¿Dónde se ubica La Plata en Buenos Aires?

Joyas de 1882: Un Vistazo al Estilo Victoriano

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El año 1882 fue un punto de inflexión en muchos aspectos, marcando avances y cambios en el mundo. Mientras en Argentina se fundaba la ciudad de La Plata, un hito de urbanismo y planificación, en el ámbito de la orfebrería y la platería, este año se enmarcaba dentro de un período de gran riqueza estilística y técnica: la era Victoriana. Lejos de las estadísticas demográficas o la organización territorial, el universo de las joyas en 1882 nos revela una sociedad con gustos definidos, simbolismos profundos y un manejo artesanal que convivía con los primeros atisbos de la producción en serie.

¿Dónde se ubica La Plata en Buenos Aires?
La Plata se encuentra al sur de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Es la capital de la provincia de Buenos Aires ubicada a 56km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En 1882, la era Victoriana, nombrada así por el largo reinado de la Reina Victoria en el Reino Unido, se encontraba en su fase tardía. Esta etapa, a veces conocida como el Período Estético o la era de Transición, se caracterizó por un alejamiento de la solemnidad y el sentimentalismo más acentuado de periodos anteriores, aunque sin abandonarlos por completo. Las joyas de este tiempo reflejaban una mezcla de influencias, desde el resurgimiento de estilos históricos hasta la fascinación por la naturaleza y los motivos exóticos.

Índice de Contenido

Estilos Dominantes en 1882

El gusto por lo sentimental y lo simbólico seguía presente, pero se expresaba de maneras quizás más ligeras y variadas. Los motivos naturales continuaron siendo extremadamente populares. Flores, hojas, ramas, insectos (mariposas, libélulas, abejas) y animales pequeños adornaban broches, colgantes y aros. Cada elemento podía tener un significado oculto o romántico, parte del lenguaje de las flores o de los animales.

Junto a la naturaleza, los motivos celestiales ganaron terreno. Estrellas, lunas crecientes y soles se volvieron símbolos recurrentes, a menudo engastados con pequeñas piedras preciosas o semipreciosas. Estos diseños aportaban un toque de romanticismo y misterio.

El interés por el pasado histórico se mantuvo fuerte. El resurgimiento de estilos como el Renacimiento, el Gótico o incluso el Clásico (influenciado por descubrimientos arqueológicos) se traducía en joyas con elaborados detalles, filigranas y engastes complejos que evocaban épocas pasadas. El estilo Etrusco, con su delicada granulación y repoussé, también tuvo un revival.

Aunque el luto seguía siendo una parte importante de la vida y, por ende, de la joyería (especialmente tras la muerte del Príncipe Alberto), en 1882 la intensidad de las joyas de luto más estrictas (como las de azabache) comenzaba a ceder, dando paso a piezas con materiales como el ónix, el esmalte negro o el cabello trenzado, a menudo combinados con oro.

Materiales y Técnicas de la Época

El oro era el metal predilecto, utilizado en diversas aleaciones que daban como resultado tonos amarillos, rosados e incluso rojizos. La pureza del oro variaba, siendo el de 18 quilates y 15 quilates comunes, aunque también se usaba oro de menor quilataje. La plata, si bien no desplazó al oro, ganó popularidad gracias a nuevas técnicas de plateado y a la influencia del estilo Art Nouveau que comenzaba a gestarse, aunque su auge pleno llegaría más tarde. La plata se utilizaba tanto en piezas de luto como en diseños más ligeros y florales.

Las piedras preciosas tradicionales como diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas seguían siendo altamente valoradas, especialmente en piezas de mayor estatus. Sin embargo, la creciente disponibilidad de piedras semipreciosas y el desarrollo de nuevas técnicas de corte ampliaron la paleta de colores y texturas. Granates, amatistas, topacios, perlas (tanto naturales como de imitación), ópalos (cuya popularidad creció enormemente), crisoprasas y ágatas eran habituales. El coral y el marfil también se empleaban en tallas delicadas.

