¿Cuál es la calle principal de Murcia?

Platería en Murcia: Historia de una Calle Gremial

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La calle Platería, ubicada en el corazón de Murcia, es mucho más que una simple vía urbana; es un testigo silencioso de siglos de historia, comercio y, especialmente, de la tradición artesanal ligada a la orfebrería y la platería. Su nombre evoca directamente el oficio que definió su carácter durante la época medieval y que dejó una impronta indeleble en su identidad.

¿Cuál es la calle principal de Murcia?
Calle Platería (Murcia) calle de la ciudad de Murcia (España). La Platería es el nombre de una tradicional y concurrida calle del centro de la ciudad de Murcia (Región de Murcia, España).

El origen de esta calle se remonta probablemente a la época islámica, cuando Murcia era la medina musulmana. En aquel entonces, Platería ya se configuraba como uno de los principales ejes de comunicación que conectaba la ciudad de este a oeste, vital para el flujo de personas y mercancías dentro del entramado urbano de la época. Esta importancia estratégica se mantuvo tras la conquista, aunque su carácter y denominación evolucionarían significativamente.

El Legado Gremial: Plateros y Joyeros

Fue tras la conquista cristiana cuando la calle Platería, al igual que otras vías históricas del centro murciano como Jabonerías, Frenería o Trapería, adoptó su nombre definitivo. Esta práctica era común en la Edad Media, donde las calles eran bautizadas popularmente según los oficios o actividades económicas que predominaban en ellas. En este caso, la calle se convirtió en el hogar y el taller del gremio de los plateros y joyeros.

El gremio no solo daba nombre a la calle, sino que también definía su atmósfera. Los artesanos trabajaban el oro y la plata, creando piezas únicas, desde ornamentos religiosos hasta joyas para la nobleza y la burguesía. La cita del erudito Javier Fuentes y Ponte en el siglo XIX subraya esta continuidad histórica, mencionando que en Platería se encontraban tiendas con "argenteros y plateros que hacen filigranas en botonaduras, joyas y veneras como en Córdoba". Esta mención a la filigrana destaca la alta especialización y la calidad del trabajo que se realizaba en esta calle, equiparándola con centros de orfebrería de renombre.

La concentración de artesanos y comerciantes del mismo oficio en una calle no era casual. Los gremios controlaban la producción, la calidad, los precios y la formación de aprendices. Vivir y trabajar en la calle Platería significaba formar parte de una comunidad con reglas y tradiciones propias, centrada en la excelencia del trabajo con metales preciosos. La calle se convirtió así en un centro neurálgico para la compra y venta de objetos de valor, atrayendo a clientes de toda la región y más allá.

La Evolución del Trazado Urbano

Históricamente, la calle Platería presentaba un trazado con tres tramos diferenciados, marcados por la presencia de plazas intermedias: la plaza Jofré y la plaza Esteve Mora. Estas plazas actuaban como pequeños nodos o ensanchamientos en la vía, quizás puntos de encuentro o descanso, o lugares donde se intensificaba la actividad comercial.

Sin embargo, el rostro de la calle Platería experimentó una transformación significativa a partir de 1953 con la apertura de la Gran Vía Alfonso X El Sabio. Esta nueva arteria urbana, diseñada para modernizar y facilitar el tráfico en el centro de Murcia, cortó perpendicularmente la zona situada entre la plaza Esteve Mora y la calle Santa Isabel. Como resultado de esta intervención urbanística, la histórica calle Platería quedó dividida, y lo que antes eran tres tramos pasaron a ser cuatro en la actualidad. Este cambio alteró la percepción y el flujo a lo largo de la calle, integrándola de una nueva manera en la estructura urbana moderna.

La intersección de Platería con la plaza Esteve Mora tuvo históricamente otra relevancia particular: constituía el antiguo kilómetro 0 de las carreteras regionales que partían de Murcia. Este punto simbólico subraya la importancia de la calle no solo dentro del entramado urbano, sino también como punto de partida para las comunicaciones terrestres de la provincia, conectando el centro de la ciudad con el exterior.

Joyas Arquitectónicas de Platería

Más allá de su historia gremial y su evolución urbanística, la calle Platería alberga un conjunto de edificios que narran la historia arquitectónica de Murcia a través de diferentes épocas. Estos inmuebles reflejan los estilos, las técnicas constructivas y las funciones que ha tenido la calle a lo largo del tiempo.

EdificioArquitectoEstiloConstrucciónNotas
La Alegría de la HuertaJosé Antonio RodríguezEcléctico con modernista1919-1921 (ampliación 1927)Antiguos almacenes
Edificio FlomarJosé Antonio Rodríguez-1925-1930-
Farmacia Ruiz Seiquer--Establecimiento fundado 1886Antiguo Km 0
Casa S. XVIII (Virgen Angustias)-Típica murciana1771Ladrillo visto
Casa S. XVIII (cerca Esteve Mora)-Típica murciana-Antigua Imprenta Nogués, estado ruinoso
Palacio de Riquelme-RenacentistaPrincipios S. XVIDemolido 1967, portada en Museo Salzillo

Entre los edificios más destacados se encuentra el que albergó los antiguos almacenes La Alegría de la Huerta, una notable construcción de estilo ecléctico con toques modernistas. Obra del arquitecto José Antonio Rodríguez, su parte principal, ubicada entre Platería y Trapería, fue levantada entre 1919 y 1921, con una ampliación posterior hacia la calle González Adalid en 1927. Este edificio es un magnífico ejemplo de la arquitectura comercial de principios del siglo XX, diseñado para impresionar y atraer clientes.

