¿Cuál fue la joya de la corona española?

¿Fue Enterrada la Reina con sus Joyas?

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Durante sus casi 71 años de reinado, la Reina Isabel II no solo se convirtió en un símbolo de estabilidad y servicio, sino también en una figura reconocida por su impecable gusto y estilo, manifestado a través de su extraordinaria colección de joyas. Esta colección, que abarcaba desde piezas heredadas de monarcas anteriores y regalos de líderes mundiales hasta las invaluables Joyas de la Corona, ofrecía una fascinante ventana a la historia de la monarquía británica y al arte de la orfebrería. Dada la magnitud y el valor histórico y material de estos tesoros, surge una pregunta natural: ¿qué sucedió con estas joyas tras su fallecimiento? Y, en particular, ¿fue la Reina enterrada con alguna de ellas?

La colección de la Reina Isabel II se dividía fundamentalmente en dos grandes categorías: sus joyas personales y las Joyas de la Corona. Mientras que las Joyas de la Corona son un conjunto de objetos ceremoniales, como coronas, cetros y orbes, que se mantienen en fideicomiso por cada monarca en nombre del pueblo británico y se utilizan en ocasiones de Estado como la coronación, su colección personal era de su propiedad privada. Esta colección privada era inmensa y diversa, acumulada a lo largo de décadas mediante herencias y numerosos regalos.

¿Fue enterrada la reina Isabel con alguna de sus joyas?
La reina Isabel probablemente fue enterrada con sólo dos joyas : su anillo de bodas, hecho en oro galés y un par de pendientes de perlas, dado que casi siempre usaba un par de pendientes de perlas.
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La Vasta Colección Personal de la Reina

Se estima que la colección personal de la Reina Isabel II constaba de aproximadamente 300 piezas de gran valor, valoradas en millones de libras. Este impresionante inventario incluía una amplia variedad de artículos, cuidadosamente catalogados y guardados cuando no estaban en uso, a menudo en la Queen's Gallery del Palacio de Buckingham o en otras propiedades reales.

Desglosemos la composición de esta colección personal:

  • Broches: 98 piezas
  • Collares: 46 piezas
  • Pendientes: 34 pares
  • Anillos: 15 piezas
  • Relojes: 14 piezas
  • Colgantes: 5 piezas

Esta diversidad le permitía seleccionar la pieza perfecta para cada ocasión, desde compromisos oficiales de día hasta grandes banquetes de Estado.

Piezas Emblemáticas y los Posibles Favoritos de la Reina

Si bien la Reina era conocida por su naturaleza discreta y nunca hizo pública una lista de sus joyas favoritas, ciertas piezas eran usadas con notable frecuencia, sugiriendo un apego especial, quizás por su valor sentimental o por la comodidad que le proporcionaban. Entre ellas destacaban:

  • El broche de zafiros y diamantes que le regaló su padre, el Rey Jorge VI, en su 18º cumpleaños.
  • El broche de perlas y diamantes que le regaló su madre el día de su boda.
  • El conjunto de aguamarinas, un regalo del pueblo de Brasil durante su visita de Estado en 1968. Este conjunto, que incluía un collar y pendientes, fue uno de los más usados, incluso en ocasiones familiares importantes como la boda de uno de sus hijos.

La Reina entendía que las joyas no eran solo adornos, sino también portadoras de historia y emoción, y las utilizaba con sensibilidad, como señaló la historiadora de joyas Joanna Hardy.

Las Invaluables Joyas de la Corona

A diferencia de su colección personal, las Joyas de la Corona no pertenecían a la Reina como propiedad privada, sino que formaban parte de la Colección Real, gestionada en fideicomiso por el monarca reinante en nombre de la nación. Estas son utilizadas en ceremonias de gran importancia histórica y constitucional.

Durante su coronación, la Reina lució la Corona de San Eduardo, una pieza magnífica hecha de oro y engastada con 444 piedras preciosas, incluyendo zafiros, esmeraldas y perlas. También portó el Cetro del Soberano, que contiene el famoso diamante Cullinan I (la Estrella de África), y el Orbe del Soberano. Para la apertura anual del Parlamento, la Reina usaba la Corona Imperial del Estado, una pieza diferente pero igualmente espectacular.

Estas joyas, símbolos del poder y la continuidad de la monarquía, se exhiben permanentemente en la Torre de Londres, donde el público puede admirarlas, protegidas bajo estrictas medidas de seguridad.

