también como gateado o gonçalo-alvez (nombre científico: Astronium balansae), es originario de América del Sur y es altamente valorado por las propiedades de su madera. El urunday posee una veta atractiva, es conocida por ser incorruptible (resistente a la putrefacción e insectos) y presenta un brillo natural. Considerada una de las mejores maderas de la región, su coloración es castaño-rojiza y su superficie suele ser lisa y agradable al tacto, aunque de poco brillo. Dada su dureza, peso y notable duración, la madera de urunday tiene diversos usos, desde la construcción civil y naval hasta la fabricación de muebles finos. La elección de esta madera robusta y duradera para el bastón presidencial añade una capa simbólica de solidez y permanencia al cargo que representa.

Es importante destacar que, si bien la tradición Pallarols se mantuvo por muchos años, en 2015 el presidente Mauricio Macri rompió con esta costumbre al elegir un bastón confeccionado por el orfebre Damián Tessore, originario de Mercedes, provincia de Buenos Aires. Esto demuestra que, si bien el símbolo del bastón perdura, la elección de su confeccionador y diseño específico puede variar, reflejando quizás el estilo o la preferencia de cada mandatario.

Momentos Emblemáticos y Tradiciones Asociadas

El acto de recepción del bastón presidencial ha sido testigo de diversos momentos históricos y ha generado tradiciones propias. El primer presidente en recibir formalmente tanto la banda como el bastón presidenciales en una ceremonia de traspaso de mando fue Domingo Faustino Sarmiento, el 12 de octubre de 1868. La importancia y el fervor de la ocasión fueron tales que cientos de ciudadanos, ansiosos por presenciar el evento, entraron por la fuerza a la Casa de Gobierno, llegando a romper ventanas y trepar sobre muebles, un testimonio del interés público en la consolidación de las instituciones republicanas y sus símbolos.

Otra tradición interesante se observa en la historia del bastón utilizado por el juez Roque Julián Sáenz Peña. Este bastón fue posteriormente empleado por su hijo, Luis Sáenz Peña, cuando asumió la presidencia en 1892, y más tarde por su nieto, Roque Sáenz Peña, al convertirse en presidente en 1910. Esta particularidad resalta una conexión familiar y una continuidad simbólica a través de generaciones vinculadas a la presidencia, aunque no se convirtió en una práctica generalizada para todos los mandatarios.

El bastón presidencial también ha jugado un papel en la diplomacia internacional. Un ejemplo notable ocurrió en 1901, cuando el presidente argentino Julio Argentino Roca y su par chileno, Federico Errázuriz Echaurren, intercambiaron sus bastones de mando como un poderoso símbolo de amistad y buena voluntad. Este gesto tuvo lugar al firmar un tratado crucial que puso fin a un grave conflicto fronterizo entre ambas naciones, utilizando el máximo símbolo de autoridad de cada país para sellar la paz y la concordia binacional.

Estos ejemplos ilustran cómo el bastón trasciende su función meramente ceremonial para participar activamente en la narrativa histórica y política del país, siendo un testigo silencioso de transiciones, consolidaciones institucionales y actos diplomáticos.

El Bastón Presidencial en la Orfebrería y la Artesanía

Más allá de su simbolismo político, el bastón presidencial es una pieza de alta artesanía y orfebrería. Su confección requiere habilidades especializadas, combinando el trabajo de la madera con la metalistería fina, particularmente en oro y plata. El diseño del puño, la incrustación del escudo nacional, y en el caso del diseño de Pallarols, la representación detallada de los cardones y los ramilletes, demandan una precisión y un arte considerables. La elección de materiales nobles como el oro, la plata y maderas de alta calidad subraya la importancia y el valor que se le otorga a este símbolo del Estado.

El trabajo del orfebre Juan Carlos Pallarols, en particular, involucraba no solo la confección física del bastón, sino también un proceso participativo que buscaba involucrar a la ciudadanía. En años recientes, Pallarols abría su taller para que las personas pudieran dar "golpes" simbólicos sobre el bastón en construcción, un acto que buscaba democratizar y compartir la creación de este símbolo nacional. Aunque esta práctica es específica de su enfoque, subraya la dimensión artesanal y el vínculo emocional que se busca generar en torno al objeto.

La rotura de la tradición en 2015, con la elección de un orfebre diferente, también puso en relieve la figura del artesano detrás del símbolo y generó debates sobre la continuidad o el cambio en las tradiciones asociadas a los atributos presidenciales. Cada bastón, más allá de su función simbólica, es una obra única que refleja el oficio y la visión del artesano que lo creó.

Preguntas Frecuentes sobre el Bastón Presidencial

¿Qué simboliza el Bastón Presidencial?
Simboliza la autoridad y el mando del Presidente de la Nación Argentina sobre el pueblo y el territorio. Es una herencia de los cetros monárquicos y las varas de mando coloniales, adaptada a la República.
¿De qué materiales está hecho el Bastón Presidencial?
Según la regulación de 1932, debía ser de madera de malaca con puño y regatón de oro. En la tradición más reciente (Pallarols), se utilizó madera de urunday y elementos de plata.
¿Quién confecciona el Bastón Presidencial?
Históricamente, diferentes orfebres. Durante un largo período (1983-2015), fue confeccionado por Juan Carlos Pallarols. En 2015, fue encargado a Damián Tessore. No hay un único orfebre designado de forma permanente.
¿Es el mismo bastón para todos los presidentes?
No. Desde la instauración de la tradición, se confecciona un nuevo bastón para cada presidente que asume el cargo, aunque ha habido excepciones notables como la del bastón de la familia Sáenz Peña.
¿Por qué se eligió la madera de Urunday?
La madera de urunday fue elegida por el orfebre Juan Carlos Pallarols por sus excelentes propiedades: es una madera muy dura, pesada, durable, incorruptible y con buena veta, simbolizando la robustez y permanencia de la institución presidencial.
¿El bastón presidencial siempre tuvo el mismo diseño?
No. Hubo una regulación de diseño en 1932 y posteriormente una propuesta y adopción de un diseño diferente por parte del orfebre Juan Carlos Pallarols, utilizado durante varias presidencias.

En conclusión, el Bastón Presidencial Argentino es un objeto cargado de historia y simbolismo. Desde sus orígenes que se remontan a antiguos símbolos de poder, pasando por su formalización republicana y la evolución de su diseño y materiales, hasta los momentos históricos que ha acompañado, este bastón representa la continuidad institucional y la solemnidad del traspaso de mando en la República Argentina. Es una pieza donde la orfebrería y la artesanía se unen a la historia política para crear un emblema perdurable.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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