Huevos Fabergé Originales: Un Tesoro Ruso

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Los Huevos Fabergé son mucho más que simples objetos; son emblemas de una era de opulencia, maestría artesanal y un legado imperial que cautiva la imaginación de coleccionistas y aficionados al arte en todo el mundo. Creados por la renombrada casa de joyería de Carl Fabergé para la familia imperial rusa, estos exquisitos tesoros se convirtieron en sinónimo de lujo extremo y diseño inigualable. Tras la Revolución Rusa, muchos de estos huevos, considerados obras maestras de la orfebrería, se dispersaron por el mundo, generando una pregunta persistente: ¿dónde se encuentran hoy los originales?

Si bien varios museos y colecciones privadas alrededor del globo albergan algunos de estos codiciados objetos, un lugar destaca de manera prominente como hogar de una significativa parte de la Colección Imperial: el Museo Fabergé en San Petersburgo, Rusia.

¿Dónde están los huevos Fabergé originales?
Museo Fabergé en San Petersburgo.
Índice de Contenido

El Museo Fabergé: Un Hogar para la Orfebrería Zarista

Establecido en el corazón histórico de San Petersburgo, el Museo Fabergé es una institución privada dedicada a la preservación y exhibición de arte y artes decorativas rusas de gran valor. Este museo no surgió de una iniciativa estatal, sino de la visión y el esfuerzo de un empresario, Víktor Vekselberg, y su fundación, The Link of Times (Enlace de Tiempos). La motivación detrás de su creación fue clara y patriótica: repatriar a Rusia objetos culturales de inmensa importancia que se habían dispersado a lo largo del siglo XX.

El museo se encuentra ubicado en un edificio histórico de gran belleza y significado: el Palacio Naryshkin-Shuvalov. Este palacio, con sus raíces que se remontan al siglo XVIII, proporciona un escenario grandioso y adecuado para exhibir la deslumbrante colección que alberga.

La Colección Estrella: Los Huevos Imperiales

Aunque la colección del Museo Fabergé es vasta y diversa, compuesta por más de 4,000 obras de bellas artes y artes decorativas (incluyendo objetos de oro y plata, pinturas, porcelana y bronces), su mayor tesoro y el principal atractivo son, sin duda, un conjunto excepcional de nueve huevos de Pascua imperiales. Estos no son meras réplicas, sino objetos originales creados por la Casa Fabergé específicamente para los dos últimos zares de Rusia, Alejandro III y Nicolás II. Cada huevo imperial es una cápsula del tiempo, una proeza de ingeniería y arte que encapsula un momento de la historia imperial rusa, a menudo conteniendo sorpresas intrincadas en su interior.

La conexión de estos nueve huevos con el gobierno y la vida personal de Alejandro III y Nicolás II les otorga un valor histórico y emocional incalculable, más allá de su valor material y artístico. Son testimonios directos de la opulencia y las tradiciones de la corte zarista.

La Fascinante Historia de la Adquisición

La presencia de estos nueve huevos imperiales en el Museo Fabergé de San Petersburgo es el resultado de una notable historia de repatriación cultural. En 2004, el empresario ruso Víktor Vekselberg llevó a cabo una adquisición monumental. Compró un lote de casi 200 piezas de Fabergé que pertenecían a la Familia Forbes, una de las colecciones privadas más importantes fuera de Rusia. La Familia Forbes planeaba subastar estas obras de arte a través de Sotheby's, lo que habría significado una nueva dispersión de estas piezas únicas entre coleccionistas privados de todo el mundo.

Sin embargo, Víktor Vekselberg intervino y negoció un acuerdo privado directamente con la familia. Pagó poco más de 100 millones de dólares por todo el lote, cancelando así la subasta prevista. Este acto no solo fue una transacción comercial de gran envergadura, sino un movimiento estratégico para devolver a Rusia una parte significativa de su patrimonio cultural.

A partir de esta adquisición, Vekselberg, a través de su fundación The Link of Times, se embarcó en la misión de crear un museo dedicado a las obras de este célebre joyero ruso y a otras formas de arte ruso. La fundación ha trabajado arduamente para construir una colección integral, que hoy supera las 4,000 piezas, consolidando el Museo Fabergé como una institución de referencia mundial.

El Palacio Naryshkin-Shuvalov: Un Escenario Rejuvenecido

La elección del Palacio Naryshkin-Shuvalov como sede del Museo Fabergé no fue casual. Este magnífico edificio del siglo XVIII, situado en el malecón del Río Fontanka en el centro de San Petersburgo, posee una rica historia propia. Sin embargo, como muchos edificios históricos, requería una restauración considerable para poder albergar y proteger una colección de tan alto valor.