Los Artesanos Detrás del Esplendor

A lo largo de los años, la monarquía británica ha mantenido una estrecha relación con joyeros de renombre mundial, encargados de crear, mantener y engastar muchas de sus piezas. La Reina Isabel II trabajó con varias casas prestigiosas:

  • Garrard & Co: Han sido los joyeros oficiales de la Corona durante más de 200 años y crearon piezas significativas para la Reina, como el collar de perlas regalo de boda de su padre y el broche de zafiros de su 18º cumpleaños.
  • Cartier: Esta casa francesa también tiene una larga historia con la familia real británica, creando piezas como un broche de zafiros y diamantes para la Reina Madre y un collar de zafiros y diamantes regalado a Isabel II por el Nizam de Hyderabad.
  • House of Boucheron: También suministraron joyas a la realeza, incluyendo un broche de diamantes y zafiros que fue un regalo de bodas para la Reina por parte del presidente de Brasil.

Aunque la Reina recibía muchos regalos y no necesitaba comprar la mayoría de sus joyas, la discreción real hace que no se sepa públicamente si tenía un joyero 'favorito' en particular.

Compartiendo la Riqueza: Préstamos y Regalos

La Reina Isabel II era generosa a la hora de compartir las joyas de su colección personal con otros miembros de la familia real. Era común que prestara tiaras y otras piezas para eventos de Estado, bodas reales o recepciones. Kate Middleton, ahora Princesa de Gales, y Meghan Markle, Duquesa de Sussex, así como sus nietas, las Princesas Beatriz y Eugenia, han lucido piezas prestadas por la Reina en diversas ocasiones. Un ejemplo notable es la Tiara Nudo de Amante de Cambridge (Cambridge Lover's Knot Tiara), que fue prestada a la Princesa Diana y, tras su fallecimiento y su regreso a la colección real, es ahora utilizada por Catherine, Princesa de Gales.

¿Fue enterrada la reina Isabel con alguna de sus joyas?
La reina Isabel probablemente fue enterrada con sólo dos joyas : su anillo de bodas, hecho en oro galés y un par de pendientes de perlas, dado que casi siempre usaba un par de pendientes de perlas.

Además de prestar, la Reina también ofrecía joyas como regalos, tanto a miembros de su familia como a jefes de Estado y dignatarios extranjeros, como gesto diplomático o de aprecio. Sin embargo, es crucial recordar que las piezas de las Joyas de la Corona nunca fueron regaladas, ya que pertenecen al patrimonio nacional.

Visitar el Esplendor: ¿Dónde Ver las Joyas Reales?

Para aquellos interesados en admirar parte de este legado, algunas de las joyas de la Reina son accesibles al público. El lugar más destacado es la Torre de Londres, donde se exhiben las Joyas de la Corona en la Jewel House. Aquí se pueden ver las coronas, cetros y otros objetos utilizados en las ceremonias de coronación y apertura del Parlamento.

Otras ubicaciones donde ocasionalmente se exponen piezas de la Colección Real, que pueden incluir joyas de la colección personal de la Reina, son la Queen's Gallery en el Palacio de Buckingham y el Castillo de Windsor. Las exhibiciones en estos lugares suelen ser temporales y temáticas, por lo que es recomendable consultar los horarios y contenidos antes de visitarlos. En 2022, por ejemplo, se exhibieron los Diamantes de la Coronación en Windsor.

La mayor parte de la colección personal de la Reina, sin embargo, no está en exhibición pública regular y se mantiene en propiedades privadas de la familia real por razones de seguridad y conservación.

El Destino de las Joyas Tras Su Fallecimiento

Una de las preguntas más recurrentes tras el fallecimiento de la Reina ha sido qué ocurriría con su inmensa colección de joyas. Las Joyas de la Corona, como mencionamos, permanecen en el fideicomiso de la Corona, pasando a ser responsabilidad del nuevo monarca, el Rey Carlos III.

En cuanto a su colección personal, esta se transmite a través de la familia Windsor. Aunque los detalles exactos no se hacen públicos, se sigue una jerarquía informal para la distribución. La Reina Consorte (Camilla) suele tener la primera opción, seguida por la Princesa de Gales (Kate Middleton), quien ya ha sido vista luciendo varias piezas significativas que pertenecieron a la Reina. Se espera que otros miembros de la familia, incluida la Duquesa de Sussex (Meghan Markle), también hereden algunas piezas, aunque su posición en la jerarquía puede influir en la prioridad de elección.