El esmalte fue una técnica muy utilizada para añadir color y detalle a las joyas. Técnicas como el esmalte al fuego, el esmalte opaco o translúcido sobre grabados (basse-taille) y el esmalte 'plique-à-jour' (similar a una vidriera en miniatura, aunque este último tendría su apogeo más tarde) permitían crear vibrantes diseños florales, retratos o motivos geométricos.

Las técnicas de trabajo del metal incluían el repoussé (modelado en relieve desde el reverso), el cincelado (tallado en la superficie), el grabado (creando líneas y diseños), la filigrana (hilos finos de metal retorcidos) y la granulación (pequeñas esferas de metal soldadas a la superficie, técnica revivida del arte etrusco). La soldadura era fundamental para ensamblar componentes complejos. Es importante notar que, si bien la artesanía seguía siendo crucial, la Revolución Industrial y el desarrollo de maquinaria permitieron la producción de componentes estandarizados y la fabricación de ciertas piezas en mayor volumen, haciendo la joyería más accesible a una clase media en crecimiento.

La Joyería y la Sociedad Victoriana

En 1882, la joyería no era solo un adorno; era un medio de comunicación. Las joyas indicaban estatus social, estado civil (anillos de compromiso y boda, por supuesto), afiliaciones y sentimientos. Los broches eran extremadamente populares y se usaban en la solapa, en el cuello de un vestido o incluso en el cabello. Colgantes y medallones, a menudo conteniendo retratos o mechones de cabello, eran regalos sentimentales por excelencia.

Los juegos de joyas coordinados (parures o demi-parures) que incluían collar, aros, broche y pulseras seguían siendo usados en ocasiones formales, aunque la tendencia hacia la individualidad comenzaba a notarse en la selección de piezas sueltas.

La inversión en joyas también era vista como una forma de conservar riqueza, similar a la propiedad o los bienes inmobiliarios. Las casas de joyería de renombre en ciudades como Londres, París y Nueva York marcaban las tendencias, mientras que orfebres locales en lugares como la recién fundada La Plata (aunque quizás en menor escala inicial) también creaban piezas adaptadas a los gustos regionales.

Comparativa de Materiales y Gemas Comunes (c. 1882)

Material / GemaUso ComúnCaracterísticasEjemplos de Piezas
Oro (15k, 18k)Metal principalAmarillo, rosa; duradero; símbolo de riquezaBroches, colgantes, anillos, pulseras
PlataMetal secundario / AsequibleBlanco brillante; a veces plateada sobre otro metalBroches, colgantes, aros, pulseras
DiamantesPiedra preciosa principalBrillo intenso; símbolo de eternidadAnillos de compromiso, acentos en broches/colgantes
PerlasMuy popularNaturales o de imitación; blancas, crema, rosadasCollares, aros, broches, acentos
GranatesGema semipreciosa popularTonos rojos, naranjas, verdes; asequibleAnillos, aros, colgantes
AmatistasGema semipreciosa popularTonos púrpuraAnillos, aros, colgantes
ÓpalosGema semipreciosa en augeJuego de colores iridiscenteColgantes, anillos, broches
EsmalteTécnica decorativaColores vibrantes aplicados sobre metalMiniaturas, detalles en broches/colgantes

Esta tabla ofrece un vistazo simplificado a algunos de los materiales y gemas más utilizados en la joyería alrededor de 1882, mostrando la diversidad disponible para artesanos y consumidores.

Preguntas Frecuentes sobre Joyería de 1882

¿Cómo puedo saber si una joya es de la época victoriana tardía (c. 1882)?
Busque características estilísticas como motivos naturales detallados (flores, insectos realistas), símbolos celestiales (estrellas, lunas), el uso de oro en tonos rosados o amarillos, engastes típicos de la época y el uso de gemas como granates, amatistas u ópalos. A menudo, las piezas de mayor calidad pueden tener marcas de contraste, aunque no siempre son fáciles de identificar sin experiencia.

¿Era común usar joyas de luto en 1882?
Sí, las joyas de luto seguían siendo comunes, aunque el estilo estricto de luto inmediato (azabache liso) comenzaba a dar paso a un luto menos riguroso que permitía materiales como el ónix, el esmalte negro o combinaciones con oro.