Del mismo arquitecto, José Antonio Rodríguez, es el imponente edificio Flomar, situado en la otra esquina entre Platería y González Adalid. Construido entre 1925 y 1930, este inmueble contribuye a definir el carácter de esta importante intersección, mostrando la influencia de las tendencias arquitectónicas de la época en las construcciones de uso mixto.

En Platería, haciendo esquina con la plaza Esteve Mora, se localiza el edificio que alberga la histórica Farmacia Ruiz Seiquer, un establecimiento fundado en 1886. Más allá de su valor comercial e histórico, este edificio marca el punto que, como se mencionó, sirvió como antiguo kilómetro 0 de las carreteras regionales, un detalle que vincula la calle con la red de comunicaciones de la provincia.

La calle también conserva ejemplos de la arquitectura residencial más tradicional de Murcia, con dos casas de viviendas que datan del siglo XVIII. Estas construcciones, levantadas a la usanza murciana con ladrillo visto, ofrecen una visión de cómo era la vida en la calle antes de las grandes transformaciones urbanas. Una de ellas, en la esquina con la calle Virgen de las Angustias, conserva grabada en piedra la fecha de construcción, "Año de 1771", un detalle que nos transporta directamente a esa época. La otra casa dieciochesca, situada cerca de Esteve Mora, fue sede de la histórica Imprenta Nogués. Lamentablemente, este segundo edificio se encuentra hoy en un estado de ruina, un recordatorio de la fragilidad del patrimonio histórico si no se conserva adecuadamente.

Finalmente, aunque ya no se encuentra en su ubicación original, es importante recordar el Palacio de Riquelme. Este edificio renacentista de comienzos del siglo XVI estuvo situado en la esquina entre Platería y la calle Jabonerías. Representaba un ejemplo destacado de la arquitectura palaciega de la época. Tras su demolición en 1967, su portada fue afortunadamente conservada e instalada en el lateral del Museo Salzillo, permitiendo que parte de su belleza siga siendo admirada.

Platería Hoy: Un Legado Vivo

Hoy en día, la calle Platería sigue siendo una de las vías más transitadas y emblemáticas del centro de Murcia. Aunque la presencia directa de talleres de plateros y joyeros quizás no sea tan dominante como en la época gremial, el nombre de la calle perpetúa su historia. Los edificios históricos conviven con establecimientos comerciales modernos, creando una mezcla interesante de pasado y presente. Pasear por Platería es recorrer un fragmento de la historia murciana, desde sus orígenes islámicos y su consolidación como centro gremial de la orfebrería hasta su adaptación a la ciudad contemporánea.

La calle es un recordatorio constante de la importancia de los oficios artesanales en la configuración de las ciudades y de cómo el urbanismo ha evolucionado a lo largo de los siglos. Los edificios, cada uno con su propia historia, son hitos en este recorrido, desde las modestas casas del siglo XVIII hasta las grandiosas construcciones de principios del siglo XX.

La Platería es, en definitiva, una calle con alma, marcada por el brillo de los metales preciosos trabajados por manos expertas y por las historias que sus edificios han presenciado. Es un lugar donde el pasado gremial se entrelaza con la vida actual, ofreciendo a murcianos y visitantes una ventana a la rica herencia cultural y artesanal de la ciudad.

Preguntas Frecuentes sobre la Calle Platería

¿Por qué se llama Calle Platería?
Recibió su nombre durante la época medieval debido a que en ella se asentó el gremio de los plateros y joyeros, siguiendo la costumbre de nombrar las calles según los oficios predominantes.

¿Cuál era su función original?
Originalmente, en la época islámica, era uno de los principales ejes de comunicación este-oeste de la medina. Posteriormente, se convirtió en el centro de la actividad de los orfebres y joyeros.

¿Cuántos tramos tiene actualmente la calle?
Actualmente tiene cuatro tramos, debido a la apertura de la Gran Vía en 1953 que cortó perpendicularmente la zona entre la plaza Esteve Mora y la calle Santa Isabel.

¿Qué edificios históricos destacados se pueden encontrar en Platería?
Entre ellos se encuentran el Edificio La Alegría de la Huerta, el Edificio Flomar (ambos de José Antonio Rodríguez), la Farmacia Ruiz Seiquer (antiguo Km 0), casas típicas del siglo XVIII y, aunque demolido, el Palacio de Riquelme cuya portada se conserva en el Museo Salzillo.

¿Estaba relacionada la calle Platería con otras calles gremiales?
Sí, formaba parte de un conjunto de calles en el centro histórico de Murcia que también adoptaron nombres de oficios, como Jabonerías (fabricantes de jabón), Frenería (frenos para caballerías) o Trapería (venta de telas y paños usados), reflejando la organización gremial de la ciudad medieval.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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