Es probable que el anillo de compromiso de la Reina, una pieza significativa hecha de platino con un gran diamante central rodeado de diamantes más pequeños, pase a su hija, la Princesa Ana, siguiendo una tradición que favorece a los hijos no casados o a las hijas.

La Pregunta Definitiva: ¿Qué Joyas la Acompañaron en Su Último Adiós?

Llegamos a la pregunta central que despierta gran interés: ¿fue la Reina Isabel II enterrada con alguna de sus joyas? Dada la magnitud y el valor de su colección, podría pensarse que una figura de su estatura sería sepultada con algún tesoro representativo.

Sin embargo, la información disponible sugiere que, fiel a su pragmatismo y a la tradición, la Reina fue enterrada con muy pocas joyas. De hecho, se cree que solo dos piezas la acompañaron en su ataúd:

Una de ellas es su anillo de bodas, un sencillo aro hecho de oro galés, un material con gran significado histórico y sentimental para la familia real británica. Este anillo nunca se quitaba y era un símbolo constante de su unión con el Príncipe Felipe.

¿Cuánto vale el collar de perlas de Isabel II?
La soberana, en 1961, con su querido collar. Las perlas que conforman este auténtico icono de la moda royal son naturales y se le estima un valor entre las 600.000 y el millón de libras, aunque es muy difícil calcularlo exactamente dado que es casi una pieza de museo. ¿Está en uno ahora que Isabel II ya no está?

La segunda pieza fue un par de pendientes de perlas. La Reina era conocida por usar pendientes de perlas en casi todas sus apariciones públicas, convirtiéndolos en una parte distintiva de su imagen. Era un estilo clásico y discreto que definía su elegancia personal.

Es notable que una monarca con acceso a miles de millones de libras en joyas eligiera un entierro tan modesto en cuanto a adornos personales. Esto subraya que, para ella, el valor sentimental y simbólico de estas dos piezas superaba con creces el valor material de cualquier otra joya de su vastísima colección. Su legado en joyas reside en las piezas que quedan para ser apreciadas por las futuras generaciones y en las que continúan siendo utilizadas por su familia, manteniendo viva la historia y la tradición.

ColecciónPropietarioUsoAcceso Público
Joyas PersonalesPropiedad privada del monarcaUso personal y familiar, préstamosExposiciones temporales ocasionales (Queen's Gallery, Windsor)
Joyas de la CoronaFideicomiso de la Corona (en nombre de la nación)Ceremonias de Estado (Coronación, Apertura del Parlamento)Exhibición permanente (Torre de Londres)

Preguntas Frecuentes

¿Cuántas joyas tenía la Reina Isabel II?

Se estima que su colección personal constaba de alrededor de 300 piezas, incluyendo broches, collares, pendientes, anillos, relojes y colgantes.

¿Cuáles eran las joyas favoritas de la Reina?

Aunque nunca lo declaró públicamente, solía usar con frecuencia piezas como el broche de zafiros de su 18º cumpleaños, el broche de perlas de su boda y el conjunto de aguamarinas brasileñas.

¿Se pueden ver las joyas de la Reina Isabel II?

Sí, las Joyas de la Corona se exhiben permanentemente en la Torre de Londres. Algunas piezas de la Colección Real (que pueden incluir joyas personales o prestadas por la Reina) se muestran en exposiciones temporales en la Queen's Gallery y el Castillo de Windsor.

¿Qué pasó con las joyas de la Reina tras su muerte?

Las Joyas de la Corona pasaron al cuidado del Rey Carlos III en fideicomiso. Su colección personal se está distribuyendo entre los miembros de la familia real, siguiendo una jerarquía, con la Reina Consorte y la Princesa de Gales recibiendo las primeras opciones.

¿Fue enterrada la Reina con todas sus joyas?

No, se cree que la Reina Isabel II fue enterrada con solo dos piezas de su colección personal: su anillo de bodas de oro galés y un par de pendientes de perlas.

La historia de la colección de joyas de la Reina Isabel II es una narrativa fascinante de historia, diplomacia y arte. Desde las relucientes Joyas de la Corona, símbolos de una nación, hasta las íntimas piezas de su colección personal, cada joya cuenta una parte de la saga de la monarquía británica. Su decisión de ser enterrada con solo dos piezas, cargadas de profundo significado personal, ofrece una visión conmovedora de sus prioridades. Su legado no reside en la opulencia que la acompañó en la muerte, sino en los tesoros que dejó atrás, destinados a ser admirados y a continuar su viaje a través de las generaciones futuras de la familia real.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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