¿Las joyas de 1882 eran todas hechas a mano?
No, en 1882 coexistían la alta artesanía, donde cada pieza era única, con la producción en serie de ciertos componentes o piezas completas gracias a los avances industriales. Esto hizo que la joyería fuera accesible a un rango más amplio de la población.

¿Qué significaban los motivos de insectos en la joyería victoriana?
Los insectos, especialmente las mariposas y libélulas, a menudo simbolizaban la transformación, el alma o la inmortalidad. Las abejas podían representar el amor, la diligencia o incluso un símbolo de la realeza.

¿El oro de 15 quilates era común?
Sí, el oro de 15 quilates era una pureza legal en el Reino Unido desde 1854 y fue bastante común en la joyería victoriana, ofreciendo una buena combinación de durabilidad y valor, hasta que fue reemplazado por el de 14 quilates en 1932.

El estudio de la orfebrería y la platería de un período específico como 1882 nos ofrece una ventana fascinante a la historia del arte, la tecnología y la sociedad. Cada pieza cuenta una historia, reflejando los gustos, las creencias y las técnicas de su tiempo, mucho más allá de su ubicación geográfica o datos estadísticos de la época.

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Alberto Calatrava

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1956, en un entorno donde el arte y la artesanía se entrelazaban con la vida cotidiana. Mi viaje en la platería comenzó en el taller de Don Edgard Michaelsen, un maestro que me introdujo en las técnicas ancestrales de la platería hispanoamericana, herederas de siglos de tradición colonial. Allí, entre martillos y limaduras de plata, descubrí que el metal no era solo un material, sino un lenguaje capaz de expresar historias, culturas y emociones. Complemé mi formación como discípulo del maestro orfebre Emilio Patarca y del escultor Walter Gavito, quien me enseñó a ver la anatomía de las formas a través del dibujo y la escultura. Esta fusión entre orfebrería y escultura definió mi estilo: una búsqueda constante por capturar la esencia viva de la naturaleza en piezas funcionales, como sahumadores, mates o empuñaduras de bastones, donde animales como teros, mulitas o ciervos se convertían en protagonistas metálicos.Mis obras, forjadas en plata 925 y oro de 18 quilates, no solo habitan en colecciones privadas, sino que también forman parte del patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires. Cada pieza nace de un proceso meticuloso: primero, estudiar las proporciones y movimientos del animal elegido; luego, modelar sus partes por separado —patas, cabeza, tronco— y finalmente unirlas mediante soldaduras invisibles, como si el metal respirara. Esta técnica, que combina precisión técnica y sensibilidad artística, me llevó a exponer en espacios emblemáticos como el Palais de Glace, el Museo Histórico del Norte en Salta y hasta en Miami, donde el arte argentino dialogó con coleccionistas internacionales.En 2002, decidí abrir las puertas de mi taller para enseñar este oficio, no como un mero conjunto de técnicas, sino como un legado cultural. Impartí seminarios en Potosí, Bolivia, y en Catamarca, donde colaboré con el Ministerio de Educación para formar a nuevos maestros plateros, asegurando que la tradición no se perdiera en la era industrial. Sin embargo, mi camino dio un giro inesperado al explorar el poder terapéutico del sonido. Inspirado por prácticas ancestrales del Himalaya, comencé a fabricar cuencos tibetanos y gongs usando una aleación de cobre y zinc, forjándolos a martillo con la misma dedicación que mis piezas de platería. Cada golpe, realizado con intención meditativa, no solo moldea el metal, sino que activa vibraciones capaces de inducir estados de calma profunda, una conexión entre el arte manual y la sanación espiritual.Hoy, desde mi taller Buda Orfebre, fusiono dos mundos: el de la platería criolla, arraigada en la identidad gaucha, y el de los instrumentos sonoros, que resonan como puentes hacia lo intangible. Creo que el arte no debe limitarse a lo estético; debe ser un vehículo para transformar, ya sea a través de un sahumador que evoca la Pampa o de un cuenco cuyas ondas acarician el alma. Mi vida, como mis obras, es un testimonio de que las manos, guiadas por pasión y conciencia, pueden convertir el metal en poesía y el sonido en medicina.

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