Nuestro acercamiento inicial a la joyería proviene de nuestras propias vivencias. Es una palabra familiar, arraigada en nuestro lenguaje cotidiano, ligada a historias personales, anécdotas familiares, relatos de tesoros y leyendas de gemas con poderes. La hemos visto adornando a celebridades, personalizándose y marcando tendencias. Prácticamente todos hemos llevado alguna vez una joya, y es muy probable que quien lee este texto esté portando una en este preciso instante. Este conocimiento de la joyería es, en gran medida, empírico; no necesitamos una explicación básica de qué es, cómo luce o cómo se usa, y menos aún si nos agrada. En nuestra mente, proyectamos una imagen concreta de 'joya', una proyección que reside en nuestra memoria colectiva.

Sin embargo, si nos ceñimos a una definición formal, la Real Academia Española establece que la joyería es «El arte de hacer joyas», y una joya se define como «un adorno de oro, plata o platino, con perlas o piedras preciosas o sin ellas». Si bien es cierto que comúnmente se considera la joyería un mero adorno o una inversión económica por los materiales preciosos que la componen, asociándola a un valor de transferencia e intercambio, su significado es mucho más profundo.

El Valor Histórico y la Etimología
La historiadora de arte Marjan Unger señala que el valor económico de la joyería ha sido, a lo largo de la historia, equivalente al dinero. Incluso, en los siglos XIII y XIV, se financiaron guerras con piedras preciosas, lo que subraya su importancia como activo tangible y de gran valor estratégico.
Curiosamente, la palabra en latín «iocus» significa «jest», que se traduce como broma, chiste, juego o pequeña diversión. Marjan Unger relaciona esto con la idea de que las piezas de joyería producen felicidad, sugiriendo que para muchos, llevar una joya es sinónimo de alegría. No obstante, esta no es la única razón para usarla. La joyería también se emplea para conmemorar eventos o sucesos importantes, como recordatorio de seres queridos ausentes –ejemplificado en el «memento mori» de la joyería Victoriana– o como símbolo de alianza. Las motivaciones para portar joyería son múltiples y variadas.
Adorno: Una Constante Antropológica
La concepción de la joya como adorno nos remite a embellecer, a ornamentar, a objetos que decoran el cuerpo, al igual que los tatuajes, los piercings o las escarificaciones. La necesidad humana de decorarse es una constante antropológica, intrínseca a nuestra especie y presente incluso en el reino animal como precondición para un apareamiento exitoso. Existen hallazgos arqueológicos que datan la existencia de joyería hace 100,000 años.
El ser humano primitivo creaba su joyería a partir de objetos encontrados o artefactos manipulados o fabricados por sí mismo. Los vestigios más antiguos de joyería consisten en conchas, dientes, piedras, marfil y cuerno. Es muy probable que estos objetos no solo sirvieran como adorno, sino que también tuvieran funciones mágicas y de protección. Desde sus inicios, el ser humano comenzó a diseñar su apariencia y su imagen, tanto para los demás como para sí mismo, con el fin de establecer una posición social y un sentido de inclusión en relación con su comunidad.
La Tríada: Creador, Usuario y Espectador
Es imposible separar la joyería del rol que desempeña en nuestras vidas. El objeto físico, ya sea construido con técnicas artesanales, industriales o tecnológicas de alta calidad, carece de alma y sentido completo sin la interacción de su creador, su usuario y el espectador. A diferencia de los objetos utilitarios, creados con un fin práctico y manipulados principalmente por su usuario, la joya existe en una tríada: el artesano, diseñador, artista o creador; el usuario; y el espectador.
Aunque no posee una función utilitaria en el sentido convencional, su función es adornar y, crucialmente, transmitir una idea, un sentimiento o un significado. Son objetos profundamente personales. El usuario tiene la capacidad de otorgar su propio significado a la pieza. Los valores personales y emocionales que cada individuo puede atribuir a una joya son inmensamente variados, escapan a las categorizaciones tradicionales de valor como el monetario, técnico, artístico o histórico.
Estos valores son conferidos por el portador según las circunstancias de adquisición: si fue un regalo, una herencia, un intercambio, o incluso por la conexión entre el concepto del creador y la percepción del usuario u observador. La joyería nos conecta con quienes ya no están y con quienes permanecen a nuestro lado. Podemos hablar de una pieza heredada cuyo valor reside no tanto en el objeto en sí, sino en la memoria, las historias y los recuerdos asociados a ella y a su uso. Existe la pieza conmemorativa, que evoca un acontecimiento específico; la pieza estética, donde priman la proporción, la combinación de materiales, formas y volumen; la pieza de inversión, cuyo valor reside principalmente en las piedras, gemas o metales preciosos que otorgan seguridad económica por su valor de mercado e intercambio; o la joyería de protección, a la que se le atribuyen poderes mágicos.
Pero hay una categoría de piezas en las que la idea detrás de la creación es lo más importante, y donde el usuario establece una conexión especial con ese concepto. A esta categoría se le conoce como Joyería Contemporánea. Damian Skinner, historiador de arte, la describe como una práctica autorreflexiva.