La fundación Link of Times asumió este desafío, alquilando el palacio e iniciando un ambicioso proyecto de restauración en 2006. Se estima que se invirtieron alrededor de 30 millones de dólares en este proceso. Lo destacable es que esta fue la primera restauración completa que el palacio había experimentado en sus más de 200 años de historia. El minucioso trabajo devolvió al edificio su antiguo esplendor, creando un entorno digno y seguro para las preciosas obras de arte que albergaría.

La ceremonia de inauguración oficial del Museo Fabergé tuvo lugar el 19 de noviembre de 2013, marcando un hito importante en la preservación del patrimonio cultural ruso y ofreciendo al público la oportunidad de admirar de cerca estas creaciones sin igual.

¿Qué son los huevos de la familia Romanov?
El huevo del tricentenario de los Romanov es un huevo de Pascua enjoyado fabricado bajo la supervisión del joyero ruso Peter Carl Fabergé en 1913, para el zar Nicolás II de Rusia. El huevo de Fabergé fue obsequiado por Nicolás II como regalo de Pascua a su esposa, la zarina Alejandra Fiodorovna.

Más Allá de los Huevos: Una Colección Diversa

Si bien los Huevos Fabergé son, sin duda, las estrellas de la colección, el Museo Fabergé ofrece una mirada mucho más amplia al arte y la artesanía rusos. Las más de 4,000 obras abarcan una variedad de medios y períodos, incluyendo:

  • Objetos de oro y plata, demostrando la rica tradición orfebre rusa más allá de Fabergé.
  • Pinturas, que complementan la colección de artes decorativas.
  • Porcelana, reflejo de la habilidad rusa en la producción de cerámica fina.
  • Objetos de bronce, que muestran la destreza en la fundición y escultura.

Esta diversidad permite al visitante apreciar el contexto artístico y cultural en el que floreció el trabajo de Fabergé, entendiendo su lugar dentro del panorama más amplio del arte ruso.

Preguntas Frecuentes sobre los Huevos Fabergé en San Petersburgo

Aquí respondemos algunas preguntas comunes sobre la colección del Museo Fabergé en San Petersburgo:

¿Quién fundó el Museo Fabergé en San Petersburgo?
El museo fue establecido por el empresario ruso Víktor Vekselberg y su fundación, The Link of Times (Enlace de Tiempos).

¿Cuántos Huevos Fabergé Imperiales originales hay en el museo?
La colección del museo incluye nueve huevos de Pascua imperiales originales creados por Fabergé para los zares Alejandro III y Nicolás II.

¿Dónde se encuentra el Museo Fabergé?
El museo está ubicado en el centro de San Petersburgo, Rusia, en el histórico Palacio Naryshkin-Shuvalov, en el malecón del Río Fontanka.

¿Cómo adquirió Víktor Vekselberg los huevos?
Víktor Vekselberg compró en 2004 un lote de casi 200 piezas de Fabergé, incluyendo los nueve huevos imperiales, directamente a la Familia Forbes en un acuerdo privado por poco más de 100 millones de dólares, cancelando una subasta pública prevista.

¿Cuál fue el propósito de fundar el museo?
El propósito principal fue repatriar a Rusia objetos de gran valor cultural, como los Huevos Fabergé, y crear una institución para exhibir una vasta colección de bellas artes y artes decorativas rusas.

¿El museo solo exhibe Huevos Fabergé?
No, aunque los huevos son lo más destacado, la colección del museo contiene más de 4,000 obras que incluyen objetos de oro y plata, pinturas, porcelana y bronces.

¿El Palacio Naryshkin-Shuvalov fue construido originalmente como museo?
No, es un palacio histórico del siglo XVIII que fue alquilado por la fundación de Vekselberg y sometido a una restauración completa para servir como sede del museo.

Un Legado Recuperado

La historia de los Huevos Fabergé y su presencia en el Museo Fabergé de San Petersburgo es un poderoso recordatorio de la importancia de preservar el patrimonio cultural. Gracias a la iniciativa de Víktor Vekselberg y su fundación, una parte significativa de estos invaluables tesoros ha regresado a su país de origen, donde pueden ser admirados por visitantes de todo el mundo en un entorno histórico y culturalmente relevante. El museo no solo responde a la pregunta de dónde encontrar algunos de los Huevos Fabergé originales, sino que también celebra la maestría artesanal rusa y ofrece una ventana al esplendor de una era pasada.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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