Categorías de Joyería
Para comprender mejor dónde se sitúa esta práctica, Chiara Pignotti, en su tesis doctoral, propone una clasificación de la joyería que trasciende las divisiones habituales por época, lugar, materiales o estética. Las categorías principales que menciona son:
- Joyería étnica/tradicional
- Bisutería
- Joyería comercial
- Joyería de artista
- Joyería contemporánea
La Joyería Contemporánea: Concepto y Expresión
La joyería contemporánea surge en la década de los 60 del siglo XX, impulsada por un cuestionamiento del uso exclusivo de materiales preciosos y del significado tradicional de la joya. Esta corriente, como señala Pignotti, busca reformular el valor de la joyería, rompiendo los lazos que la unían intrínsecamente al valor de los materiales preciosos y al estatus social que representaba.
El artista contemporáneo utiliza el objeto joya como un medio para formular y comunicar sus ideas, teorías, protestas, sentimientos, pasiones o investigaciones. Se convierte en un comunicador, empleando los objetos creados para expresar algo, para invitar a la reflexión sobre determinados temas. La joyería contemporánea es, en esencia, una práctica que refleja al creador y su contexto. Funciona de manera crítica respecto a la historia de la práctica joyera y al campo del adorno en general. No sigue las modas, sino que parte de la actualidad, del contexto social y político, de la contemporaneidad de los sucesos.
Según la historiadora de arte Liesbeth den Besten, «la joyería contemporánea le da sentido al usuario, lo posiciona en el centro del conocimiento intelectual y estético». Es importante notar que, si bien en sus inicios hubo un rechazo a los elementos decorativos, la joyería contemporánea actual no está exenta de ellos. Ha vuelto a su propia historia, retomando elementos ornamentales, pero con un nuevo enfoque. Como explica Den Besten, «la decoración ha llegado a ser un sujeto de investigación de un significado de expresión artística».
El Poder de la Joyería en la Identidad
Existe una clara postura, una idea y un significado detrás de estas piezas. El creador manifiesta su intención, y el usuario de este tipo de joyería es, generalmente, una persona que no solo comprende ese significado, sino que está dispuesta a portarlo, a llevarlo consigo, y es capaz de entablar un diálogo o una discusión con el observador. Se genera así un intercambio de ideas en torno al símbolo, lo que representó para quien lo hizo y lo que representa para quien lo lleva.
Quien porta esta joyería permite al usuario proyectar su propia imagen y le brinda la posibilidad de definir su postura ante el mundo exterior, algo que la joyería siempre ha facilitado. Hay una diferencia notable entre cómo experimenta la pieza el observador al verla en el usuario y cómo la vive el propio usuario. «La joyería contemporánea refuerza el estilo personal como una expresión de la personalidad del usuario, dándole así significado», afirma Den Besten. Naturalmente, el objeto portado genera una respuesta en el observador, influenciada por los materiales, la forma de uso, el tamaño, la factura y la relación de la pieza con el cuerpo.
Joyería en Diversos Espacios
Si bien la joyería contemporánea participa en espacios tradicionalmente dedicados al arte, como galerías y museos (ya sean de artes aplicadas, diseño o arte contemporáneo), donde al ser exhibida pierde su particularidad de objeto de uso, la intención de muchas piezas es ser portadas. Cuando se usa, se establece un diálogo, no solo entre artista y portador, sino también entre portador y observador. Estas piezas cuentan con grupos de coleccionistas y comunidades de joyeros contemporáneos a nivel global.
Estos grupos se organizan en torno a la joyería, discutiendo su conceptualización y manufactura. La materialidad y las técnicas se unen no solo para exhibir las piezas, sino también las posturas sociales, políticas, culturales, educativas e ideológicas de sus creadores y portadores.
En mi perspectiva, la joyería son objetos personales, ornamentales y portables que facilitan la comunicación dentro de la tríada. Pero, sobre todo, son objetos con significado que nos asisten en la construcción de nuestra propia identidad. Nos permiten presentar nuestras posturas y nuestra forma de ser, nos ayudan a distinguirnos dentro de grupos y en la sociedad actual. La joyería contemporánea, en particular, nos ayuda a presentarnos como portadores de ideas, dándonos sentido ante los demás y, como creadores y comunicadores, ante el mundo.
Al ser un medio que se lleva en el cuerpo, recorre con los diferentes usuarios las calles, las oficinas, los hogares, los eventos, e incluso se instala en museos, galerías o en los cajones de los coleccionistas. La joyería contemporánea es, por tanto, un sistema que nos permite comunicar, a través de la materialización de objetos portables, nuestras ideas. Está hecha con materiales capaces de expresar distintas posturas –materiales reciclados, preciosos, comunes, artificiales, tecnológicos– y formas que hablan y responden al significado que se desea transmitir. Finalmente, se localiza en el cuerpo del portador, a menudo en lugares que pueden desafiar el uso tradicional, desafiando sin duda la memoria colectiva de la joya. La joyería, tal como la recordamos y reconocemos, se transforma a partir de conocer el vasto y profundo universo de la joyería contemporánea.
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